El valle de la muerte

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Caminó con el paso más acelerado que de costumbre. Caminó durante horas ignorando el hambre y cansancio, se había acostumbrado a la sensación de ser seguido así que no se inmutaba por ello.

Después de largas horas caminando se dio cuenta de que estaba demasiado oscuro y frio, era muy temprano y aun no era hora de que el sol se ocultara. Alzó la vista y no consiguió ver el sol ni sentir su calor. Siguió caminando y poco a poco un desesperante ansiedad lo invadió. Sin dejar de caminar comenzó a morderse las uñas y jalar su cabello, después rasguñó sus brazos hasta que salió sangre. Seguía caminando pero sus pasos eran torpes y lentos debido a que estaba temblando, su respiración se alteró y dejó salir gritos entrecortados y débiles.

Calló de rodillas y siguió temblando y tirando de su cabello. Hundió su cara entre sus rodillas cuando escuchó el canto de varios cuervos que se aproximaban a él. Se levantó y huyó de ellos. El lóbrego canto de las aves aturdía sus oídos. Siguió corriendo y se internó en una tétrica parte del bosque; los arboles estaban secos pero la luz no llegaba al suelo y los arboles tenían manchas rojas de lo que parecía ser sangre. No se detuvo a confirmarlo.

Agotado, se detuvo y trató en vano de apartar a los cuervos con golpes y manotazos.

Una macabra y siniestra risa se escuchó por encima del canto de los cuervos haciendo que estos se apartaran de él. Tembloroso, miró hacia arriba y visualizó a las desagradables criaturas que lo miraban desde arriba. Todo el miedo que había sentido a lo largo de su recorrido por el bosque no se comparaba con el de ese momento. Las arpías apenas se alcanzaban a distinguir entre las ramas sombrías. Algunas de ellas rasgaban los troncos de los arboles con sus afiladas y negras uñas, otras se limitaban a mirarlo fijamente como los buitres ven un coyote a punto de morir.

--¡Bienvenido, Zoram!—exclamó burlona una de ellas—Espero que te guste este lugar porque esta será tu última morada.

Lentamente bajó la mirada y se recordó la parte más espeluznante del bosque, que hasta ahora había ignorado.

--¡Saluda a tus nuevos compañeros!

Contempló el suelo cubierto de huesos, cadáveres y se percató de que en ese mismo momento estaba parado sobre ellos. Entonces sus débiles y entrecortados gritos se convirtieron en desgarrados y estremecedores gritos de horror que brotaban de los más profundo de sus pulmones. Gritó y trató de huir de ahí pero esos huesos tenían el mismo efecto que las arenas movedizas y poco a poco se hundía en ellos. El olor repugnante a sangre seca salió y le serró parcialmente la garganta.

Las arpías estaban maravilladas y se carcajeaban viéndolo sufrir. Zoram las miró con odio y trató de "nadar" entre los huesos. Pasaron los minutos y Zoram seguía moviéndose hacia el otro extremo del mar de cadáveres en el que nadaba. Tembloroso y con huesos cubriéndolo casi totalmente, se encontraba a la mitad y decidido a cruzarlo.

--¡Carne fresca!—exclamo otra de las arpías--¡Disfruten!

Esas palabras desconcertaron a Zoram. Los huesos comenzaron a moverse delante de él. Algo lo sujetó por los tobillos con fuerza a la vez que enterraba sus uñas haciéndolo sangrar. Zoram bajó la vista y se encontró con lo que, a excepción de las arpías, era la criatura más horrible y repugnante que había visto en su vida (y había visto muchas cosas horribles en ese viaje). Se arrastraban por el suelo, eran como cadáveres a media descomposición. No tenían ojos a los cuales pudieras mirar y al abrir la boca vio dientes podridos, tenía el tamaño y la figura de un humano, su piel era gris y en partes esta parecía ser arrancada dejando ver huesos amarillentos. Emitían gritos débiles muy similares a los gemidos de alguien que está muriendo de hambre.

Pateó a la criatura y se apresuró para llegar al final de los huesos pero apenas dio un par de pasos, salieron decenas de esas cosas, emergían del suelo y todas se dirigían a él. Por todos lados, estaba rodeado y en pocos segundos todos estaban sobre él. Calló al suelo y trató de defenderse.

En ese momento al tenerlos tan cerca recordó que muchos decían que los ojos son la ventana del alma, así que si esas criaturas no tenían ojos era porque no tenían un alma y eso le pasaría a él si no encontraba una salida.

A pesar de ser tan espeluznantes, eran bastante débiles. Agotado, siguió alejándolos para abrirse camino entre ellos. Las arpías estaban frustradas al ver que seguía luchando y se acercaba rápidamente a la salida.

Se encontraba a 10 metros de la salida cuando el suelo desapareció y se hundió en algo que parecía ser agua pero podía seguir respirando dentro. Todos los cadáveres vivientes fueron directo a él.

Estaba rodeado literalmente por todos lados, lo aterraba que esa fuera a ser la última cosa que mirara antes de morir. Sentía miedo, no miedo de esas criaturas o de morir, sentía miedo de haber fallado en su misión.

Hundido en su lamento recordó cada momento de su vida, recordó el momento en que se enamoró, recordó el día en que su madre murió, recordó todas las veces que jugó con Set, recordó a su padre salvándole la vida y recordó a Set siendo encarcelado por ayudarlo. Imaginó al hijo de Set, un niño que nunca hablaría con su padre, un niño que crecería solo. Una llama se encendió en su interior y despertó. Nadó entre esa extraña sustancia en la que estaba hasta que llegó a la superficie. Las criaturas lo jalaban hacia abajo otra vez pero el luchó con toda su fuerza para salir. Estaba decidido a encontrar a los demonios y peleó con toda su alma para ello, no dejaría que nada lo detuviera y no estaba dispuesto a pasar la eternidad convertido en un cadáver viviente. Llegó a la orilla del mar de huesos y clavó sus uñas en la tierra mientras las criaturas aun lo sujetaban. Bañado en sudor, subió lentamente quedando libre de las garras de los cadáveres. Las arpías estaban impactadas, inmóviles observaron como Zoram salía casi ileso y seguía su camino.

Era tarde, ya casi anochecía y Zoram cojeaba de un pie. Dio un suspiro y calló dormido.

El Bosque de los DemoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora