Ocho

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Cuando volvieron a abajo, una sonrisa iba impresa en los labios de Jungkook mientras regresaba directo al piano. Taehyung, en cambio, insistió en mantenerse solo como un oyente, devolviéndole al otro hombre el protagonismo de la noche. Aunque los clientes de tanto en tanto ojearon a su figura preguntándose si tendrían el gusto de volver a escucharlo.

Hoseok le tendió la llave para que cerrara el lugar luego de que todos los clientes se marcharan. Con una mirada fraternal le dijo que se tomara un tiempo para él, bueno, para ambos, rectificó observando a Taehyung de reojo. Su voz se volvió muy sólida cuando expresó que no debía preocuparse por su hermano, Seokjin y él estarían para cualquier necesidad que tuviera, hasta que Jungkook regresara. El aludido sonrió con gratitud y unas suaves palabras de agradecimiento abandonaron sus labios. Hoseok negó con la cabeza, "es mi amigo y me gusta pasar tiempo con él". Luego salió del local a paso ligero.

Después de cerrar el local salieron por la puerta trasera. Por la puerta detrás del mostrador se accedía a la cocina, donde habían otras dos puertas. Una de ellas, más estrecha y con la madera un poco ajada era un pequeño closet para los instrumentos de limpieza. La otra puerta, que antaño había sido blanca y ahora era verde oscuro, dejando vislumbrar el blanco en algunas esquinas donde la pintura se desconchaba, daba a un callejón que salía a la calle por ambos extremos.

Jungkook y Taehyung pisaron el callejón. Había una farola a unos dos metros de ambos, mas era imposible saberlo porque desde hace tres meses que no funcionaba. Ni siquiera la luz de la luna se colaba en aquel resquicio de oscuridad y humedad que a Jungkook tanto le gustaba. Usualmente se brindaba a cerrar la cafetería las noches que tocaba, que eran muy pocas, para así poder salir por esa puerta y encontrarse con la reconfortante oscuridad infinita de aquel lugar. Le parecía como si no hubiera nada más allá de aquel callejón y eso era tan gratificante que lo dejaba sin respiración por un momento. La cual se volvió algo erratics segundos después cuando se percató de que le estaba mostrando a Taehyung uno de sus lugares predilectos para escapar, al menos, momentáneamente.

JungKook tomó asiento en la acera con la soltura de quien lo ha hecho muchas veces antes, sin titubeos y sin medir dónde iba a reposar su cuerpo porque sabía perfectamente como era la superficie debajo de él. Taehyung lo siguió, mientras el hombre a su lado lo observaba sin ser capaz de definir sus rasgos. Ambos eran solo dos sombras en la noche.

Las manos de Jungkook rebuscaron en los bolsillos delanteros de sus vaqueros hasta dar con el paquete de cigarros que sabía estaba ahí. Sus ágiles dedos abrieron la caja que aunque llevaba dos días con él, aún permanecía cerrada. El encendedor iluminó por segundos la aparentemente impenetrable oscuridad y dejó ver a Jungkook los ojos poco impresionados de su acompañante, pero siempre tan intensos que el aparato en su mano tembló muy levemente.

Taehyung observó con mucho esfuerzo como sus labios se acomodaban alrededor del extremo del cigarro y aspiraba una calada intensa. La punta del objeto brilló delante de su rostro, único foco de iluminación en aquel pozo sin fondo.

—Somos sólo medios hermanos, ¿sabes? —. Dijo Jungkook después de inhalar el aire lentamente, como si no quisiera dejarlo ir del todo.

—¿Me das uno?

—¿Un qué?

—Un cigarro.

—No pareces de la personas que fuman.

—No lo soy, pero a veces desearía tener uno en ciertos tipos de conversaciones. Siento que las haría más llevaderas.

Jungkook no espetó ninguna réplica, se limitó a tenderle el objeto pedido al hombre con una tenue sonrisa en los labios que, obviamente, su compañero no notaba.

Sonata Para Una Tristeza [Taekook]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora