Prólogo

320 21 0
                                    

Había ocasiones, únicas y particulares, en las que Taehyung sentía que había hecho algo bien con respecto a las teclas del piano que reposaban calmadamente bajo sus mano, impasibles ante el notable hecho de que quien las aporreaba era un total negado para el delicado trabajo.

Pero en este preciso y fugaz instante, que ya se había comenzado a desbibujar en la mente, casi siempre pero no ahora, poco concentrada de Taehyung, él sabía que había hecho algo bien. Sabía que había dado con una combinación de teclas correctas que hicieron que la melodía que flotaba en el aire y envolvía los oídos de Taehyung y de todo el que estuviera en la pequeña casa para escucharlo, sonara como lo hacía en la grabación y como habían sonado las teclas blancas y negras una vez bajo las manos de Kim Sora.

Taehyung se felicitó a si mismo, asegurándose que su madre estaba muy orgullosa de él allá donde se encontrara, porque no le gustaba admitir que realmente no tenía idea de si su mamá seguiría siquiera al pendiente de lo que él hacía con su vida. Y no porque desconociera que secretos ocultaba la muerte, el más allá, aquel plano etéreo, sino porque no llegó a conocer a su madre lo suficiente como para saber que tipo de persona había sido.

Aún así sus esfuerzos seguían puestos en intentar recrear la pieza que sus oídos captaban en la grabación que le había regalado su padre en su décimo cumpleaños, uno de los pocas cosas que le quedaban de la mujer que le dio la vida y que se había marchado sin que Taehyung pudiera agradecérselo.

Las notas se resistieron a seguir llegando de la misma forma que en la grabación, o las manos de Taehyung se negaban a seguir reproduciéndolas, o su cerebro se negaba a interpretar el correcto orden de la notas de la pieza. Era igual. Taehyung terminó rindiéndose y cerrando la tapa del piano con cansancio, y quizá, solo quizá porque no se podía decir que Taehyung fuera una persona poco constante, un poco de resignación.

Puede que por su cabeza haya pasado, sin en realidad él desearlo, la idea de rendirse y abandonar, sin saber que un pianista soberbio, antipático pero sobre todo talentoso, oiría la misma pieza que él, en su ignorancia, consideraba único poseedor y por sobre todo, único con derecho a reproducirla.

Sonata Para Una Tristeza [Taekook]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora