𝟒. 𝐏𝐚𝐭𝐫𝐮𝐥𝐥𝐚

1.9K 134 18
                                    

Miraba con desinterés la vacía recepción de comisaría. Era de noche, casi las doce de la madrugada. Ese día le habían asignado el turno nocturno, ya que los agentes a cargo habían tenido problemas, fue por eso que el superintendente había optado por llamar a los dos subinspectores, lamentablemente, Dan no había podido aceptar porque tenía un "compromiso" pendiente en el hospital, algo que se resumía en una linda visita al Doctor Muerte. Así que allí estaba, cumpliendo con su trabajo, sentando en la silla frente al escritorio de la recepción, con su codo derecho sobre la madera y su mejilla, cubierta por el pasamontaña, sobre la palma extendida.

— No debí haber aceptado. — Murmuró, agarrando un bolígrafo con su mano libre, comenzando a rodarlo por toda la extensión de la mesa, jugueteando con el objeto hasta que unas fuertes pisadas llamaron su aburrida atención.

El superintendente apareció en la recepción, con su ya conocido traje de camisa blanca, pantalón de pinza negra, corbata oscura y pistoleras de cuero. El recién llegado observó todo el lugar hasta terminar con su mirada fija en el cansado rostro del menor.

— ¿Qué pasa, anormal? ¿Acaso ya no contestas las alertas? — Gustabo, confundido (y un poco dormido), se enderezó en su lugar, mirando con la cabeza ladeada al mayor, esperando una respuesta a lo que había cuestionado. — Se está ejecutando un código 3, levanta el puto culo que debemos asistir.

Frunció su ceño ante las palabras de Conway, era demasiado tarde para estarse ejecutando un código 3, pero no se quejaba, con tal de salir de comisaría haría cualquier cosa.

Se levantó de su asiento bostezando un poco y caminando perezoso fuera del lugar, viendo de reojo como su superior apagaba las luces y echaba seguro a las puertas. Sonrió un poco hasta poder llegar al parking, donde su muñeca fue agarrada para ser arrastrado hacia el patrulla de Conway.

— Un poco más de amor. — pidió en un tono ligeramente molesto, jalando su mano hasta que fue soltada. El mayor no dijo nada, solo se adentró a la puerta de piloto y le hizo una seña, entre la oscuridad del lugar, a Gustabo para que ingresara. El rubio no lo pensó mucho antes de abrir la puerta de copiloto e ingresar, colocándose el cinturón de seguridad, esperando que ya se dirigieran al código 3.

*

*

*

*

Todo había ido bien... Hasta ahora.

Después de terminar de negociar con los atracadores y hacer la persecución, perdiendo el auto que transportaba a los ladrones, el mayor, entre insultos a los criminales, comenzó a conducir hacia la comisaría, cuando, de pronto, Gustabo empezó a soltar comentarios bastante obscenos y subidos de tono, algo que de alguna u otra manera ocasionó que ahora el cuerpo del rubio se encontrará debajo del de el azabache en los asientos traseros del patrulla, auto el cual estaba escondido en un callejón.

Las manos de Gustabo envolviendo el cuello de Jack, al igual que sus piernas la cintura contraría, rozando sus intimidades de forma descarada mientras sus labios se encontraban unidos, compartiendo besos fogosos y llenos de deseo.

Pronto las prendas del uniforme de García y del traje de Conway comenzaron a molestar, haciendo que se las retiraran con rapidez, tirando los ropajes a los asientos delanteros o al suelo de los asientos donde estaban.

El mayor comenzó a repartir besos por todo el pecho y abdomen del menor, dejando marcas que no se eliminarían por días y otras que a los segundos ya habían desaparecido. Mientras hacía aquello estuvo estimulando la entrada ajena con dos de sus dedos, dándole embestidas con estos, abriendo y cerrando de vez en cuando simulando unas tijeras.

Después de haberlo preparado bien se enderezo en su lugar, estirando su brazo derecho para alcanzar su pantalón, donde saco un preservativo.

— S-sí que venía preparado, ¿No? — comentó, Gustabo, de forma socarrona y divertida, aunque con pequeñas pizcas de excitación al pensar que la posibilidad de follar en el patrulla esa noche, había pasado por la cabeza de su superior.

Conway abrió el empaque del condón con sus dientes, para después acomodarse el objeto en su miembro erecto y húmedo. Se volvió a posicionar entre las abiertas piernas del subinspector, quién ya se había retirado la máscara desde hace rato, dejando a la vista su sonrojado y sudoroso rostro. Agarró de la cintura al contrario con sus dos manos antes de hacer presión con la punta de su glande en la entrada ya dilatada, ingresando con cuidado, mirando con atención las expresiones contrarias para asegurarse de que lo estaba haciendo bien y no le estaba haciendo ningún tipo de daño.

Ya después de ingresar por completo todo su miembro espero que García se acostumbrara a la intromisión, pasando una de sus manos por todo su pecho, dándole caricias que buscaban distraerlo del dolor.

— M-muévete— había susurrado con sus ojos cerrados y sus manos empuñadas sobre los hombros del moreno.

Conway acató la orden, moviendo su cadera hacia delante y atrás de forma suave, esperando que aquella cavidad estrecha se fuera soltando un poco para que le dejara moverse un poco mejor.

Poco tiempo después Gustabo se relajó, cosa la cual le permitió al mayor moverse cada vez más rápido, creando un chapoteo entre sus cuerpos al estar chocando el culo del rubio con los muslos del azabache.

García, absorto de lo que sucedía en el mundo exterior a la burbuja llena de pasión donde se encontraban, arqueo su espalda dándole más acceso al mayor, logrando sentir su punto ser tocado de forma brusca, que le hizo gemir fuertemente.

Más y más embestidas en el mismo lugar, volviendo locos a los dos, uno por el abuso tan placentero en su próstata y el otro por los sonoros gemidos que emitía el chico rubio.

— ¡M-más~! — Emitió casi en un grito, el subinspector, llevando una de sus manos a la puerta que había detrás de su cabeza, colocando la palma sobre la nublada ventanilla, debido al sofocante calor que había en el interior del coche. Ejerció un poco de fuerza por su mano para que así su cuerpo no se moviera con demasiada fuerza y le hiciera golpearse la cabeza contra la puerta.

Los movimientos subieron de velocidad de forma considerable, haciendo incluso mover el coche se un lado a otro ante la brusquedad y rapidez de las estocadas.

No bastó mucho para que los dos se corrieran; primero Gustabo en su abdomen y luego Jack dentro del condón.

Exhaustos se comenzaron a vestir y luego a volver a sus puestos en los asientos de al frente. El rubio se colocó la máscara de nuevo, dirigiendo su mirada hacia la ventanilla del coche, quedando dormido un rato después ante lo exhausto que estaba.

Semana Norteña || IntenaboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora