Ocho años tras el macabro incidente de La Calle 24:
Se hace viral el canal de YouTube de un cartero jubilado y su gato. Sus videos acumulan miles de visitas. Como era de esperar, esto no tarda en llegar a manos del inspector Williams.
—Señor, tiene que ver este video. El gato es de lo más adorable que hay en el mundo y las anécdotas de este hombre son de lo más entretenidas.
—Subinspector Brown. ¿Acaso esto tiene algo que ver con el caso del homicidio múltiple del grupo de narcos gallegos en el que debería estar trabajando?
—No, Señor. Pero sigo insistiendo en que lo vea.
El subinspector le tiende el aparato a su superior con el video preparado para ser reproducido. Al pulsar el play y dar comienzo el animado video, los ojos de Williams quedan abiertos de par en par. Tarda varios segundos en reaccionar y parpadear de nuevo. Sus ojos enrojecidos comienzan a lagrimear, dándole un aspecto salvaje y peligroso a su mirada. Esto, junto con el temible gesto en el que se contrae su rostro, resulta de lo más amenazador, o eso le parece a Brown, quien a lo largo de su vida profesional, casi a diario, se enfrenta cara a cara con los más sanguinarios asesinos y ni estos especímenes habían sido capaces de remover sus entrañas como su jefe con aquella terrible expresión.
—¿Se...se encuentra bien, Señor? —tartamudea nervioso el hombre.
No recibe respuesta alguna por parte de Williams. Sus ojos siguen clavados en la pantalla del celular que aún sostiene entre sus manos, mientras el video se reproduce un y otra vez, en un bucle eterno.
—Señor, le prometo que no volverá a pasar. No volveré a perder el tiempo con estas cosas durante el horario laboral —manifiesta el aún preocupado Brown.
Un fuerte golpe sobre la mesa provoca que el subinspector retroceda hasta diez metros de un solo salto.
—¡Malditos canallas! —ruge Williams.
Se levanta presuroso y se dirige al ya roñoso archivador de su despacho. De entre tantas carpetas selecciona una de las más olvidadas en el fondo del mueble. Lanza los documentos sobre la mesa y los esparce compulsivamente en busca de algo.
— ¡Mira! —le señala a su compañero.
Dos fichas policiales descansan frente a los desconcertados ojos de Brown. Este las mira y con tan solo un primer vistazo comprende la reacción de su jefe.
—¡Estaban compinchados! —exclama el subinspector.
—Pero ¡¿cómo?! —clama Williams dejándose caer de nuevo en su asiento.
El subinspector Brown se dedica a revisar con detenimiento los folios sacados de la carpeta en busca de alguna pista.
—Repasemos los hechos —dice Williams balanceándose en su silla.
—La enemistad entre la vieja y el perro era bien conocida por todos, por lo que nadie duda de la iniciativa de esta en el crimen, pero resulta que ella también falleció en el acto —reflexiona Brown.
—Está claro que el gato y el cartero colaboraron para quitarse de en medio al pobre perro.
—Pero Señor, ¿de qué sirve remover el pasado si el crimen ya ha expirado? —cuestiona Brown.
—Necesito saber la verdad. Y la obtendré cueste lo que cueste. Vayamos a hablar con ellos.
Así se hizo:
El cartero, quien por su oficio conocía los habituales tránsitos de la señora y del perro, junto con el gato, que conocía el escenario de cabo a rabo. Ambos conspiraron para perpetrar el crimen perfecto. Nadie sospecha de un gato parado en la acera que observa, ni de un cartero que camina tras de alguien entre calles, parando de cuando en cuando en alguna casa con el pretexto de entregar una carta.
Conociendo la rutina de su víctima principal, Firulais y la de la vieja, solo era cuestión de precisión matemática. Nadie sabría de su del papel que los involucraba en aquel premeditado accidente.
Calcularon al milímetro la trayectoria de ambos individuos, recogieron la muestra que debían dejar preparada en el punto adecuado, antes de lograr su hazaña. Todo ello, sin necesidad siquiera, de permanecer en la escena del crimen en el momento en el que se perpetrara el mismo.
Todo salió según lo planeado, los cálculos no fallaron y el zapato de la vieja golpeó al chucho con la fuerza óptima. A los implicados solo les quedaba asegurarse de tener una buena cuartada y conseguir ser vistos en el momento del crimen por el mayor número de testigos posibles. Así lo hicieron.
El cartero se hallaba repartiendo dos calles más abajo y los vecinos lo vieron pasar de hogar en hogar. El gato se aseguró de armar jaleo entre los contenedores de la calle contigua para llamar la atención de varios transeúntes.
Con esto solo queda descifrar un misterio. ¿Cómo llegó a oídos de los niños tan macabra canción? Solo espero que me dé tiempo a dejar todo esto por escrito, para que lleguéis a comprender la astucia del gato antes de que lleguen a mí y me callen, pues creo que ya sospechan de mí. La clave de este misterio reside en...
Gracias a todos los que habéis dado una oportunidad a esta historia a pesar de los prejuicios que pudiera generar la falta de seriedad en la portada y la sinopsis. Solo espero que haya merecido la pena y que os hayáis reído con tanta tontería.
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El asesinato de mi perro© |COMPLETA|
Humor⚠️La autora no se hace cargo de traumas o dolores musculares por ataques de risa⚠️ ** Mi perro y una vieja han sido brutalmente asesinados. ¿Quién será el asesino? ¿Por qué lo hizo? ¿Cuál fue el arma homicida? Las respuestas a estas preguntas se ha...