—Simón Hoffman... ¿Alguna vez golpeó a su hija? —inquirió el detective Harper, del otro lado de la mesa.—¿Saben algo? Yo. He aprendido a pasear dentro de mi propia mente —comenzó Simón.
—Se más específico, Hoffman.
—Podría sonar tonto para ustedes pero... resulta que me ha ayudado mucho —una sonrisa perversa se formó en sus labios.
—¿De qué carajos está hablando? —le susurro la detective Romero al detective Harper.
—Permítanme mostrarles como se hace...—se acomodo en la silla, posando sus manos en la mesa e inclinándose hacia adelante—. En caso de que quieran intentarlo como yo, la primera vez...
—Deja tus jueguitos, enfermo.—sentenció la detective, a lo que la expresión del señor Hoffman cambió enseguida.
Su mirada se ensombreció, y una mueca de total desagrado se formó en su rostro, mostró la sonrisa más falsa que pudo dar y soltó una carcajada estrepitosa al igual que horrible, pero en menos de treinta segundos se detuvo en seco.
—Primero debemos ir al cerebro, pasando por el hipotálamo —se quedó pensando un par de segundos antes de continuar—, pasar donde se cuajan las funciones que te permiten respirar o que tu corazón bombee sangre...
Cerró los ojos un instante y suspiró, ambos detectives se quedaron callados ante la perturbadoras palabras que les estaba proporcionando el señor Hoffman.
—Es todo como un sistema de plomería... bastante interesante... Pero si siguen adentrándose en el cerebro, encontrarán el lugar donde están sus pensamientos —los miro a ambos y sonrió falsamente de nuevo.
—Hoffman, deberías-
No pudo continuar porque, inmediatamente, el señor Simón Hoffman habló.
—¿Saben? La primera vez que vine aquí, mis pensamientos estaban regados por todos lados -dijo, señalando su cabeza—. Mi cabeza era un desastre.
—Deja tus tonterías, ya.—ordenó uno de los policías de vigilancia, ganándose una mirada fulminante de parte de ambos detectives.
—Por supuesto también tengo pensamientos malignos, yo... supongo que todo el mundo los tiene.—prosiguió sin importarle lo que dijo aquel policía.
Se quedó esperando unos cuantos segundos, a que los detectives asintieran, en forma de aceptar que ellos también tenían pensamientos malignos, pero no lo hicieron, así que se inclinó un poco más hacia adelante, cruzando la línea permitida de espacio personal entre él y la detective Romero.
—¿Quieres ver mis pensamientos malignos? —susurro para ella, la cual tragó saliva y negó lentamente con la cabeza— Los tengo aquí, en este lado de mi cerebro.—señaló el lado izquierdo de su cabeza.
Un silencio sepulcral se formó y el aire se volvió pesado, el ambiente denso, y todo rastro de seguridad en la sala de interrogatorios se esfumó por completo, ahora el lugar parecía a punto de ser consumido por una oscuridad implacable, y el señor Hoffman pudo sentir el miedo de ambos detectives, porque sonrió satisfecho y volvió a su lugar como si nada hubiera ocurrido.
—Ideas avariciosas —su expresión endureció—, gula —se obligó a sonreír—, odio —su sonrisa falsa se ensanchó tanto, que parecía que iba a romperse la mandíbula—, lujuria —se acarició la barba—, sangre —mantuvo su sonrisa y abrió los ojos lo más que pudo—, niños siendo secuestrados —trazo un camino desde su barbilla hasta su mejilla—, mujeres golpeadas —se presionó la piel con las uñas, aún sin borrar su sonrisa que ya parecía más una mueca desagradable—, objetos de tortura—siguió presionando su mejilla—, juegos nuevos y divertidos que probar en los demás...—soltó su mejilla y un par de gotas de sangre rodaron por su rostro—, muerte.—las luces se apagaron, dejando a todos en oscuridad total.
Pero lo peor de todo... dejando a dos detectives encerrados con un asesino que no tiene piedad, como un monstruo que acaba de salir del armario a asustar al pequeño niño que descansa sobre su cama.
Salió como un lobo a cazar una presa, pero este lobo no se irá, sin dejar un rastro de muerte y sangre tras él.
Fecha de publicación el 20/04/2021
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Bitácora De Un Asesino [Pausada]
Mystery / Thriller"Estaba tan lleno de odio que no había lugar dentro de mí para sentimientos como el amor, la pena, la ternura, el honor o la decencia. De lo único de lo que me lamento es de no haber nacido muerto o simplemente no nacer." - Carl Panzram Historia ori...