Capítulo 5

158 20 2
                                    

     Cuando estoy a punto de sacar los fósforos, la luz de la galería y la cocina regresan. Los tres nos miramos totalmente perplejos. ¿Es una simple coincidencia? ¿El hecho de que cuando estuve a punto de prender las velas la luz volviese? ¿O alguien sabía que las iba a encender? Es todo tan confuso, aunque agradecí que la casa ya no estuviese oscura. Los tres no nos separamos. Íbamos por cada rincón para verificar que todo estuviera normal. Cuando nos dirigimos a la cocina, vemos en el piso una fotografía. ¿Una fotografía? «De acuerdo, esto ya se fue al carajo», me digo a mí mismo.

     Una mujer, de al parecer unos treinta o cuarenta y tantos, sonríe mientras está sentada en el patio de lo que parece ser su casa. Tiene el cabello castaño, es delgada y tiene unos ojos grandes, aunque hermosos. Podría decir que hasta se parece a mamá. Tiene una sonrisa perfecta, y se la ve muy alegre. Pero no entiendo, ¿qué hace la fotografía de esta mujer en la cocina de mi hogar? ¿Quién la puso allí? ¿Cuándo? ¿Cómo? ¿Y por qué?

—¿Quién es ella? —Pregunta mamá—. No la conozco, y la fotografía es bastante vieja.

—No sé, tampoco la conozco —respondo. Jamás había visto a esta mujer, aunque el lugar donde se encuentra me parece bastante conocido— Esperen un momento, parece que está en una especie de jardín o patio.

—Sí, ¿por qué? —pregunta papá.

—No, es que me parece muy familiar.

—No comprendo, ¿a qué te refieres con que te parece familiar?

—Bueno, el patio parece el nuestro: el árbol gigante que está al costado, el asador al fondo… No sé, a lo mejor me equivoco y solo son similitudes. Además, la imagen es vieja por lo que debe ser un error.

—Esto es demasiado —concluye mi mamá—. Hay que llamar a la policía, cariño. Y creo que la idea de Max no está nada mal. ¿Y si se trata de un espíritu? ¿Y si la casa está embrujada? No quiero exagerar ni sacar conclusiones, pero tampoco quiero que sigan pasando cosas raras en mi casa. Si no hacemos algo, esto no cesará. Max escucha ruidos aquí por las noches, vio una sombra en el patio hace unos días, la mancha de sangre, las sillas, el corte de luz y de la línea del teléfono, y ahora la fotografía de esta mujer. ¿No te parece demasiado? ¿Quién podría hacernos esto? Hace casi una semana que estamos aquí y mira todo lo que nos ha sucedido. No conocemos a los vecinos, no tenemos ningún enemigo ni nada por el estilo. Lo que ocasiona esto no es una persona, cariño. Es algo más horrible.

—¿Por qué no me dijiste que viste una sombra y oyes ruidos en la cocina, hijo? —pregunta algo decepcionado mi padre.

—Eh… Es que… no quería preocuparlos más de lo que estaban. Al principio pensé que todo esto era parte de mi imaginación, un par de ruidos en la cocina, nada más. Lamento no habértelo contado, papá. Estaba muy aterrado.

—Está bien, Max. No te culpo. Pero debiste contárnoslo en el mismo instante en que sucedían las cosas. Mañana me ocuparé de llamar a la policía, pero debe haber una explicación lógica para todo esto. No creo que sea algo sobrenatural.

—Max, hijo, si te sucede algo esta noche, si ves de nuevo esa sombra, si escuchas ruidos en la cocina o en cualquier lugar de la casa, si tienes otra pesadilla o te sientes mal, avísanos, no lo dudes, ¿si?

—Sí mamá, lo haré.

—Bueno. Ha sido un día muy complicado, y preferiría que no volviésemos a retomar este tema, no hasta que tu papá llame a la policía y debamos explicarles lo que sucede. ¿De acuerdo?

—De acuerdo mamá.

—Bien. Deberíamos irnos a dormir, ya es tarde. —Saludo a mis padres y me dirijo a mi habitación.

—Esperen… —nos asusta mi padre— ¿Qué hacemos con la fotografía? Quien haya sido la dejó aquí mientras no estábamos.

—No pienso guardarla en nuestra habitación, Joaquín. Déjala aquí y mañana nos ocuparemos de ello, ¿si? —responde mi madre.

—De acuerdo. Vamos a dormir.

     Estoy muy cansado. Me duele la cabeza y me tiemblan las piernas. No entiendo todo esto. Ojalá fuese una pesadilla y pudiese despertar. En momentos como este me arrepiento de haber venido aquí. Tenía una vida muy feliz en Mendoza. Extraño a mis amigos, a mi antigua casa, a mi escuela. Ya no quiero estar aquí. No me gusta este sitio, me da mucho miedo. Tampoco quiero dormir, porque sé que algo ocurrirá. Si no es otra pesadilla, serán ruidos en la cocina, o sombras en cualquier rincón de la casa, o más fotografías de personas desconocidas. Solo quiero dormir y que todo esto fuese un mal recuerdo. 

La mujer de la fotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora