Todo tiene un final

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Al día siguiente después de regresar de clases veo mi teléfono y hay un par de llamadas perdidas de Sam, no le llamo de regreso ya que simplemente se me aliviada, cuando uno hace lo que le gusta el tiempo pasa mucho más rápido y en un abrir y cerrar de ojos ya se te hace tarde y es hora de dormir, pero antes de acostarme veo un mensaje de Javier.

— ¿Te gustaría salir conmigo? Quiero llevarte al acuario. — Dice Javier en un mensaje de audio, yo lo pienso por unos segundos y acepto... emocionada pero sin hacerme ilusiones de nada le respondo.

—De acuerdo... pero mi única condición es regresar temprano a casa. —Le respondo a la expectativa de su respuesta.

— ¡Perfecto! Y descuida... soy responsable, estarás en tu casa temprano. —Dice.

— ¿Dónde nos vemos? —Le pregunto.

—Tengo coche, pasaré por ti cuando estés lista, le dejaré mi contacto y el de mis padres a tus padres si quieres. —Comenta yo me sorprendo y me rio por dentro, "Tampoco tengo quince años ¿o acaso cree que soy muy niña?" Pienso.

—Es un trato, a las cinco estaré lista, te pasaré la ubicación mañana. —Le respondo, apago el teléfono y espero ansiosa al día siguiente. Mi mente comienza a volar y a imaginarse cosas buenas pero una parte dentro de mí se reserva, se siente extraña.

Al día siguiente me viene a buscar Javier, llevo un kimono corto de seda blanca, perlas y tacones rojos brillantes, él se ve más juvenil que yo, pero muy bien... huele a cedro, sándalo y lima y lleva una chaqueta de tela cuelo marrón con una insignia de la armada suiza.

—Estas muy hermosa—me dice Javier.

—Tú también estas muy Hermosa. —Respondo...—guapo... perdón. —Me corrijo.

—Lo entendí bien, me encantan esos pequeños fallos, son graciosos—Me responde riéndose de que le haya cambiado el género.

—He mejorado... cuando llegue a España me contaba distinguir el género de las cosas. —Comento, el asiente con la cabeza.

—Soy de Suiza, padres Españoles... te entiendo perfectamente, yo también he confundido muchas cosas. —Dice Javier sonriendo y continuamos hablando por minutos hasta que nos detenemos, hay una fila enorme de coches que no pueden pasar, pasamos un rato dentro de él pero Javier se desespera y estaciona el coche.

— ¿Qué está ocurriendo? —Pregunta Javier, nos bajamos del coche y caminamos y vemos que hay una construcción que está obstruyendo la calle, veo como a diez metros una melena de pelo, es Ainhoa, ella vuelve la mirada y mira mi rostro fijamente, yo miro directamente a los suyos, hubo tensión... una parte de mi quería insultarla pero sentía que algo era diferente, y en ese momento un ruido seguido de gritos me despiertan del trance. Una estampida de personas corren hacia Ainhoa, yo me aferro a Javier, él me quiere sacar de allí pero algo en mi corazón me indica que siga adelante, así que cojo firmemente la mano de Javier y camino hasta donde están las personas reunidas y tendida en el suelo veo a la madre de Ainhoa... Ainhoa en el suelo llorando, vuelve la mirada y me mira a los ojos, todo lo que no podía expresar con palabras lo expresó con su mirada, con sus ojos rojos.

Yo me reaccioné y en contra del odio que yacía dentro de mí hice algo que jamás me imaginé que haría... Abracé a Ainhoa, ella no me dijo nada... solo rollaba y gritaba, pero sus manos se aferraron a mis brazos que estaban alrededor de ella, después de un par de minutos se calma, me separo de ella y la ayudo a levantarse.

Después de diez minutos en silencio, sin dirigirnos las miradas con un tenso momento en el ambiente ella tartamudea un poco.

—Gra-Grac...Yo lo sien, gracias. —Dice y rompe a llorar nuevamente, esta vez hundiendo su cara en mi hombro, llegan los paramédicos y se llevan a la madre de Ainhoa al hospital.

Call Me MalditaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora