Capítulo 4

1 0 0
                                    

Desperté adormilada por los rayos del sol en mi rostro y como es costumbre encontré a Zeus pegado casi a mi cara pidiendo comida, lo tome en brazos y lo lleve a la cocina, tome su comida y deposite una buena cantidad en su platito, quería un batido de frutas o algo así, antes de abrir la nevera note la hoja pegada con un imán, "Tuve que ir a familiarizarme con los pacientes y las salas de operaciones donde voy a trabajar, te deje hecho el desayuno y la comida en el horno, vendré hasta tarde, con amor, Mamá."; lo leí en voz baja, me encogí de hombros y procedí a abrir la nevera, saque lo necesario para el batido, partí la futas en trozos pequeños, y los licue, mientras metía a calentar el desayuno que me dejo mamá, desayune bastante tranquila y por ultimo me cambié por ropa deportiva cómoda para entrenar un poco en el sótano de la casa, no estaba equipado pero de algo servían los botes de arena de gato, después de entrenar unas buenas 2 horas subí a bañarme, me cambie normal, unos jeans claros y una blusa blanca sencilla, mis tenis y estaba lista para tirarme en mi cama.

La verdad no tenía mucho que hacer así que estaba tirada en mi cama sobando la pancita de Zeus mientras veía mis redes sociales; vi una foto de Sebastián con el uniforme del equipo de americano donde se le veía sudado después de algún partido, está foto tenía muchos corazones, la verdad es que es muy guapo, atlético, alto, fuerte, ojos azules penetrantes y una cabellera negra sin igual, pero somos como hermanos y pensar de otra forma de él me causaba escalofríos.

Pase la foto no sin antes ponerle un "me encanta" y seguí viendo las demás fotos, recordé que quería un equipo de ejercicio en el sótano por qué este último entrenamiento fue muy austero, lo encargue y según esto llegaba mañana, después de eso me aburrí demasiado fácil y viendo el gran bosque por el ventanal decidí ir, nada malo podía pasar, era de día, solo quería explorar, el sol estaba en su punto y unas tremendas ganas de ir me invadieron.

Salté de mi cama y me encaminé por la puerta trasera, Zeus venía detrás de mí, lo cual no era extraño, se restregó un poco en mi pierna y siguió su camino junto a mí.

— Que pasa lindo, tú también quieres ir al bosque. —su respuesta fue un tierno "miau".

Ambos nos encaminamos dentro y conforme iba pisando más el bosque, más se sentía un poco muerto, ¿Cómo lo sabía?, no sé, era como una sensación que me recorría de pies a cabeza y me traía tristeza, quería ayudarles, entre más nos metíamos al bosque más triste me sentía.

Poco a poco me fui adentrando aún más al bosque, perdí de vista mi casa y lo único que escuchaba claramente eran las pisadas de Zeus a un lado de mí, mis ojos recorrían cuánto podían y no dejaba de sentirme mal por la naturaleza que ahí abundaba, los árboles estaban tristes, las flores estaban marchitas y casi no sentía animales en la media hora que llevo caminando.

Se veía muchísimo más bosque a lo lejos, pero algo me llamaba más al fondo y oh maldita, imbécil, estúpida suerte que tengo, sin darme cuenta, frente a mí se alzaba una gran roca, pero no cualquier roca, la maldita roca de mis sueños, dónde estaba sentada la señora. Mierda.

El sonido de mi teléfono me hizo brincar de mi lugar, era Sebastián.

—¿Brujita? —joder tenía el corazón retumbando en mis oídos.

— Me sacaste un pedo imbécil. —me sobe el corazón.

— No sería raro la verdad. —maldito hippie hediondo.

— Debo decirte que estoy un poco en shock. —dije aun mirando la roca.

— ¿Por qué? —

—¿Recuerdas mi sueño? —después de un "ajam" de su parte seguí. —Estaba explorando el bosque y encontré la roca de mis sueños, la de la señora extraña, es idéntica.

Sombras EscarlataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora