La encarnación del verano

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Me había encontrado con un ángel, un ser humano bellísimo

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Me había encontrado con un ángel, un ser humano bellísimo. Él haría brillar mi mundo, a partir de ese día. 
David se había disfrazado, y bajado a la tierra sólo para conocerme. Sin querer me tocó una mano. Tenía los dedos completamente helados.

 Fue tanta mi sorpresa, al encontrarme con un ser tan etéreo, que concluí que no era real. No sólo por bello. Era algo que emanaba desde su interior, una luz que me cegaba la mirada. Pero no podía apartarla de él. Le escribía un poema cada vez que lo veía caminar, y recordaba, al ver sus atléticas piernas, alineadas a sus hombros, anchos como un par de abismos, el porqué me gustaba tanto. Creí que ese joven era un fantasma. Un ser venido desde otra dimensión, que me cautivó por unos segundos, y luego se fue.
Les hablé de su carita, de su piel, de lo
hermoso que era.

                      Recuerdo

Te recuerdo, créeme. Tan guapo y tan ágil, sin ser exageradamente fornido. Pálido, como la inocencia que pronto me abandonaría, y perfecto como el sueño que, dentro de mí, crecía. Crecía cuando te esperaba como quien espera salir el sol, con una paciencia que yo no sabía que tenía. Todo para verte salir, todo para dejar que tu idealizada presencia me asfixie de tanto suspirar, para dibujar cada paso que dabas en mi memoria, todo para verte bajar, escalón por escalón, saboreando el color y el tono que tendría tu voz detrás de todo el bullicio que yo congelaba, para darte toda mi atención. Y me colgaba del sol para verte pasar, enamorada no de um poema ni de un fantasma, sino de ti, el niño más lindo que pudo habitar.

Mi príncipe de ojos canelaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora