Día 06: Abrazos

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Día 06: Abrazos

Los abrazos pueden significar muchas cosas, comprensión, cariño, alegría... Pero en esa ocasión, los abrazos que le daba Inuyasha eran de consolación...

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Día 06

Abrazo

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La noche estaba tranquila, ni siquiera sonaban los grillos en la lejanía y la suave brisa movía las cortinas de paja de una cabaña ubicada a los pies de un árbol, generando que los habitantes de dicha morada, buscaran abrigo en sus brazos para pasar la noche. Kagome amaba dormir abrazada a Inuyasha, y a él, dormitar aspirando el aroma de su bella mujer, lo hacía sentir una calma maravillosa.

Aunque. últimamente, aquellas calmadas noches se estaban volviendo un tanto peculiares. Entrada la madrugada, Inuyasha parecía rodar fuera del futon que compartía con la muchacha de cabellos azabaches en un intento de ella por mantenerlo seguro de las peleas que tenía en sus sueños.

En un principio no sabía qué hacer, había oído que las personas que sufrían pesadillas no deberían ser despertadas bruscamente, así que solo se le ocurrió abrazarla hasta que dejara de pelear y se volviera a dormir.

Tras consultar con Kaede, que podía hacer en caso de que volviera a suceder, la anciana le había sugerido que buscara algún método que pudiera calmarla sin despertarla, si un abrazo no funcionaba, debía intentar otra cosa.

Así que, cuando era alejado por Kagome en medio de sus sueños, él rodaba fuera del futón y la observaba un par de segundos luchar con algo invisible. Tomaba aire profundamente, y con toda la delicadeza del mundo la tomaba por las muñecas para hacer que se abrazara a si misma. Por alguna razón, hacer ese ejercicio la iba calmando rápida y profundamente, hasta que terminaba dormida hasta el día siguiente.

Inuyasha estaba acostumbrado a dormir poco, siempre tenía los sentidos alertas, así que cada vez que ella tenía una crisis, simplemente velaba su sueño, observándola. Se acostaba a su lado y con la mano derecha sosteniendo su cabeza, la miraba descansar preguntándose cual era la lucha que su querida Kagome tenía en su mente. ¿Qué era aquello que la perturbaba tanto? ¿Qué era lo que le imposibilitaba el buen descanso, noche tras noche?

No podía negar que se sentía incompetente ante aquella situación. No podía protegerla ahí, él no podía entrar a su mente y eliminar los demonios que la atormentaban con tanta fuerza.

Suspiró, y cubrió la mano de Kagome con la suya.

Tenía que encontrar que era lo que la tenía así, de ese día no pasaba.

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Inuyasha estuvo todo el día sobre el árbol que estaba detrás de la cabaña donde ellos vivían, desde ahí tenía una buena vista de todos los rincones de la aldea y podía observar a su compañera sin presionarla, aunque en realidad ansiaba hacer eso. ¡Pero no! Iba a hacer las cosas con la calma que no tenía.

Recostado contra el tronco observó como Kagome conversaba con algunos aldeanos mientras paseaba con Rin, a quien había empezado a tratar como si fuera una hermana para ella. Ambas pasaban bastante tiempo juntas, cosa que no le molestaba en sí, porque aquella cercanía generaba que fuera más fácil acudir a protegerlas si el peligro acechaba el lugar. En eso había de coincidir con Sesshoumaru, ninguno de los dos dejaría que le pasara nada a ninguna de ella.

Resopló fastidiado por no encontrar nada que le hiciera sospechar que Kagome la estaba pasando mal en la aldea, la gente la quería, la hacían sentir en casa, protegida y mantenía una enorme sonrisa en su rostro la mayoría del tiempo, sobre todo cuando jugaba con las pequeñas hijas de Sango y Miroku.

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