Capítulo 7. El miedo desaparece cuando la persona correcta sujeta tu mano

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NA: ¡Hola bellos y bellas! Virginia y yo estamos actualizando cada semana, como prometimos, pero estamos notando poco feedback últimamente... ¿no os está gustando la historia o es que se os hace engorroso leer en dos cuentas diferentes? :c ¡Realmente esperamos que sea lo segundo! De todos modos no vamos a extendernos mucho más, queremos poner fin a las historias sobre los 10 u 12 capítulos.

Os recuerdo que podéis ir a leer la otra parte de esta historia en "Tequila213". También las estamos subiendo a FanFiction, mi usuario es "Cristy1994" y el de Virginia "Lizze213".

Gracias a "Amanthyss" por proponer las imágenes de hoy, ¡son preciosas!

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Capítulo 7: El miedo y la incertidumbre desaparecen cuando la persona correcta sujeta tu mano.

(Orden de lectura: 2º)

Por un momento, solo un instante, pensé que el príncipe iba a besarme. De hecho, su rostro se había acercado tanto al mío que pude sentir su aliento en los labios. Me debatí entre si debía cerrar los ojos o no, pero antes de poder decidirme él se separó tan rápido que tuve que preguntarme por qué había sentido un pellizco en el corazón cuando puso distancia. Todavía estaba planteándomelo cuando Draco tiró de mi mano y me sacó de la cama sin previo aviso.

—¿Dónde está? —preguntó.

Yo me mostré confusa.

—¿Príncipe?

—Tu varita, la que te regaló Pansy. ¿Dónde la guardas? —Cuando señalé al primer cajón de la mesita que había junto a la cama, Draco pareció molestarse—. No hagas eso, debes tenerla siempre contigo. —Fue hacia allí, abrió el cajón y volvió con esta en la mano. Se quedó mirándola, y siguió haciéndolo cuando dijo—: Tú y yo estamos amenazados por un grupo de personas muy peligrosas, princesa, y podría pasar cualquier cosa en cualquier momento. Por favor...

Tomé la varita y busqué sus ojos con la mirada.

—No me separaré de ella —le prometí, descubriendo que mi voz salía en susurros sin haberlo pretendido.

El hecho de que mostrara tan abiertamente que se preocupaba por mí me hacía pensar que tal vez sus sentimientos fueran sinceros. Porque últimamente había muchas cosas inciertas en mi vida, pero de una estaba completamente segura: yo ya era suya, y lo había sido desde el primer instante en que lo vi. Había tenido que sentir que me moría de dolor y ver cómo mi vida se rompía en pedazos para empezar a reconocérmelo a mí misma. Lo había odiado con toda mi alma, sí, pero una parte de mi corazón siempre había latido por él desde nuestro primer encuentro. Una parte de mí siempre había sabido que la arrogancia de la que el príncipe hacía gala, que lo que había dicho sobre los muggles en mi presencia, no eran más que una fachada aprendida que pronto caería.

Eso era lo que había esperado, y eso era lo que había pasado. Y, cuando me había derrumbado en sus brazos en mi antiguo hogar, cuando él me había estrechado contra sí y había podido escuchar los latidos de su corazón... ahí fue cuando supe que no había nada que yo pudiera hacer. Lo amaba. Y cuando me había besado aquella noche... cuando había traspasado los límites de mis ropas y sus dedos me habían tocado de esa manera... fui consciente de que nuestras barreras por fin habían cedido y de que él lo había sentido como yo, lo había sabido. Él también me deseaba.

¿Me amaba? De eso no podía estar segura.

—Ven —me dijo entonces, sacándome de mis profundos pensamientos y trayéndome al presente. Me llevó a un extremo de la habitación y se puso detrás de mí. Sus dedos rozaron la piel desnuda de mis hombros dejando trazos de finos vellos erizados allá donde tocaba—. ¿Ves ese jarrón, el que está sobre la mesita alta de ahí? —Yo asentí y él deslizó la mano por mi brazo, codo, antebrazo... y presionó bajo mi muñeca para alzar la varita y apuntar a donde me había dicho—. Ese es tu objetivo, ¿de acuerdo? Intenta derribarlo. —Intuyó que yo iba a poner objeciones al respecto, por lo que inmediatamente después añadió—: Tienes que aprender a defenderte, princesa, y yo voy a ayudarte —me dijo, y su mano libre se posó en mi cintura muy suavemente. Habría sido un gesto casi imperceptible de tratarse de otra persona, pero siendo él... lo sentía todo. Mi fuerza de voluntad flaqueó y la varita tembló entre mis dedos—. Concéntrate —me dijo al oído.

De odio, amor y tragediasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora