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Doblar ropa: mi tonto y productivo hobby favorito. Cada vez que me sentía perdido en mis pensamientos y no sabía cómo manejarlos, mi forma de huir de ellos era acomodando la ropa que casi siempre permanecía doblada y perfecta sobre los estantes.

— ¿Qué haces, dulce?

La abuela, siempre atenta a mis sonoros bufidos, me miró con cariño.

Todavía saltaba en mi cabeza el recuerdo de que se había puesto muy preocupada después de verme llegar con dos algodones en la nariz, un abrigo ajeno de mujer y la campera ensangrentada tranquilamente llevada bajo el brazo. Me preocupaba más la estabilidad de la abuela que la mía, ya que no paró de hacerme preguntas por un largo rato. Al cabo de media hora, me hizo un té y me dio un abrazo mientras me decía que tenía que llamarle cada vez que me pasaba algo fuera de casa; cosa que ya sabía pero que se me había pasado de largo por los conflictos mentales que habían aparecido al intentar comprender a personas ajenas a mi.

La abuela me hacía sentir feliz de tenerla, pero triste por no estar al nivel de ser su nieto.

—Doblando ropa —contesté—. Doblando ropa, camisas y abrigos, porque perdí el sentido de mi vida.

—Ahhh, ¿ya lo habías encontrado? Ya quisiera tener tu suerte; aunque mejor no encontrar el sentido para no sentir su pérdida, ¿verdad? —se quedó mirándome con una sonrisa, a la que no reccioné—. Ja, ja. No me mires así. Tu abuela también piensa en esas cosas, ¿sabes? Pero, por ahora, solo me concentro en que no aparezcan canas sobre ésta linda cabecita de muñeca que tengo.

No podía encontrar una respuesta rápida. Yo me encargaba de teñirle el pelo de un color rubio caramelo, aunque siempre le decía que las canas no se iban a notar en un pelo tan claro como el suyo.

—Abuela... —al fín noté como iba vestida—. Abu, ¿a dónde vas tan arreglada?

—A la iglesia, chiqui. Qué te parece, ¿estoy linda?

Giró sobre sí misma y se quedó modelando en el lugar.

—Siempre estás linda abu, ¿pero porqué hoy querés estar más linda?

—Bueno, dicen que para el amor no hay edad y yo tengo mucho amor que dar —cayó sus risitas con su mano—. Mentira, Alex. Una mujer no necesita razones para vestirse como quiere, cuando definitivamente lo hace por si misma, pero si querés una razón podría decir que me hace sentir muy bien. Bueno, voy tarde. Acordate que cerras más temprano, eh. Decime a que hora y cuál es la oferta del día...

—Cerramos a las siete y la oferta es que todas las medias finas están a mitad de precio y, si quieren llevar más de una, hay el malévolo 3x1 —solté cansado.

Al menos, la abuela sonrió.

Después de terminar de doblar todas las prendas, proseguí a acomodarlas en los estantes que se encontraban detrás del mostrador. Hacerlo me daba paz mental. El orden siempre por color, la comodidad y satisfacción que se veía en cada hilera, llena de un control que yo podía crear; era como un falso consuelo, porque ese mismo orden era el que añoraba tanto en mi vida.

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⏰ Última actualización: Feb 21, 2021 ⏰

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