Capítulo 3: *Danger*

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El agua se escurre por mi cuerpo mientras enjuago la espuma de mi cabello. Por momentos, mi mente divagaba en el espacio y me pregunté infinidades de veces quién era ese caballero. Me era conocido, no me equivocaba. Pero el malestar presente en todo mi ser no me permite ver otra cosa que no sea yo acostada en una cama con todas las cortinas cerradas, mientras dormía y se me pasaba la resaca. Por qué no recuerdo lo sucedido ayer? No bebí lo suficiente como para haberme embriagado y no recordar nada hoy. Ni siquiera sé si en verdad me acosté con aquel apuesto hombre, y me maldigo por no rememorar lo acontecido.
Cierro el grifo y seco mi cuerpo, para luego cubrirlo con un albornoz color celeste. Abro la puerta, encontrándome a Ashley recostada en su cama con una bata rosa pastel, ya que ella se ha duchado antes que yo. Me tumbo en la cama y suspiro con los ojos cerrados, dejando que todo mi cuerpo se relaje.
―Joder, amiga. Que hambre tengo ―dice ella con la voz arrastrada y ronca.
―Mi estómago sólo quiere un poco de jugo. Si tienes hambre pide el desayuno ―respondí con pesadez y con mucha sed.
Observo cómo mi amiga levanta el teléfono y, antes de hacer el pedido, se escuchan unos toques en la puerta. Abro nuevamente los ojos y miro a Ashley.
―Abre tú, yo voy pedir el desayuno.
―Hacer eso es tan complicado? Es sólo levantar el teléfono y marcar un botón.
―Y qué me dices de todas las letras que tengo que decir para pedir el desayuno. ―Dos toques más se escucharon. Me levanto poniendo los ojos en blanco y abro la puerta con obstinación.
Me relajo al ver a mi hermana sosteniéndose la cabeza, la invito a pasar, lo cual no tarda en hacer y, fatigada, se sienta en mi cama.
―Si van a pedir el desayuno que sea para cuatro personas, Rachel también viene. ―Se acerca a la cómoda y toma una botella de agua, de la cual bebe como si llevara un siglo sin ingerir.
―No te da vergüenza andar por los pasillos del hotel con sólo una bata? ―Ella niega y continúa bebiendo.
―No sabía que el color amarillo pastel te quedara tan bien.
―A mí todo me queda bien, hermanita. La de Rachel tiene esta misma tonalidad pero en verde.
―Servicio de habitación? ―pregunta mi amiga, y pongo toda mi atención en Jennifer, la cual solloza muy bajo.
―Qué pasa, Jennifer? ―Ella niega y coloca un puño en su boca.
Ashley termina el pedido y se centra en Jennifer, que parece un pequeño cachorro lastimado.
―Qué le sucede a tu hermana? ―pregunta confundida, tanto como yo, por lo que levanto mis hombros demostrándole que tan ajena estoy a la situación.
Vemos cómo mi hermana se arrodilla y suspira. Ambas observamos y prestamos atención esperando a que diga algo.
―Prométanme que si se los digo no se burlarán de mí. ―Ashley y yo nos miramos y luego regresamos la mirada a ella.
―Lo prometemos ―respondimos simultáneamente.
―Pues miren. ―Toma un poco de aire y luego continúa―. Hoy me desperté al lado de un tío que estaba súper bueno. Los dos estábamos desnudos y él me abrazaba por la cintura. Me giré y le vi la cara… Uff, estaba genial. Era hermoso y tenía un cuerpazo de muerte.
―Sí, echaste un polvo con un tipo que estaba súper bueno. Por qué te lamentas? ―exclamó Ashley entre carcajadas.
―El problema no es que me acosté con él, el problema es que no me acuerdo y eso duele mucho. No sé por qué no recuerdo nada, si no bebí lo suficiente.
Ashley desvía la mirada y le arrebata la botella a Jennifer para sorber agua.
―Oye, no he terminado ―dice Jennifer a la vez que le arrebata la botella, pero ya está completamente agotada. Le da una mirada importuna y luego continúa hablando―.  Creo que la única que tuvo una noche formal fue Rachel. Cuando llegué a nuestra habitación ella estaba con su pijama y muy dormida.
―Todavía no entiendo esa pérdida de memoria. Lo único que bebí fue lo que nos dio Ashley y luego en el club, pedí un Long Island. Nunca me había sucedido esto ―dije mientras paso las puntas de los dedos por mi cabello aún húmedo.
―Carol, soy tres años mayor que tú, salgo desde adolescente y nunca me había ocurrido algo parecido, y me viene a ocurrir a mis veintisiete años. Mamá me mataría y papá ya me estuviera enterrando. ―Jennifer se levanta y se acerca a la ventana para continuar hablando―. Esto debe tener una explicación, aunque esté muy oculta.
―Haber chicas, hay algo que… ―Ashley es interrumpida por un llamado en la puerta, se levanta de sus asiento y se acerca―. Quién es? –pregunta.
―Servicio de habitaciones ―respondieron del otro lado. Sin más, abre y entra una chica con nuestros pedidos, los cuales deja en una mesa que se encuentra cerca de una de las ventanas. Ashley toma su bolso y le entrega una pequeña propina a la chica.
―Necesito café ―exclamo, al mismo tiempo que camino rápido y me preparo una taza de café puro. Opto por sentarme en una de las sillas que estaba alrededor de la mesa, mientras percibo la esencia del líquido oscuro.
Mi hermana se acerca para beber un jugo y Ashley se sienta frente a nosotras a la vez que se sirve unos croissants, pero se mantiene sin probar bocado alguno. Es como si tuviera un pesar o alguna preocupación. Sin tomar inquietud alguna, continúo absorbiendo mi café con calma, mientras disfruto de su amargo sabor con mis ojos cerrados.
―Hola chicas. ―Escucho cómo Rachel irrumpe en la habitación, haciéndome abrir los ojos nuevamente―. Tengo algo que pedirles. ―Su rostro es una liga de sentimientos; es tan difícil de descifrar, que no sé si es miedo o vergüenza.
―Pide lo que quieras y ven a desayunar. ―Rachel se sienta junto a nosotras y corre con sus manos un mechón de cabello posándolo detrás de su oreja.
―Pues miren… yo… necesito una de esas.
―De esas? Mujer, todavía no somos adivinas ―reprocha Jennifer.
―Una de esas pastillas, las del día después. ―Jennifer comenzó a toser, Ashley dejó caer los cubiertos y el café que yacía en mi boca regresó al mundo exterior.
―Ayer tuviste sexo, y de forma imprudente ―le recriminó Jennifer, intercalando la mirada entre nosotras tres―. Dónde está mi mejor amiga? Me la han cambiado.
―Por dios, Jennifer. Sólo se divirtió un poco. No sé de qué te extrañas, si tú anoche también recorriste los senderos del placer ―le dije agarrando una servilleta para limpiar el excedente de café de mis labios.
―No sé qué me sucedió ayer, sólo recuerdo que comencé a sentirme rara. Mi cuerpo estaba muy descontrolado, quería hacer tantas cosas a la vez que me frustré. Luego, mi garganta se sintió seca y empecé a sentir mucho calor, demasiado para mi gusto. El cambio de las luces en el club empeoró todo, y ya no recuerdo lo que sucedió después. Sólo sé que desperté en una habitación diferente, con un hombre que nunca había visto en mi vida, pero me fue fácil salir ya que él estaba muy dormido ―explica Rachel pasando sus dedos índice y corazón por su cien.
Escuchar su historia provocó fracturas en mi cerebro, pequeños recuerdos en mi cabeza. Sus síntomas eran idénticos a los míos, y debo admitir que eso es muy raro.
―Hay algo raro aquí. Yo también me sentí así, mis síntomas fueron idénticos a los tuyos ―exclama Jennifer, interrumpiendo mis recuerdos y convirtiendo a esta situación en más misteriosa.
―Chicas, relájense y escuche lo que tengo que decir ―interviene Ashley tomando una bocanada de aire―. Recuerdan la bebida que les di anoche? ―Todos asentimos extrañadas mientras la observamos―. Pues digamos que tenía una pequeña ayuda para impulsarnos a la diversión. ―Recuerdo nuestros tiempos de universidad y me pongo nerviosa con sólo escucharla decir eso.
―Qué quieres decir con una pequeña ayuda, Ashley ―espeto.
―Cómo les explico?
―¡Ashley! ―le advierto con mi paciencia agotada.
―Conocen el éxtasis? ―Ninguna hace expresión alguna―. Pues digamos que le agregué un poco a los chupitos de anoche.
El silencio se apodera de toda la habitación hasta que Rachel se levanta para reprenderla.
―Nos diste droga. En serio? Te has vuelto loca? Sabes las consecuencias de lo que hiciste? Pudo haber pasado algo realmente grabe.
―Sólo quería que se divirtieran.
―Sí, pero esa no es la forma apropiada para divertirse ―le recrimina Rachel, aún molesta.
―Ya relájate. Deberías agradecerle porque al menos tuviste una noche de una mujer joven y no te amargaste en tu cuarto leyendo ―interviene Jennifer, acercándose a Ashley para tomar sus dos manos―. Yo sólo quiero agradecerte por darme la oportunidad de tirarme a ese tío.
―Jennifer, estás loca? Nos drogó. Sabes lo que significa?
―Ya apacíguate, Rachel. Eso no es tan malo. Sólo tenemos veintisiete años, es momento de divertirse. ―Rachel niega con la cabeza, saliendo de la habitación como una fiera.
―Ya se le pasará. Nos vemos luego. ―Jennifer se despide para ir detrás de su amiga.
―Sabes que no vas a tocar nada que sea de beber o comer por un buen tiempo. ―Ashley me asiente mientras nos observamos con seriedad, pero después de unos segundos comenzamos a burlarnos juntas de la situación.

Mr JonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora