Capítulo 3

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Las clases ya habían terminado y yo iba camino a mi hogar. Aunque sabía que hoy a papá le pagaban y lo más probable era que fuera a emborracharse, aún cabía la posibilidad de que esté en casa. 

Se enojará al ver moretones en mi piel que no fueron hechos por él. Mi ojo herido ardía y con el veía nublado, claro, porque la sangre me impedía ver con claridad. Mañana desaparecerían los rastros de sangre eso era seguro, no es la primera vez que sufro algo como esto... Y no será la última, como siempre.

El viento soplaba con ferocidad, moviendo mi cabello de una forma agitada. Las puntas chocaban contra mis mejillas y alrededor de mis ojos, por lo que cada vez tenía que colocarme algunos mechones tras mis orejas para que así no me molesten. El día había comenzado soleado, pero en este momento las nubes negras comenzaban a llegar desde el horizonte, prometiendo una tormenta.

Las pequeñas piedras comenzaron a temblar bajo mis pies, y, dándome vuelta, logré ver como una camioneta negra se acercaba a paso medio, por encima de la tierra dejando tras suyo una larga nube espesa de polvo.

 Aun que estuviera pasando por un sendero de tierra y rocas, estaba limpia y reluciente, como si nada. Me aparté, deteniéndome para dejar pasar al coche, pero cuando ya estaba pasando por mi lado, se detuvo. No sabía si debía correr o no. ¿Quién era? ¿Me haría daño?

La ventana del lado del conductor comenzó a bajarse, dejando a la vista a un chico con una chaqueta de cuero negra con el cuello levantado, llevaba lentes de sol oscuros. Cuando me miró, me sorprendí al ver al chico de la cafetería.

—Hola... —me dijo, supongo que intentando recordar mi nombre. Pero sabía que no lo sabía, nadie me nombra por mi nombre, solo con los apodos que llevo sobre mí.

—As... Astrid.—me avergüenzo al notar que mi voz sale tartamuda. Agacho levemente la cabeza.

Él me mira, como notando mi incomodidad. Abre la puerta y baja del coche, para que de inmediato me ponga tensa de una manera rápida y retroceda de él. Al ver mi reacción, se detiene extrañado. 

—Hey Astrid, no te haré daño.

Me negué a mirarlo. Solo asentí antes de retroceder más y comenzar a caminar a grandes zancadas para alejarme lo más posible de él. Sentí llamándome, pero lo ignoré con miedo.

 ¿Qué me haría? No confiaba en él porque no lo conocía. Tampoco conocía sus intenciones conmigo. Sus pasos se acercaban a gran velocidad, por lo que me di vuelta para verlo correr hacía mí. 

Corrí lo más rápido que pude, alejándome cada vez más, pero en mi camino había una pequeña piedra, la cual no noté he hiso que me tropezara. Y para mi mala suerte, mi tobillo se había doblado. 

Me había alcanzado. 

—N-no me hagas nada. Espera hasta m-mañana en la esc-cuela para golpearme si quieres —me encogí, mientras intentaba moverme un poco. Gemí del dolor por lo bajo. 

"¡No te dejes ganar, Astrid!"

Su rostro mostraba confusión. Noté como su mirada se dirigía al moretón que tenía alrededor de mi ojo derecho y vi en su mirada como comenzaba a comprender todo. Me miró fijamente con aquellos ojos verdosos, mostrando a través de ellos compasión y lástima.

 Dio un paso hacia mí, con lentitud e inseguridad. Al ver que no me moví, avanzó otro paso. Me tensé aún más e intenté moverme hacia atrás cuando su voz me hizo detener mis movimientos.

—Tranquila, ya te dije que no te haría daño.—Se acercó a mi, y me extendió la mano para que me pusiera de pie. 

¿Confiar en su palabra? Ya lo he hecho varias veces, y nada sale como se supone que debería pasar. He confiado en la palabra de muchas personas, pero ellas terminan lastimándome de todas formas.

Lo miré nuevamente y volví a bajar la mirada, quedándome quieta mientras él se acercaba a mí nuevamente hasta quedarse frente a mi tenso cuerpo. Pasó el dorso de su dedo índice sobre los moretones, provocando que cerrara con fuerza mis ojos, temiendo que me golpeara. 

—No... No hagas eso... Por favor —rogué, me ardía.

Al segundo, sentí su mano dejar de tocar mi piel. Él retrocedió un paso para darme espacio, cosa que agradecí interiormente. Abrí los ojos para verlo mirándome fijamente.

— ¿Dónde vives? Capaz te podría llevar hasta tu casa —ofreció con amabilidad.

Negué con la cabeza. 

—No estoy lejos.—Respondí poniéndome de pie, aguantando con todas mis fuerzas el dolor de mi pie. Al fin de al cabo, he tenido peores.

Me miró confundido y luego asintió. 

—Bueno si necesitas algo, este es mi número.—Me entregó un papel doblado en un cuadro.—Estaré encantado de ayudarte Astrid. 

Fingí una sonrisa y caminé sin siquiera despedirme. ¿De que servía hablar con chicos como él? Tal vez ganarme otra nueva golpiza, o tal vez nuevos apodos. ¿Quién sabe?

Caminé en dirección a mi casa, en algunas partes me paraba para descansar y maldecir el punzante dolor que sentía. Levanté mi vista y sonreí, ya no estaba tan lejos de llegar como antes. 

Giré mi vista, hacía la mansión de al lado. Las luces estaban encendidas, y de la chimenea salía un leve humo gris oscuro. ¿Cómo se sentirá estar frente a una chimenea encendida? Bajé la mirada al pensar en aquello. 

Jamás lo sentiría. 

Entré a mi casa, no volví a pensar en el encuentro que había tenido con Hiccup después de clases, ya que recordaba la forma que cobardemente evité su mirada y su proximidad a mi espacio. 

Estaba justo ahora encerrada en mi habitación, intentando ocultar los moretones con la base que ocupo para ocultar ojeras de vez en cuando. Me miraba en pequeño pedazo de espejo roto que había recogido cuando mi padre me había lanzado contra el espejo de cuerpo entero de la sala que antes era de mi mamá. 

Había pensado en usarlo ese momento para defenderme, pero no pude hacerle daño, al final de cuentas era mi padre.

Estuve varios segundos mirando por la ventana, hasta que sentí la puerta de la entrada abrirse con fuerza, en ese momento supe que papá estaba en casa. 

—¿Tan temprano?—Susurré para mi misma. 

Debería haberle hecho la comida, pero recién había llegado, y había venido directamente aquí para cubrir la evidencia de que era golpeada por alguien más. Me encogí, tampoco había lavado los pocos platos que teníamos.

Estaba acabada. 

*

*

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Continuará. 

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