Capítulo IV: Un nuevo comienzo

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El palido rostro y la mirada penetrante del joven de cabello blanco provocaban una inmensa curiosidad dentro de Elaine. A su vez le parecían extraordinarios los ojos color rojo que se asimilaban a la sangre.
Al ver que había dejado caer su violín, la joven lo toma preocupada y revisa si hay algun rasguño, a su fortuna el violin estaba en perfecto estado. Elaine guarda el violin en el estuche.

-Mi nombre es Siro-. Dijo el chico al fin-. Solo Siro.

La suciedad que el chico tenía parecía desvanecerse con el agua proveniente de la lluvia. El joven se acercó a Elaine y ella se colocó pegada a la puerta de la casa en la que se hallaba.

-Nunca te he visto por aquí, y este pueblo es considerablemente pequeño-. Expuso Elaine cautelosa.

-Digamos que soy nuevo-. Respondió Siro indiferente-. O algo así.

-¿Y tus padres?-. Preguntó Elaine aún con dudas.

-No tengo.

-Es imposible que vivas aquí, es la primera vez que veo un vagabundo en esta zona de mi casa. Además digamos que tus apariencias son bastante llamativas como para no acaparar la atención.

-¿Qué es esto? ¿Un interrogatorio?-. Cuestionó Siro enojado-. Si me disculpas no tengo ganas de responder tus dudas que a mi parecer no te incumben. Acabo de pasar por un momento agotador y agobiante, así que necesito un respiro. ¿Si?

-Lo siento-. Dijo Elaine arrepentida.

Luego de un par de minutos el par de chicos no se dirigió la palabra. Siro no tenía buen aspecto, parecía que en cualquier momento se desvanecería con el viento. Elaine aún tenía dudas, pero ya se estaba haciendo tarde y su padre se enojaría. En realidad su padre estaría enojado aunque llegase temprano; siempre solía estarlo y su furia se dirigia directamente hacia Elaine. Ella no quería volver a su casa.

De repente Siro pegó un golpe en el tacho de la basura, y Elaine observó que estaba llorando. La joven dejó su violín y fue a ayudarlo.

-¿Estás bien?-. Preguntó Elaine preocupada-. No era mi intención hacerte sentir mal.

-Todo es mi culpa. Nunca debimos organizar ese estúpido plan.

-¿Plan? ¿De qué hablas?

Seguido de esas palabras el joven de ojos rojos se debilitó y cayó al suelo. Elaine pudo sujetarlo antes de que cayera bruscamente y le tomó la fiebre con su mano. Efectivamente tenía, estaba ardiendo.
A su suerte una puerta se abrió a sus espaldas, se trataban de los dos vecinos con la casa pintoresca, que vivían a lado de la casa de Elaine. La primera en hablar fue una señora de avanzada edad de dulce rostro y aroma a galletas, que al ver a los jovenes no dudó en invitarlos a pasar. Detrás de ella se hallaba un señor un poco mayor que la señora, el cual tomó con delicadeza el violin que Elaine había dejado en la puerta.

-Elaine querida, tanto tiempo sin vernos-. Dijo la señora feliz al verla-. Vamos, entra. Te invito una taza de chocolate caliente.

Elaine aceptó su oferta sin dudarlo, y el señor al ver la situación de Siro fue a ayudarlos. Lo tomó y lo llevó en brazos con un poco de esfuerzo.
Al entrar a la casa un delicioso aroma se apoderó de Elaine cuando olfatea el chocolate caliente terminandose de hacer. Siro mientras tanto se hallaba recostado en el sofá de la sala, con una manta encima de él y un paño frío en su cabeza.

-¿Por qué no nos has visitado últimamente?-. Preguntó el señor mientras bebían chocolate caliente-. Tu presencia hubiese alegrado la casa.

-Martin querido, no ves que ya es una jovencita a poco tiempo de ingresar a la universidad-. Justificó la mujer sentándose junto a Elaine-. Seguro tiene muchas cosas mejores que hacer que hablar con dos ancianos como nosotros.

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