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Raramente, el barrio estaba tranquilo. Era un domingo soleado y caluroso, mientras que algunos pibes compartían una bebida en las puertas de sus hogares, o en la esquina. Las personas estaban dentro de sus casas haciendo los asados tan típicos, aunque no todos; solamente los que tenían la oportunidad. En una casa, había dos hermanos. Tomás y Francisco. El primero de diecisiete años y, el segundo, de cinco. Ellos dos estaban sentados contra el paredón de su pequeño hogar, o lo que eso podían llamar un hogar. Compartían una manzana que la verdulera de la esquina les había regalado; -Con suerte, mañana nos dan otra.- dice Francisco en su tono aniñado.

-Disfruta de esto, Fran.- responde Tomás, mientras le da su trozo de manzana. -Mañana nos vamos a preocupar por que comer. No vas a pasar hambre.

Su hermano pequeño, alza una ceja. -¿Y vos no tenés hambre?- le pregunta. -¿Porque me das tu manzana? Comela, comela.- le ordena.

-No. Come vos. Y después acostate a dormir la siesta ¿Si?- y es que, Tomás se saltaba casi siempre las comidas. Siempre le regalaba sus roción diaria a su hermano. Campos mayor, sufría anorexia. Pero, le ocultaba todo a su hermano y al mundo usando ropa extra-grande; -¿Hiciste la tarea?

Su hermano asiente. Él trata de ayudarlo, pero no puede. Aparte de todas sus carencias, es analfabeto. Nunca pisó una escuela ni por casualidad. Y no porque no quisiera: Si no, porque los padres tan ignorantes que tuvieron alguna vez, le dijeron a Tomás que no seria necesario la escuela a una persona que trabajaba. Eso, claramente, es falso. Una persona necesita educación. Siempre.Trató de unirse a la secundaria varias veces, pero siempre necesitó a un adulto para que lo inscriba y él, no tenía a nadie.

Francisco se dirigió adentro y se acostó en el colchón que había en el piso. Tomás le abrió la ventana para que corra por lo menos una ráfaga de viento.
-¿Vos pensas que mamá y papá van a volver?- preguntó.

Tomás asintió. -Ya sabes, todas esas cartas dicen que van a volver, pero que tenés que esperar.

Francisco sonrió. Eso lo aliviaba. Aunque, a Tomás no. Se le acababa el tiempo de espera de su hermano menor. Claramente, sus padres nunca volverían después de que a ambos les quitaran la vida por ajustes de cuentas. Desde entonces, Tomás fingía que Manuel y Teresa les mandaban cartas, al menos para que la ilusión de Francisco, no se rompa.

Él daría la vida por su hermano.

Cerró la puerta de aquel lugar y caminó un par de pasos fuera de su casa, miró hacia los costados y suspiró. Le gustaria haber tenido otra vida. Haber sido atendido por aquel estado que prometía tantas cosas, pero no hacia ni la mitad. Y no todo dependía de la política. Si no, de la solidaridad. Tomás no pedía que lo hagan millonario. Él era millonario teniendo la sonrisa de su hermano todos los días. Tomás solamente pedía una buena vida. Un hogar sin extravagancias. Comida. Personas que lo quieran. Un tratamiento para su enfermedad.

A unos metros de la casa de Tomás, estaba Julieta. La chica del barrio. La morocha. Juli K. Cazzu. La hermana de Tobías, un chico siempre metido en problemas; -¡Tobías! ¡¿Te olvidaste de pagar la cooperativa de mi escuela?!- grita la jujeña mientras entra a su casa escandalosamente. Su papá está tirado en el sillón, borracho, como siempre. Julieta se paraliza al verlo. No esperaba que este ahí, ya que siempre llegaba otros días, o, a otras horas. -Pa.- susurra.

Pedro entreabre los ojos y sonríe.
-Hijita.- susurra él. Extiende sus brazos y su pequeña hija, mejor dicho, no tan pequeña, acepta ser abrazada. Pedro Cazzuchelli, alcohólico deprimido.  -Te extrañé.

-Papito ¿Dónde estabas?- pregunta su hija notablemente afectada. La jujeña apoya su cabeza sobre el pecho de su padre. Después de la muerte de su madre, los tres quedaron en la nada.
Pedro se rindió. No quiso hacerlo, siempre que pudo pensó en sus hijos. Pero no siempre pudo. Entonces desaparecía. No quería hacerles pasar vergüenza a sus dos hijos. Aunque Tobías, no había llevado su mejor ejemplo. Era tranza y drogadicto.

Pero ¿Qué se podía esperar?

Era el barrio.

El barrio de las ilusiones negras.

Ilusiones negras | Cazzu y C.r.oDonde viven las historias. Descúbrelo ahora