La luciérnaga de ojos marrones

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Lo miró a los ojos

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Lo miró a los ojos. Sin saber que decir, se sintió pequeña ante un ser magnífico. No se ha inventado el idioma que pueda expresar lo que sentía.

El chico con rostro y cabellos de querubín, miró fijamente a Caroline. Ella apartó la mirada, adivinando que él agacharía la cabeza, preso del miedo. Lo había hecho.

Lo nuestro fue un ser concebido, que nunca nació. Y es que el tiempo se escurre, sin que dure mucho tiempo en mis manos.

Estarás extrañando tu vida en mi mundo, mientras tu cuerpo se encamina a otro rumbo. He desaparecido de los jardines de tu memoria. ¿Por qué no me sueltas aún? Recuerdo ese día lleno de color que, hoy, es sólo una sombra.

Olvídame, pero no quieras que te olvide yo. Porque así eres tú. Lejano y adorable, natural e inseguro. Tierno en tu aspecto, e imperfecto en las emociones que esconden tu corazón.

Y pasarán los años. No hay un segundo en el que no sigas creciendo. Te alejas con cada paso que avanzas. Tu olor es el de un recuerdo.

Es una estupidez escribirte, soñarte, amarte, cuando nunca fuí nada para ti, Tierno niño enojado.

Mi recuerdo, mi sueño pendiente. Mi estrella que, cada día que pasa, se hace más y más lejana.

Ya no hay nada. Ya no existes. Has muerto, y yo he muerto a tu lado. Porque nací cuando descubrí que te amaba, mi alma se volvió pequeña cuando la tomaste entre tus brazos.

Quizás, soñarte y todas esas letras, han amortiguado el dolor de la estruendosa caída. Pero sólo tú puedes sacarme del pozo.

¿Qué haré con las palabras que nunca te dije? ¿Con las miradas que no quise regalarte? ¿Con la indiferencia que te brindé?
Ya es más de un mes, el primero de los que me quedan de vida, desde que no estás. Si ya no me recuerdas, si tú me olvidas, acabas con mi vida. Porque sólo existo por ti.

Si pudiera darte algo en la vida, sería el cielo, constelado de tus pecas. El mismo cielo que imprime tu mirada, cuando te deslizas y me atropellas. Te daría el recuerdo inventado de un beso que dejé en tu almohada y sé que tú lo recibiste sin preguntar nada. Si algo pudieras guardar, te suplico que fuera cada día vivido, a lo lejos, entre tú y yo. Cada mirada que no quisimos regalarnos, cada pedazo de estrella que el destino logró arrebatarnos. Guárdame, aunque luego no me recuerdes más. Pués, a parte de atesorarte en esta caja privilegiada, que es mi corazón, te llevaré conmigo allá donde el tiempo ya no pueda separarnos.

Mi príncipe de ojos canelaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora