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-No...- Tomás, quien se encuentra sentado en el comedor de Julieta con nervios que le recorren todo el cuerpo, trata de leerle algo que ella le enseñó. Habían estado las últimas semanas tratando de que el recién nombrado, comience a leer. -Había...- la morocha asintió. -... Nadie por all... ¿allí?- volvió a asentir. El libro que se encontraba entre las manos de Tomás era Drácula de Bram Stoker. -E...- la palabra no salia de sus labios, era bastante compleja para él. -Ex... Cepto. Excepto.- la morocha sonrió. -Ya no puedo.

-Dale, Tomi. Si podes.- le dijo la chica. -Tenés todo para que te salga. Y, hace meses venimos tratando y siempre podes. Dale.

Él suspiró dejando el libro sobre la mesa. -No, ya no quiero.- dijo. -Me cansé.

Julieta rodó los ojos. -Pero, si te rendís tan rápido... Aunque, está bien. Hiciste lo suficiente hoy. Llevátelo a casa y practicá.- asintió. Se quedaron en silencio. Estaban solos, eran rondando las once de la mañana y Francisco estaba en el jardín. -¿Querés hablar de... eso?- preguntó refiriéndose a algo que entre ellos dos era sabido.

-No.- contestó. -No me gusta hablar de mis problemas.

Ella suspiró. -Así nunca vas a poder sacarlo... Tengo un padre alcohólico. Tengo un hermano drogadicto. Una mamá muerta. Tengo problemas de autoestima y adicción al pucho. Me fumo un porro robándole flores a mi hermano. Tengo a mi familia en contra por haber denunciado a mi tío por abuso, tuve un aborto espontáneo. La policía no hizo nada, él lo sigue haciendo.- soltó sincerándose y se rió. -¿Ves? Todos tenemos problemas. Y dudo que vos me juzgues por ellos. Contame que te pasa, Tomás. Soy tu vecina desde hace años y siempre intenté acercarme a vos.

Tomás bajó la mirada. -Me da vergüenza. Mucha vergüenza. Me doy asco como persona y si no me maté todavía es porque tengo a Francisco que es mi único cable a tierra. Pero, no quiero caer en la mierda. Mi única escapatoria cuando él se queda con sus amigos a dormir es la merca. Y no quiero seguir haciéndolo porque sé que va a ser peor.- comenzó a hablar, sintiendo como su pecho subía y bajaba con rapidez. -Tengo anorexia desde los catorce. Ahora voy a cumplir dieciocho. Trato de ocultarlo, siempre lo hice. Me diagnosticaron con eso una vez cuando estaba en educación física y me desmayé porque no comía absolutamente nada. Me llevaron al hospital y ahí le dieron los resultados a mi vieja. A quien, poco le importó. Me dijo "empezá a comer y vas a ver como te curás" y siguió en la suya. Francisco tenía un año. Y yo, tenia que sacar fuerzas de donde no tenía para poder salir adelante con él.- una lágrima rodó desde su mejilla hasta su mentón y la secó rápido. -No le cuento mis problemas a nadie porque no me gusta dar lástima, Julieta.

-No.- soltó ella. -A mi no me das lástima, Tomás. Yo ahora me doy cuenta de lo fuerte que sos para seguir adelante con tu hermanito.- colocó su mano sobre la del morocho. -Vamos a ser amigos, Tomi. Yo siempre voy a estar para ayudarte.

-¿Porque? No me conoces, no sabes si soy bueno, porque puedo estar mal económicamente y anímicamente, pero no conoces nada de mi.

Suspiró. -Entonces, voy a concerte.


Ilusiones negras | Cazzu y C.r.oDonde viven las historias. Descúbrelo ahora