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—No tengo miedo porque estás conmigo

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No tengo miedo porque estás conmigo...







No quería crecer, pero lo hice. Cuando alcancé los dieciocho en mi último año de secundaría quise retroceder, pero sabía que era inevitable y eso me generaba un vacío extraño ante lo desconocido. Y todo ese vacío era un vacío que persistía, tan nítido que siempre aparecía en momentos aleatorios; sí, todo muy depresivo y molesto.

—Permiso.

Levanté un poco la vista del celular y, sin mirar a la persona a la cara, aparté las piernas para que pudiera pasar tranquilamente hacia un asiento vacío. Sonreí un poco cuando me dio las gracias, todavía sin verlo y volví la vista hacia lo que estaba escribiendo.

"Te recuerdo casi como un fantasma en mi cabeza. Te sonreía desde lejos por mis propios miedos y te leía desde mi cerebro para contentar mis tormentos. Todo dentro de mis suposiciones, todo dentro de lo incierto en mi mente; todo te quería, todo tanto de lejos como en los "siempre" existentes."

—le saturadx.

Tenía una cuenta de frases en instagram que actualizaba de vez en cuando, solo cuando tenía inspiración suficiente como para expresar algo sincero y risueño sobre cualquier cosa. Sinceramente, me gustaba escribir solo para mi misma y por esa misma razón solo había elegido otra carrera en vez de letras, ya que me parecía tal la presión que sentiría al escribir por deber que preferí quedarme con el gusto del pasatiempo en vez de esa presión horrenda que me generaría mi tranquilo y libre escape de la realidad. A veces, cada elección tenía una cara diferente, todo entre las posibilidades que una sola decisión me daría.

Todos buscamos "lo mejor".

Después de terminar de subir la imagen, apagué el celular y me concentré en sacar mi cuaderno de notas junto con un lápiz negro. Al levantar la mirada noté que la mayoría ya había entablado conversación con sus vecinos de asiento, por lo que sin querer los comparé conmigo que todavía ni siquiera había visto a los costados.

Siempre fui confundida por una chica tímida, aunque realmente tenía la actitud de una persona reservada que sabía cuando quería hablar y cuando no quería interactuar con los demás. En ese momento recordé cuando, al principio de mi camino hacia la juventud, tenía tanto miedo que por un rato me convertí en una verdadera chica tímida, lo que hace que parezca que me contradigo completamente.

Giré un poco la cabeza y di un vistazo general, dándome cuenta de que el aula estaba completamente llena. No me sorprendió tanto como la primera vez que había ingresado en aquella universidad. Suspiré, me tranquilice, agarré mis anteojos y me acomodé justo para contemplar a la profesora que al llegar ya había tomado asiento sobre la mesa en donde se encontraban sus cosas y una portátil encendida.

Sobre la belleza en el enigmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora