𝐅𝐎𝐔𝐑

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"sabes que tengo mucho que decir

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"sabes que tengo mucho que decir. todas estas voces en el fondo de mi cabeza"

    sungchan retrocedía con miedo hasta que su espalda cocho contra una pared de concreto que estaba detrás de él

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sungchan retrocedía con miedo hasta que su espalda cocho contra una pared de concreto que estaba detrás de él. su respiración agitada hizo eco con los grandes cuerpos de sus compañeros rodeándolo —¿que quieren? ¡díganmelo y se los daré!

los más altos rieron descaradamente y miraron con ironía a sungchan —aviéntate —dijo uno de ellos esbozando una sonrisa.

sungchan hipó un momento y sorbó su nariz al oír aquellas palabras —¿que...?

    el que antes había hablado soltó una pequeña carcajada y lo fulminó con su mirada fría —¿a caso eres sordo? quiero que te avientes.

    sungchan miró la pequeña barda del techo de su escuela que estaba a tan sólo unos metros de distancia. pese a la presión de los demás hacia su persona, se levantó tiriteante del piso y caminó a paso lento hacia la pequeña pared verde. se acercó una de las sillas que había ahí y con esta se apoyó para subir a la superficie.

    suspiró con fuerza en cuanto sintió una ráfaga de viento chocando contra su cara, como si este estuviera evitando que hiciera cualquier estupidez —¡salta ahora! —gritó una voz.

    —¡ahora!

    sungchan miró hacía abajo, el vértigo le revolvió el estómago y se contuvo a retroceder y llorar más fuerte. dió un último suspiro y ahogó un grito cuando alguien lo jaló del cuello de la camisa y lo tiró para atrás —¡hey!

    sungchan trató de regular su respiración yaciendo en el piso mientras tenía su mano en su pecho, que subía y bajaba, mientras que de fondo se escuchaban golpes y gritos. su vista estaba nublada, no podía diferenciar quién peleaban con quien, solo sabía que ya estaba a salvo.

    pasaron así casi dos minutos cuando el silencio del techo y el ruido de la ciudad cobraron forma, calmándolo un poco —oye, ¿estás bien?

    alzó un poco la mirada, frente a él cuatro chicos lo miraban llenos de sangre y diversas heridas —¿quienes son?

    —eso no importa ahora —volvió a hablar el chico un poco moreno—, ¿estás bien?

    sungchan miró sus manos y codos raspados, su ropa llena de tierra y su propia sangre —si.

    —vamos a enfermería. ayúdame, lee.

    entre dos chicos le ayudaron a levantar se, mientras otro abría la puerta para que pudieran salir y el más bajo, quien parecía el más herido, miraba todo con los brazos cruzados.

    bajaron hasta el segundo piso del edifico de seis siendo atacado por muchas miradas sorprendidas —por acá —señaló un pasillo el chico que había abierto antes la puerta.

   llegaron hasta la enfermería con un sungchan moribundo en hombros —¿que le sucedió? —gritó sorprendida la enfermera.

    —ahora no importa onēsan, está herido, ayúdelo, por favor.

    —¡de inmediato!

    después de algunos minutos, sungchan yacía sentado en la camilla, cubierto con una sábana amarilla con dibujos de margaritas y con la mirada perdida. sus heridas ya estaban desinfectadas y tenían pequeñas vendas y parches para evitar el sangrado. se sobresaltó un poco cuando la puerta se abrió, detrás de ella, los mismos cuatro chicos de antes entraron, uno de ellos más serio que los demás —¡despertaste! —sonrió el chico que lo había ayudado antes.

    —¿como te sientes? —el chico de la puerta le dedicó una sonrisa.

    —¿aún te duele? —preguntó el último sonriente.

    sungchan por su parte solo forzó una sonrisa para evitar más pregunta de los contrarios —estoy bien, un duele un poco pero supongo que es normal.

    —nos alegramos por eso —sonrió el chico de pelo negro—. perdón por no presentarnos antes, ¿te molesta si lo hacemos ahora?

     sungchan negó —para nada.

     —bueno, yo soy kento, el es songkang, el es lee y el shotaro —señaló a casa uno de ellos—, los cuatro vamos en la clase 2-A.

    —un gusto... soy sungchan.

    —lindo nombre —sonrió kento.

    —gracias...

    —si quieres, al final del día, te podemos llevar a tu casa, ¿vives lejos o cerca?

    el alto se confundió un poco por tanta confianza —no gracias... puedo ir solo en mi bicicleta.

    —en esas condiciones no podrás, mejor ven con nosotros y así no corres riesgo de lastimarte.

    sung miró a cada uno, lee y songkang se notaban felices, al igual que kento; shotaro por su parte se le notaba indiferente —no, gracias.

    los tres chicos cambiaron su cara a una triste —esta bien, te entendemos —sonrió triste kento—. aún así, si cambias de opinión, no dudes en buscarnos —giñó un ojo.

    —esta bien... gracias.

 gracias

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𝐇𝐢𝐤𝐢𝐤𝐨𝐦𝐨𝐫𝐢Donde viven las historias. Descúbrelo ahora