—A veces me siento demasiado solo...
—Joven ¿seria tan amable de traer el proyector? —la profesora me lo pidió con una confianza tan gastada por los años que no dudé en que era a mí y no a otro al que se lo pidió—. Ya sabe dónde queda el almacén.
Me limité en dejar el lápiz caer sobre el "cuaderno", mientras le daba una sonrisa cortés a la misma profesora que siempre descalificaba mis trabajos en el ultimo momento, y salí del aula con la tranquilidad de que dejé todas mis cosas sin valor en el asiento que ocupaba.
Desde que volví por segunda vez a repetir el año, abandoné la idea de tener material "lindo y de calidad" para tomar las notas de las clases. Usaba un gran montón de hojas azules que me habían regalado hace unos años, que en realidad se utilizaba para impresoras, y lo había convertido en una especie de "cuaderno" bastante rústico. En cuanto a los útiles, sólo usaba los lápices que había comprado en la secundaria. Todo eso resultaba ser para mí un ahorro considerable en mis costos de estudiante. Ya me preocupaba la idea de aparecer en un episodio de Tacaños extremos: estudiantes; claro que no existía tal categoría en el programa, pero después de haberme topado con 1000 formas de morir, ya nada me sorprendía.
Salí del salón con una libertad que había ganado a la mala, repitiendo como el burro y fracasado que era. Pensaba en todo eso con un humor negro terrible, ya que todos esos malos momentos me habían golpeado directamente en las espectativas que tenía sobre el futuro. Porque, el futuro, el maldito futuro, había comenzado a tener un papel tan incierto y poco seguro que mis días en la secundaria, una vez odiados, ya se sentían tan tranquilos y rebosantes de seguridad... Recordaba muy bien el primer día de universidad. Me había sentido preocupado, desorientado, algo descompuesto y nervioso, pero el saber que era una etapa necesaria me mantenía bastante de pie.
Pero las cosas terminaron raro.
Había pasado tanto tiempo paseando por esos salones que los profesores ya me tomaban casi como si fuese un pariente, lo que no me enorgullecía pero tampoco era una molestia. Luego de que la vida se fuera tornando tan oscura y deprimente, un día entendí ese dicho de que las personas se pintaban el pelo cuando sufrían una crisis: habia pasado a tener el pelo negro.
Represento mis ganas de seguir en este lugar, pensé.
Después de encontrar el proyector lleno de polvo, lo cargué sin preocuparme de lo sucio que estaría mi suéter verde cuando llegara. Entré al aula cargando con la máquina y una extensión de cable que había encontrado colgada en la reja, sin esperame el escándalo que se producía en el aula.
Había demasiada gente parada, hablando con sus vecinos de asiento o pasando el rato. En mis años de fracaso nunca había visto una escena como esa, aún menos en el segundo día de cursada. La profesora se había ido ande saber a dónde, pero creía que seguramente fue en busca de alguna infusión como era costumbre. Igualmente, por el griterío, ya casi me hacía sentír un veterano por la molesta idea de falta de respeto que se colaba en mis pensamientos, pero seguí con mi labor. Tomé una silla vacía y la coloqué justo en medio de la sala, conecté los cables y cuando estaba volviendo para conectar el enchufe, mi mirada se encontró con algo inesperado.
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Sobre la belleza en el enigma
Teen Fiction"El tiempo y los sueños siempre fueron un malentendido en mi cabeza..." Alexander tuvo muchos sueños, pero más que sueños siempre tuvo indecisión. No sabía que la vida universitaria sería tan difícil y todos esos años yendo a la facultad, aunque se...