|13 - Cuando aún estabas aquí|

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—¿Qué haces despierto, cariño? —me preguntó mi abuela levantando la vista de su biblia al verme asomado en la puerta de su habitación en medio de la noche, cuando se supone que debería estar dormido, sólo fui capaz de soltar un hipido— Ven aquí.

Dio unas palmaditas sobre el colchón y no dudé en subir con dificultad a su cama rápidamente como si algo me estuviese persiguiendo, una vez arriba gatee hasta llegar a sus brazos que me esperaban extendidos.

—Pesadilla —le contesté entre silenciosos sollozos.

—No llores, sólo un mal sueño —me dijo estrechándome con un abrazo mientras con una de sus manos peinaba de manera lenta mis cabellos— Todo está bien, estoy aquí, nada malo sucederá.

Me aferré a un más a ella, impregnándome de su característico olor, dejándome acobijar en su caluroso abrazo. Dejando que los constantes "shh" calmaran mi respiración y ahuyentaran el miedo.

—No quiero que te vayas... —susurré, mi abuela había tomado mi pequeño rostro entre sus manos, apartando los restos de lágrimas con sus pulgares.

—Pero no iré a ningún lado, Yoongi.

—En mi pesadilla te ibas y dejabas a Yoongi solo.

—¿Sólo? Pero tienes a tu mamá y a tu padre.

—Ellos casi nunca están en casa... siempre están ocupados —digo con reproche, cruzándome de brazos— Siempre dejan a Yoongi con la abuela.

—¿Y eso es malo? —dijo indignada y me apresuré a negar con la cabeza— Te diré un secreto —la abuela me recostó junto con ella, acercándose lo suficiente para que sólo yo escuchará el secreto a pesar de ser los únicos en esa habitación— En realidad, nunca estás solo, aunque lo parezca, siempre estas acompañado de un ángel, es como... como un amigo, uno que está sólo para ti, uno que te cuida, te aconseja y te protege.

—¿Un amigo, abuela? —pregunto a lo que ella asiente— ¿Dónde está? Yo nunca lo he visto.

—Es porque es tímido, Yoongi —ríe acariciando mi mejilla— Aparecerá en cuanto creas en él, no sabías que existía hasta que yo te dije ¿cierto?

—Oh... un amigo sólo para Yoongi —dije aplaudiendo entre pequeñas risas— ¿Y puedo jugar con él tooodo el día, abuela?—ella asintió con ojos adormilados— ¿Puedo llamarlo como yo quiera?

—Como tú quieras, cariño —la abuela se giró para envolverme en sus brazos— Es hora de cerrar los ojitos, ven aquí —mi abuela alzó sus manos arrugadas acercándolas a mi rostro— Tus gotitas de lluvia, tu cucharadita de luna y tu beso de las buenas noches.

Mi abuela, como todas aquellas noches dejó un beso en la punta de mi nariz, cerré los ojos para sentir la suavidad de sus arrugados labios, para dejarme envolver en su agradable aroma, para no volver a sentir el mismo miedo.

Pero cuando los abrí, ella ya no estaba.

Ya no estaba en casa, ya no tenía cuatro años, ni la abuela estaba a mi lado. Me encontraba totalmente solo en la habitación en la que he estado durmiendo los últimos meses, con el brazo enyesado y aquel constante dolor en el pecho.

Todo seguía igual. Todo seguía oscuro y solitario.

Aún recostado, cálidas lágrimas comenzaron a deslizarse de mis ojos hasta mis orejas, mis labios temblorosos eran mordidos para evitar que cualquier sonido de dolor saliera de ellos, con mi mano del brazo sano aparté las lágrimas de mi rostro. 

Intenté con dificultad sentarme en la cama y mirar a alrededor, notando algo completamente nuevo. Por la ventana, rayos de sol se infiltraban entre las cortinas, había amanecido.

Diario de un amigo imaginario ~ JinSuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora