-CAPÍTULO#5- "La vida en el paraíso"

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Había una gran cantidad de nubes en el cielo. Las contemplaba desde las ventanillas del auto. Son tan blancas, tan puras, parecen hechas de algodón. No puedo dejar de mirarlas. El cielo se ve más hermoso cuando hay nubes que lo adornan, tienen formas irregulares, pero, esas imperfecciones las hacen perfectas. ¿Qué sería de un cielo sin nubes?
Han pasado tres días. Ya vamos de camino a nuestro futuro hogar. Antes pasamos por la casa de Emy para recoger algunas cosas.
— Oye Nathan. ¿Cómo será nuestra nueva casa? — preguntó Chad mientras íbamos en el coche de mis padres.
— No lo sé. — respondí sin quitarle la vista de encima a los bellos paisajes.
Solo mis padres conocían el lugar pero ellos no hablaron mucho de eso. Aún recuerdo como mi madre me dió un sermón antes de partir, en el fondo, sé que lo hizo por mi bien.
Un rato después llegamos al lugar.
El jardín era increíble, el pasto verde cubría todo rastro de tierra. Grandes laureles adornaban el lugar. Habían algunos arbustos podados con mucha precisión y detalles, el escultor podría haber sido un artista. Una pequeña piscina de agua cristalina se encontraba al lado de la casa.
— ¡Dios! ¡No imaginaba esto! Es increíble! — gritó muy entusiasmado Chad.
— ¡Entremos! — exclamé.
Los tres entramos a la increíble casa. No imaginé que fuese tan grande. Lo primero que vimos fué el gran salón principal donde habían tres puertas. A la derecha se encontraba la sala de estar. Contenía un gran sillón y frente una TV. Una gran alfombra adornaba el suelo de madera, parecía caoba. Un poco alejado del sillón teníamos una pequeña chimenea para obtener calor cuando llegase el invierno.
A la izquierda del salón principal había una segunda puerta que conducía hacia la cocina y la tercera puerta, situada al frente del salón principal llevaba hacia gran pasillo con cuatro puertas más.
— Es fácil perderse en esta casa. — dijo Chad sonriente.
De las cuatro puertas, tres conducían hacia habitaciones y la última era un baño.
En sí la casa era espectacular, acogedora y extrañamente bonita.
— Me pido este cuarto. — elegí el primero de todos.
Comenzé a desempacar mis cosas. Emy y Chad comenzaron a ayudarme.
— Nathan, nunca lo había preguntado pero... ¿Qué es ese pendiente que traes siempre? — interrogó Chad mirando mi collar.
Era cierto, nunca había contado nada sobre mi pendiente.
— Es un obsequio de mi padre. Es una especie de collar de plata. Mi padre me contó que solo existen dos de este estilo en el mundo. Suena loco pero me contó que fué creado por antiguos budistas.
— ¿O sea que es mágico o algo asi? — Preguntó Chad.
— No, para nada. — respondí riéndome sutilmente.
— ¿Y que significan los grabados? — Emy también sintió algo de curiosidad.
— Bueno es un triángulo muy parecido a las pirámides egipcias. Dentro tiene un cuadrado simétrico que contiene un círculo en su centro. Mi padre nunca mencionó el significado de estos símbolos y yo tampoco le presté mucha importancia.
— Como sea voy a buscar algo para comer. — dijo Chad mientras se marchaba.
— A mí me gusta tu colgante. Se ve muy bien en tí. — afirmó Emy.
— ¡Oh, muchas gracias! Te lo regalaría pero es un obsequio importante para mí y quiero atesoralo. — dije inclinado mi cabeza.
— ¡No importa! Se ve mejor en tí. — volvió a señalar.
Le miré fijamente. Sus ojos brillaban como dos gotas de rocio. Su rostro era tan angelical y desprendía una radiante luz, tan potente, como para iluminar el rincón más oscuro del universo. Fue tan fuerte ese reflejo resplandeciente que, mi corazón invadido entre tinieblas, sintió el destello de aquella luz y los demonios en mi mente decaparecieron por un tiempo.
Algo andaba mal en mí. No paraba de pensar en Emy. ¿Qué es esto? ¿Acaso me he enamorado de ella? Esto no puede estar ocurriendo...

Continuará...

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