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Blop, blop, blop.
Las pequeñas gotas de agua resonaban en mis oídos, la luz se colaba en la habitación, abrí mis ojos.
Tallé ambos párpados y me senté en la cama en la que me hayaba recostado.
—¿Jimin? —Llamé tanteando a mi lado.
Nada.
Más lúcido, observé mi alrededor dándome cuenta a los pocos segundos de que ésta, no era mi habitación.
Un poco asustado, salté como resorte de la cama y hallé mi móvil en la mesita de luz.
Si estuviera secuestrado, siquiera dejarían mi celular al lado. Mierda, ¿Dónde estoy?
Llamada entrante.
¡Jimin!
¿Hoseok?—
—¡Jimin-ah! Por favor, ven a por mí, no sé dónde estoy. Yo-...
Hoseok, no tienes que esconderlo.—
¿Qué?
—¿De qué hablas? Tienes que ayudarme.
Olvídalo. Lo hiciste tú mismo.—
—¡Maldición, Jimin! ¡¿De qué hablas?!
Ven a la calle al lado de la tienda Bookie. Estaré esperando, necesitamos hablar.—
Colgó.
Si un asesino estuviera a mi lado con cuchillo en mano y mi vida dependiera de la ayuda de mi novio, ya habría muerto.
Anonadado e inerte en mi lugar, bajé el móvil que había estado pegado a mi orejay vociferé. J
imin ni siquiera se preocupó por mí o el dónde me encontraba, tampoco si me había pasado algo o no. A cambio, sólo se quejó.
Con molestia y olvidando mi posterior miedo de haber despertado en una habitación desconocida, salí del cuarto con las bolas bien puestas y bajé a lo que parecía ser la sala.
Aliviado de que no hubiera nadie, observé con detenimiento.
Mi mente indagó entre la familiar apariencia del lugar hasta que lo recordé.
Bingo.
—Joder, es la casa de Minho. —Recordé luego de observar el sillón característico.
