Prólogo. Camino al infierno.

1.2K 74 11
                                    

NA: ¡Hola! Como ya avisamos en nuestras respectivas páginas de Facebook, hace un tiempo que Virginia y yo hemos empezado a escribir esta colaboración que consta de dos historias: "De odio, amor y tragedias" y "De odio, amor y venganzas". Para entender el contexto y la trama que hemos desarrollado se deben leer ambas historias (en cada capítulo subido se especificará cuál debe leerse primero)

Estas historias son de época, amor-odio y misterio. Las estamos escribiendo con mucho amor para vosotros, así que esperamos que os gusten.

Podéis encontrar la parte de Virginia en su perfil de FanFiction (Lizze213) y Wattpad (@tequila213). Yo también subiré esta historia en mi cuenta de FanFiction (Cristy1994).

Si todo va bien y sale según lo esperado, habrá actualización cada domingo a esta misma hora.

Y sin nada más que decir... ¡A leer!

PRÓLOGO: Camino al infierno.

(Orden de lectura: 1º)

Pensé que sentiría cierto alivio cuando, después de todo un año encerrada, por fin volviera a salir al exterior.

Me equivocaba.

La guerra había concluido, pero los estragos de esta eran visibles en cada tramo de la ciudad. La desolación era casi palpable mientras miraba los emblemáticos edificios que un día habían sido grandes obras arquitectónicas de mi ciudad, completamente derruidos. Sentí un pellizco en el pecho al presenciar cómo muchos hogares se habían convertido en escombros, y cómo un niño pequeño rebuscaba entre ladrillos y trozos de cemento en busca de algo; tal vez algo que llevarse a la boca, o quizás un abrigo para resguardarse del frío... o a un padre, a una madre, a una hermana.

Pero el polvo que se levantaba de las ruinas parecía llevárselo todo con él de una manera injusta e inevitable. Como si ese niño no mereciera encontrar algo de su vida pasada, un recuerdo a lo que aferrarse tras la barbarie para sobrevivir.

Consciente del escrutinio de mis padres, apoyé la mejilla en la palma de mi mano y me sequé una lágrima disimuladamente.

Seguía mirando por la ventana y veía a la gente, a mi gente, vagando desorientada por las calles a medida que mi carruaje avanzaba hacia el peor destino posible.

Apreté inconscientemente el libro que sujetaba sobre mi regazo y dejé marcas de uñas en la cubierta. La guerra contra la Comunidad Mágica había sido desoladora y no podía evitar tener la horrible sensación de que debería haber hecho algo más para proteger a mi pueblo. Al menos, algo más que esconderme bajo los seguros techos del castillo mientras mi gente moría a causa de horribles maldiciones contra las que ningún arma podía luchar, ni siquiera las más letales con las que mi padre había provisto al ejército con la intención de recortar sus ventajas... porque los enemigos contaban con defensas invisibles e infalibles con solo mover sus varitas.

Pero mi gente había resistido como buenamente había podido, y un año más tarde la tregua había llegado. Y después de mi sentimiento de culpabilidad por no haber podido ayudar a mi pueblo en las batallas, agradecía el papel que me había tocado tras las innumerables negociaciones entre mi padre y el Rey de la Comunidad Mágica. La conclusión a la que ambos habían llegado era simple: para restaurar la paz debía celebrarse la unión de los herederos de ambos mundos.

Y para ser sincera, yo odiaba la idea. Pero me complacía sentirme útil por una vez desde que todo esto empezó, por eso cuando supe que debía casarme con Draco Malfoy no había puesto objeciones, ni una sola, a pesar de que cada metro que mi carruaje avanzaba sentía cómo mi vida se desmoronaba y caía en pedazos por el camino.

Pero ese era el precio que debía pagar por ser la princesa de Inglaterra. Eso era exactamente lo que le debía a mi pueblo; paz. Aun cuando sabía que yo misma me estaba lanzando de cabeza al mismísimo infierno.

De odio, amor y tragediasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora