Capítulo 1

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Mi nombre es Máximo Torres. Hoy nos hemos mudado al sur de la Argentina. Mi familia y yo dejamos toda una vida en Mendoza. Allí nací y crecí, conocí a mis mejores amigos y me iba bastante bien en la escuela. Pero mi padre consiguió un empleo mejor en Río Gallegos, Santa Cruz, así que no tuvimos otra opción que trasladarnos. Fue muy triste despedirme de Esteban y Camila; los conocí en primer grado y desde ese entonces nos volvimos inseparables. Hacíamos juntos los deberes y los trabajos para el colegio, en nuestros ratos libres jugábamos y siempre nos metíamos en problemas, y en las vacaciones los padres de Esteban me invitaban a pasar una o dos semanas en Tunuyán, donde viven sus parientes.


Soy hijo único y mis padres, Andrea y Joaquín, están juntos desde hace más de quince años. Río Gallegos es hermoso, más de lo que imaginaba, aunque tendré que acostumbrarme a las bajas temperaturas. Aún así, sigo maravillado por el hermoso lugar, es una belleza. No obstante, lo que sí me disgustó fue la casa. En primer lugar, está alejado de todo y de todos. Se ubica en una calle donde hay pocas viviendas y está lejos del centro. Dentro de ella es bastante grande, pero no es moderna, todo lo contrario. Los muebles son bastante viejos, de hace siglos, las paredes parecen algo desgastadas y el techo es alto, muy alto. Sé quién la eligió. Mi madre ama estas casas antiguas. Yo no sé qué le ve de lindo. Digo esto porque apenas un instante en que entré a mi nuevo hogar, sentí cómo un escalofrío se expandía por todo mi cuerpo. Tuve una sensación de miedo, de angustia. No quise darle mucha importancia, supuse que podría ser por el viaje agotador y el hecho de dejar toda una vida en Mendoza y comenzar de nuevo en otro lugar. Pero ese sentimiento no se fue por mucho tiempo. Tampoco quería exagerar, pero era como si algo o alguien me estuviese diciendo que esta casa no era segura para mi familia. Algo extraño se notaba allí.


Mi habitación está en la planta baja y mi ventana da a un patio chico, aunque suficiente para mí y mis padres. Solo somos nosotros tres, siempre fue así. Aunque me hubiera gustado tener hermanos, me siento muy feliz al lado de ellos, no me quejo. Mi cuarto tampoco es muy grande, pero tiene espacio para un escritorio, un ropero y hasta un televisor. Cuando empecé a desempacar y acomodar mi ropa, otra vez volví a sentir ese escalofrío rodeando mi cuerpo. Era la segunda vez que lo sentía y ya lo odiaba. Me ponía muy mal. Percibí como que alguien me observaba desde el patio. Es difícil explicarlo, ya que nunca tuve estas sensaciones, sin embargo, traté de no darle mucha importancia, creí que con el pasar de los días se iría. Así que traté de olvidarlo y seguí acomodando mi habitación, aunque de vez en cuando notaba la presencia de un ser.


Mamá cocinó unos ricos fideos y están muy deliciosos. Es un talento para la cocina. Tenemos un televisor al frente. Mientras comemos, papá pone el canal policial, le encanta ese tipo de programas. El relator comenta que un hombre asesinó de cinco balazos a su mujer frente a sus dos hijos pequeños. ¡Dios! Es repugnante. Odio realmente ver eso, es bastante frustrante ver todos los días este tipo de noticias. ¿No tienen otra cosa mejor que ofrecer? ¿Por qué todo el tiempo son asesinatos, asaltos, violencia? ¿Es lo único que les gusta transmitir? Te deja bastante preocupado. Al ver ese tipo de programas tienes miedo de salir a la calle, de ir al supermercado, de barrer la vereda. No es así cómo me gustaría vivir, escondiéndome de la sociedad pensando que en cualquier momento me dispararán o me asaltarán. Así no son las personas. En mi opinión, lo que quieren transmitirnos es miedo, inseguridad, incertidumbre, con tal de tener un poco de audiencia para el canal o ganar unos cuantos pesos.


Las clases inician en dos meses. Mamá ya me inscribió en una escuela que está cerca de mi casa. No conozco a nadie. Algo característico en mí es que no soy sociable. Nunca me relacioné con nadie. Si conocí a Esteban y Camila fue porque ellos se acercaron a mí y me ofrecieron su amistad. Si no los hubiese conocido, seguiría siendo un antisocial. Mi mamá dice que debo relacionarme más, pero me siento a gusto así. No soy un loco solitario que se queda encerrado todos los días en su casa. Bueno, sí hago eso, pero no soy un loco solitario. No me gusta relacionarme. No me siento cómodo con las personas de mi edad, me cuesta salir y conocer gente nueva, conversar con ellos, hacer nuevas amistades. Pero así soy yo y me siento bien, tampoco tengo por qué ser alguien que no quiero. Mientras yo me sienta cómodo así como soy, todo perfecto.


Son las dos de la mañana y aún no logro dormir. Estoy con mi papá viendo dibujos animados en la televisión: Liga de la justicia ilimitada. Amamos esa serie, forma parte de mi infancia. Siempre la veíamos cuando era más chico. Me parece que son episodios nuevos, pues no recuerdo haberlos visto anteriormente. No obstante, a medida que pasan los minutos me siento más cansado, y creo que al fin podré irme a dormir. Mi padre hace lo mismo. Apagamos todas las luces y me dirijo a mi cuarto. Ya acomodé todo: la ropa, mis libros, el escritorio, mis zapatillas. Es mi primer día en esta casa y ya noto una seria incomodidad. Algo no me cierra. Nunca tuve estas sensaciones. Pero estoy tan cansado que apoyo mi cabeza en la almohada y me duermo al instante.

La mujer de la fotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora