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un mes después.
Abrí mi paraguas, llovía a cántaros y las gotas rompían el silencio de la desolada calle.
Caminaba entre la escasa luz, mis pies se apresuraban con torpeza e inseguridad, resultaba difícil mantenerme calmado.
¿Hoseok, sigues ahí?—
La voz de Jin al teléfono me mantenía al margen de mis acciones.
—Hyung, ¿Cuál era su nombre?
¿Qué tienes en mente?—
—Por favor, dime su nombre.
Ésto es ridículo, habla con él y terminen con el asunto de una buena vez.—
Colgó.
Maldije por lo bajo y guardé el móvil deteniendome en las afueras del restaurante al que Jimin siempre solía traerme.
Aquél romántico gesto se había acabado, nuestras cenas sólo se limitaban a una comida ligera y un hasta mañana.
Observé dentro y reconocí a Jimin junto al mismo chico de siempre sentados en las mesas de enmedio.
Pelo castaño, no demasiado largo, rostro serio y mirada fría, sin descontar que su semblante era siempre el de un matón pero sin serlo realmente.
—Joder, Jimin. —Bociferé sintiendo mis ojos picar.
No quería aceptar el hecho de que tal vez y sólo tal vez, me estaba engañando con alguien más. No quería ser egoísta y mucho menos un loco al perseguirlo cada Viernes a las diez de la noche; confiaba en él, tenía fé.
¿Entonces qué hago aquí? ¿Asegurarme? Era una idiotez.
Jin tenía completa razón, el camino fácil era hablar al respecto, pero cada que el tema se mencionaba, Jimin parecía lucir nervioso, molesto y quisquilloso. Decía que estaba siendo paranoico y que le diera su espacio, que me mantuviera fuera de sus negocios.
Era trabajo, éso aseguraba. Sólo trabajo.
Noté a la pareja encaminarse a la salida, me tiré a un lado y bajé aún más mi gorra cubriéndome de sobra con el paraguas.
