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—¡Tía Anne, ya estoy bien! —chilló América, entrando al saloncito, acompañada de Gilbert—. ¡Practiqué mis bordados y logré bordar el nombre de mamá!

Anne giró su rostro en dirección a la niña. América traía en sus manos el bordado, agitandolo con emoción por encima de su cabeza.

—Me alegra mucho que ya estés bien —susurró Anne mientras abrazaba a la pequeñita—. Y, tu bordado es hermoso, Mery, cada vez estás mejor.

Gilbert las miraba con ternura. América estaba tan feliz con la chica que le enseñaba a bordar, que hablaba de ella todo el día. Él pensaba que quizá su hermana estaba hechizada por aquella pelirroja.

Sin darse cuenta de que él también cayó en el hechizo de esos profundos y oceánicos ojos azules.

Bordando Mi Amor (Anne x Gilbert) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora