Capítulo 03

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Miró el reloj y bufó exasperado.

El mocoso ya se había atrasado 15 minutos y no le había llamado o enviado un mensaje para disculparse.

Decidiendo que lo habían dejado plantado, tomó su mochila y se levantó de la banca para caminar a casa, deteniéndose cuando un lujoso auto negro cerró su camino.

- Hey, asalariado – llamó la molesta voz desde la ventana – vamos, tengo hambre –

El mayor se mordió la lengua para no responder, y caminó hacia el auto, extrañándose cuando un hombre abrió la puerta por él.

- Siéntate lo más lejos que puedas. No quiero que me contagies –

- ¿Contagiarte qué? –

Sí, idiota. Eso es lo que debías responder.

- Lo que sea que tenga la gente como tú – dijo girándose hacia la calle para ignorar su presencia.

Luego de un rato, el mayor dejó su orgullo de lado para preguntar.

- Jisung – aclaró su garganta - ¿puedes darme tu dirección? –

- ¿Para qué? –

- Debo avisarle a mi roomie hacia donde me dirijo –

El menor soltó un suspiro pesado.

- Como molestas – dijo arrebatándole su teléfono para comenzar a teclear – ten –

Aceptó el aparato sin decir nada, mirando también a la ventana en silencio.

¿Cuál era su puto problema?

Además de ayer, Jeno no recordaba haber sido grosero con él o siquiera hablarle. No sabía porque ese idiota lo trataba tan mal.

Tal vez era clasista.

Después de un rato de incómodo silencio, llegaron a la residencia del chico.

Bajaron del auto ya estando dentro del garaje, esta vez, esperando paciente a que el chofer abriera la puerta por él.

- Gracias – respondió tímido.

- No es nada, joven – dijo el amable hombre.

- No hables con él – ordenó el dueño de la casa.

Jeno lo miró perplejo.

¿Acaso no le importaban los sentimientos de las personas?

Ese pobre hombre era un humano, al igual que ellos.

- No sea grosero, Jisung – regañó el empleado – el joven puede ofenderse –

Oh.

El mencionado rodó los ojos.

- Ni siquiera lo conoces - murmuró antes de despedirse de él haciendo una marcada reverencia y entrar a la casa.

El mayor no sabía si sentirse ofendido, o profundamente aliviado de no tener que pasar por una incómoda situación.

Siguió al mocoso al comedor y tomó asiento cuando el otro le indicó.

- Espera aquí – pidió entrando en la cocina.

Una vez solo, aprovechó para mirar a su alrededor.

El comedor era más grande que su departamento completo, punto.

- ¿Quieres comer? – preguntó saliendo nuevamente – ¿qué digo? Por supuesto que quieres, probablemente no has comido en días –

- Estoy bien – negó – no tengo hambre –

Que mentira tan descarada.

- No me importa – sinceró – dejaron el almuerzo para dos personas, y tú vas a comer por educación. Quiero pensar que la tienes ¿es así? –

- La tengo – respondió en voz baja.

Jisung entornó los ojos.

- ¿Qué haces? –

- ¿De qué hablas? –

- ¿Por qué ahora estás siendo todo...? – bufó – olvídalo – dijo adentrándose nuevamente.

Bien, tal vez sí lo había escuchado.







Yuta leyó el mensaje y negó decepcionado.

Odiaba sentir que le estaba fallando a su pequeño amigo, que no podía ayudarle de ninguna forma porque no sabía cómo.

Suspirando pesado, se agachó a tomar los paquetes de flores que acababa de armar para comenzar a colocarlos con cuidado sobre los estantes.

A decir verdad, amaba mucho su trabajo.

Estaba rodeado de colores bonitos y deliciosos aromas la mayor parte del día. Su jefa era increíblemente generosa y los clientes siempre estaban en apuros, por lo que pocas veces se daban el lujo de tratarlo mal.

El problema era la paga.

Nunca era suficiente.

Aún así, sonrió gentilmente a su potencial cliente, y se encaminó hacia él.

- Buen día – saludó - ¿cómo puedo ayudarle? –

Al menos podía generar comisiones.







Apenas puso un pie dentro de su casa, su teléfono comenzó a sonar.

- ¿Sí? – respondió sin mirar el contacto.

- ¿Cómo te fue con Park? –

- Estoy seguro de que me escuchó – recordó con pesadez – en una situación normal solamente me habría ignorado. Hoy no fue el caso –

- ¿Fue grosero? –

- Más bien cruel – rió – se la pasó recordándome lo pobre que soy y por qué era tan afortunado de trabajar para él –

- ¿Para él? –

- Ya sé – bufó – lo peor es que no puedo defenderme. No puedo decir nada porque sé que tengo la culpa –

- Claro que no –

- Claro que sí, Mark. Lo sabes –

- De todos modos no lo mereces –

- Él piensa que sí –

- Que piense lo que quiera, él no puede quebrar tu espíritu –

- Él podría comprar mi espíritu –

- ¿Entonces te rendirás y lo soportarás? –

- Sólo hasta que terminemos la asesoría –

- ¿Y eso sería en...? –

- Un par de semanas –

- Mierda – se escuchó el claro sonido de una puerta abrirse – Markie, ven a jugar conmigo –

- Salúdame a Nana –

- Como si hubiera tiempo para eso – dijo colgando la llamada.

En ese momento de su vida, de verdad quería cambiar de lugar con Mark.

Y quién no.

My kind of loveWhere stories live. Discover now