8: Corazón

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Yo no puse reglas para amar,
es el acto de entrega más puro,
es la fe de encontrar
lo que te complementa,
dónde el tiempo no existe,
dónde la razón no tiene lugar,
dónde lo único seguro
es el hoy, esa revolución que experimenta
el alma en especial el corazón,
no hay mayor luz que siente
el ser cuando se entrega sin medir,
sólo por el deleite de vivir,
de existir, de llorar, de reír,
de sentir la ternura, la calidez,
todo eso que llena cada vez
más el interior solo por estar
aquí, solo por poder amar.

Se acercaba el año nuevo lunar, las hadas le avisaron a Ulquiorra que era el día perfecto para regresar a Parice por sí mismo, eso le dio alivio al alado, al fin podría regresar a casa, en  menos de dos años al fin estaría de nuevo en su mundo, lo único que le preocupaba era su bella salvadora, no quería lastimarla, no quería que estuviera triste por su partida, aún así decidió preparar todo para su viaje, mientras pensaba en una idea para despedirse.

Con las anjanas por las tardes salía el alado, realizaba un complejo hechizo, tanto que solo podía hacerlo en partes, también buscaba una serie de ingredientes para endurecer aún más su armadura, usando una serie de procesos al químicos, así lograría la proesa de viajar a través del espacio sin la guía del dragón, sin lastimar nuevamente sus alas, a lo largo de este desarrollo su preciosa armadura de suave color gris brillante con adornos dorados, se volvió negro profundo pero único como la obsidiana, solo las decoraciones se hicieron color bronce.

Para ayudar al arcángel con sus preparativos, las ninfas llamaron al espíritu del bosque, el ciervo blanco y al espíritu de la luna, el lobo blanco, paso el pelinegro largas horas conviviendo con estos animales, aprendió la unión que tenían ellos con la naturaleza, con el cielo, la tierra, el viento, el agua, incluso como esos lazos se tejían con la inmensidad del universo, a pesar de la distancia, conoció más sobre Dios en esas semanas que en años estudiando, entendió todas esas pequeñas conexiones invisibles que unen al universo con todo ser, existencia, materia o energía.

Adicionalmente aprendió algo tierno, algo que da a la vida alegría y felicidad, algo simple, algo que se puede enseñar, pero sin auténtico sentimiento, no sirve, eso que llaman "cariño", se lo mostraban los animales entre ellos con pequeños gestos, algo que le dio gran curiosidad, en su planeta, todos eran muy serios, un tanto fríos, distantes, poco sentimentales, eran sutiles en sus muestras de amor, no tenían mucho contacto físico, eran relaciones llenas de respeto, pero en esos sencillos seres vivos ese respeto se mantenía de una forma diferente, con confianza, un lobo a otro le daba pequeños golpes suaves con su hocico a otro, se daban leves y tiernos lengüetasos, recargaban su cabeza con dulzura en la de otros, en los ciervos era similar, incluso se abrazaban sin tener brazos, sino con su cuello.

A Ciffer todo aquello le parecía extraño, pero grato, así que guardo muy adentro de su corazón todo eso, quizá le serviría después, mientras disfrutaba de cada amanecer despertando con la linda Orihime, estaba encantado de que lo mirará bañarse todas las albas, bailaba sobre el agua para llenar el corazón de Inoue de alegría, buscaba las frutas más dulces para hacela sonreír, pasaba las tardes adornando de flores el paisaje, solo para que el viento se perfumara de ese dulce aroma, que los pétalos pintaran un arcoiris para ella, la abrazaba con ternura cada noche para darle su calor, sentir su corazón latir sobre su pecho, ver la luna blanca adornada de estrellas cobijando su piel con sus plumas, con esas cosas el ángel era feliz, comenzó a pensar en sí regresar o no, en especial cuando a su memoria volvía el hecho de cuán poco duraba la vida de esa mujer.

Ella a veces mostraba tristeza en su mirada, víctima de su anhelo silencioso, cada uno tenía un pequeño hueco en su corazón, que se llenaba en ocasiones gracias a la caprichosa pelirroja que usaba las bayas como excusa para besar a Ulquiorra, ese dulce gesto calmaba su dolor de ambos, entonces ocurrió el segundo insidente, una noche después de una terrible tormenta, mientras el ojiverde observaba el claro, con el cielo que se despejaba con una brisa fría, la sonrisa de una delgada silueta de una luna creciente iluminaba débilmente las flores; entre los árboles la silueta de los lobos se dibujaba, luego de una tarde melancólica con aquella lluvia, llorando con su triste aullido, los lamentos de los caninos despertaron a la dama, ella a gatas se acercó, recostandose junto al pelinegro, entonces apenas visible la hembra y el lobo macho alfa, este último comenzó a montar a la loba, lo que hizo sonrojar a los observadores inconscientes, para Ciffer era suficiente, no entendía porque su cuerpo completo se había estremecido, así que se dio media vuelta y se escondió en un rincón, cubriéndose con sus alas por completo, tratando de mantener su mente en blanco, por otra parte la dama miró un poco más la escena, giró para ver al caballero, pero estaba completamente cubierto por las plumas, entonces se levantó y se fue a dormir, sin nada que decir.

En el InfiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora