Los aviones de papel nos transportan a la infancia, a los buenos recuerdos.
En este caso no era así.
Casi todas las noches eran de pesadillas.
Unos gritos.
Unos lindos ojos verdes.
Y un colgante.
Mayo, 2006.
Todo el pueblo lo buscó.
Pero no hallaron ni un rastro del pequeño.
¿Sus padres? Destrozados.
El pequeño ojiazul no dejó de ir al bosque.
Día tras día.
Con el mismo resultado.
Nada.
Los días fueron pasando.
Hasta convertirse en años.
Al rizado lo dieron por muerto. Mas nunca hallaron su cuerpo.
Diciembre 2016.
- Nos vamos a Londres. - Habló alguien.
Volteó.
- ¿Qué? - Preguntó.
- ¡Londres, Lou! - Exclamó el rubio. - Liam está en camino. Prepara tus maletas.
- ¿Qué demonios, Niall? - Respondió. Nunca habían acordado eso.
- Sólo alista tus maletas. Tenemos que estar en el aeropuerto en treinta minutos. Mas vale que no te tardes. - Dicho eso, el ojiazul salió de la habitación.
Sabía que si se negaba, el rubio lo llevaría de todas formas.
Suponía que celebraría su cumpleaños en Londres. Era de esperarse.
Veinte minutos después, su maleta estaba terminada.
Liam y Niall se encontraban en la planta baja de la casa.
Al parecer ese viaje lo tenían planeado hace meses.
- Estoy listo. - Habló terminando de bajar los escalones.
- Genial, vamos. - Dijo Liam, tomando las maletas del más pequeño.
No le agradaban los aviones.
Aunque tuviera tatuado uno.
Traían recuerdos.
Cuando seamos grandes viajaremos por todo el mundo, Lou. Te lo prometo.
Tomó una bocanada de aire.
Era hora de subir.