Capítulo 7

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     En el almuerzo nadie dijo nada. Mamá preparó tarta de jamón y queso. Papá tampoco encendió el televisor. Solo comíamos. Nadie tenía ganas de hablar, los tres queríamos que esto terminara y que pudiésemos seguir con nuestras vidas normales, sin tener que preocuparnos por un ser que nos atormentaba día tras día.

     Los oficiales se fueron hace dos horas. Les entregué la fotografía. Al parecer han visto a esa mujer en algún otro lado, aunque no recuerdan dónde. Nos dijeron que en cuanto tuviesen algo de información, nos llamarían al instante. No sé qué palabra usar para describir lo que pasa. ¿Será acaso esa mujer el fantasma que nos acosa todos los días? Anoche, cuando encontramos la fotografía en la cocina, estaba al lado de la heladera, en uno de los rincones. Lo curioso es que en mi pesadilla el cuerpo estaba en ese mismo lugar. ¿Qué querrá decir eso? ¿Será una señal? ¿Tendrá alguna relación?

     El transcurso del día fue normal, aunque la comunicación entre mamá y papá no fluía. Era obvio, los tres no estábamos como para fingir que todo iba normal. Yo estaba en mi habitación, con los auriculares. Solo quería irme de este mundo y dormirme con la música en mis oídos. Al menos por un rato. Amy Lee, de Evanescence, me habla sobre sentirse lo suficientemente bien para la persona que ama. Me embriaga su voz y la dulce melodía del piano. Es tranquilizador.

     Me quedé dormido, y al parecer escuchando música. Son las diez de la noche, vaya, cuatro horas de siesta. Creo que lo necesitaba, después de estos días no me venía nada mal un descanso. Mis padres están en el patio, los oigo hablar. Antes de ir con ellos me dirijo al baño para lavarme la cara, necesito despertarme del todo... Sin embargo, si lo hubiera sabido, no habría dejado la puerta abierta...

     Cada vez que recuerdo lo que pasó todo mi cuerpo empieza a temblar: ¿Por qué será que cuando miré al espejo una mujer me estaría viendo detrás de mí? La vi unos dos o tres segundos: tenía el cabello castaño totalmente despeinado, su rostro no se veía —al menos sus ojos no los noté—, estaba descalza y llevaba un vestido negro que le llegaba hasta las rodillas. Las piernas las tenía llenas de sangre, al igual que los brazos. Cuando me doy vuelta, ya no estaba... Suficiente… hay que irnos de esta casa...

—¿Hola? —contesta mi mamá el teléfono.— ¿Hola? ¿Quién habla? ¿Quién es?

 —¿Nadie responde? —pregunto. Mi mamá niega con la cabeza.

 —Solo se escuchan susurros… ¡¿Hola?! —y cuelgan.

 —Mamá, ya es suficiente. Hay que irnos de esta casa.

 —Max, sé que pasan cosas aquí, pero nos acabamos de mudar.

 —Lo sé, y así como acabamos de mudarnos también podemos volver a irnos. ¿Sabes lo que se me apareció ahora?

—¿Qué? —me pregunta, ya espantada.

—Una mujer. Estaba en el baño lavándome la cara y una mujer me estaba mirando detrás de mí. La vi por el espejo. Estaba llena de sangre... ¡Mamá, esto va empeorando cada vez más! ¡Hay que irnos de aquí!

—¿Qué pasa aquí? —pregunta mi papá al escucharnos hablar fuerte.

—Papá, hay que irnos ya. Les guste o no, les parezca exagerado o no, en esta casa habita alguien. Y es la mujer de la fotografía. Piensa: la mancha de sangre, las sillas cambiadas de lugar, el corte de luz, mis pesadillas, la sombra que vi en el patio y ahora esta mujer en el baño. Si no hacemos algo, esto seguirá cada vez peor. O llamamos a uno de esos locos que bendicen la casa, o nos vamos. Pero yo no voy a pasar más días viviendo aquí mientras no sé quién mierda nos atormenta noche tras noche. —Nadie dice nada, todos nos quedamos callados. Al parecer lo que dije los dejó perplejos. Pero es la realidad, ¿quién seguiría estando en una casa al parecer embrujada? Si pudiera, agarraría mis cosas y me iría lo antes posible.

—¿Y a dónde nos vamos? —pregunta Andrea luego de varios segundos en silencio.

 —No lo sé, a un hotel, hasta que consigamos otra casa en otro lugar. Estoy seguro que la habitación de un hotel será mucho más segura que esta horrible casa.

—Pero no podemos irnos ya. La policía nos dijo que nos informarían en cuanto supiesen algo.

—¿Y no pueden llamarte desde tu celular? ¿No pueden informarnos en otro lugar?

—Max, te prometo que nos iremos de aquí, pero hoy no.

—¿¡Por qué!? ¿Tan difícil es hacer unas maletas e irnos de esta casa? Papá, tengo mucho miedo, quiero irme de aquí, por favor…

—Cariño, ¿tú qué dices?

—No pondré en riesgo a mi familia, Joaquín. Ya no quiero sufrir, por favor.

—Está bien, pero no podemos irnos ahora mismo. ¿Dónde habrá un hotel disponible? Es decir, todas las habitaciones deben estar ocupadas, ¿o no? Mañana a la mañana buscaremos uno, pero por favor, necesitamos descansar, ¿sí?— No puedo seguir discutiendo, así que simplemente asiento.

—¿Aunque sea podríamos ir a dar una vuelta, a cenar, algo? No quiero estar en esta casa, papá.

—Está bien, iremos a cenar a un restaurante.

—Max, ¿sucede algo? —pregunta mi madre al verme pensativo.

—Lo único que espero es que cuando regresemos no nos topemos con otra sorpresa. Ya es demasiado con pasear por esta casa y sentir que alguien me observa… En fin… ¿nos preparamos?

—De acuerdo —dicen ambos al unísono.

     No veo las horas de irme de esta horrible casa. La próxima vez que nos mudemos papá y yo elegiremos nuestro hogar. Mamá no tiene la culpa, solo que odio las casas antiguas. Me baño y, para sacar el miedo que aún tengo y dejar de pensar en esa mujer que se apareció detrás de mí, pongo la música a todo lo que da y pienso solo en las dulces melodías. Amy Winehouse no quiere ir a rehabilitación. Me parece que el que irá seré yo si vuelvo a presenciar otro momento terrorífico. Trato de pensar solo en Amy, no en algo que me asuste y me mortifique.

     Cuando salgo noto que la ropa que iba a ponerme para salir no está. Yo mismo la dejé donde colgamos las toallas. Una remera color negra, un bóxer y un pantalón blanco. No está por ningún lado. No pueden haber sido mis padres. Primero, porque tendrían que haber golpeado la puerta, y si no lo hubiesen hecho, escucharía abrirse. El baño no es muy grande. Los escucharía, o sabría que estarían en el baño.

     Oh Dios mío… Alguien estuvo aquí, y no fueron mis padres…

La mujer de la fotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora