Capítulo 3.

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**Leonardo**

Había estado mirando a Lidia desde la terraza mucho tiempo, la veía ir de una punta del cuarto a la otra desde el campo de visión que me daba la terraza del edificio de enfrente.

Luego de una hora de aburrirme observando cómo se ponía pintura roja en los labios y ropa, para luego sacarsela y ponerse otra noté que llegó Susan, su amiga desde antes de que yo comienzase a cuidarla, y tocó la campana que le avisaba a la joven de ojos verdes que la rubia se encontraba en el suelo, esperándola supongo yo.

Salió con una ropa muy bonita y bastante arreglada, las vi alejarse por la calle de su apartamento y tomar el camino de la derecha, perdiéndose de mi vista, por lo que comencé de nuevo mi vigilancia aérea.

Luego de pasar un largo rato volando, y agradeciendo el pan que una señora había dejado en la ventana de su casa, por las luces que daban las calles logré ubicarlas en una entretenida caminata, cuándo pararon y entraron en una taberna (Estoy cien por ciento seguro de que es una taberna).

Me quedé apoyado en una lámpara del alumbrado público, notando que una paloma comenzaba a mirarme raro y luego de una pelea de miradas me echó de su nido. Resignado, me moví a otra lámpara, por la cuál me quedé mirando el interior del establecimiento, las estaba observando tomando unas copas cuándo la voz molesta volvió, justo cuándo no la necesitaba.

-[¿Se puede saber que te pasa..? Estoy al tope de trabajo y tú me vienes a llenar la cabeza con tonterías, ¿que pasó?] -Rezongó Miguel, cómo siempre hacía cuándo interrumpían su perfecto balance, generalmente era yo la causa de ése desperfecto.

Algo divertido con su molestia, le comencé a explicar lo que había pasado y mis decisiones ante el peligro, preferí guardarme mi sospecha de poseción y lo que me dijo mentalmente, Miguel armaría un escándalo para llevar personal extra y no quería éso.

-[Ni siquiera pudiste inventar un nombre distinto, pero mientras no se vuelva a cometer éste error está bien, mantenme informado] -Explicó y se desconectó, que raro que no se hubiera enojado, pero supongo que es mejor para mí.

Luego de ver aburrido cómo ellas reían y se divertían, decidí que podría ir también a tomar algo, hace siglos que no voy a una taberna, por lo que esperé a que nadie me viese y adopté la misma forma que hoy por la mañana, sólo que con el cabello rubio, nadie me reconocería.

Entré fingiendo no conocer a nadie (Lo cuál es casi cierto), miré de reojo al dúo de chicas, las cuáles me miraban sin decír nada. Me senté y pedí un refresco, estaba estrictamente prohibido para los ángeles emborracharse en servicio, me quedé esperando en la barra y en éso llegó Lidia, escaneándome de arriba a abajo hasta que yo me volteé a verla con una expresión tranquila y calmada.

-Señorita, ¿pasa algo..? - Le pregunté, haciendo que levantase la mirada y me mirase fijamente a los ojos, ella tenía muy acelerado el pulso.

-[Por cierto Leonardo, casi me olvidó de decírtelo, Remiel tiene algunos problemas con resucitados en la ciudad, abre bien los oj-..]-

-Eh..y-yo...p-pues no, sólo vi una mosca en tu brazo, si.. -Se excusó ella en el peor momento posible, mi expresión era calmada pero Miguel la había escuchado perfectamente.

-[¿Quién está hablando..?] -Preguntó el Arcángel con un tono falsamente curioso, ya sabía perfectamente quién era.

-[No es lo que creés Miguel, puedo explicarlo si me das diez segundos] -Intenté ganar tiempo mientras mi cara se mantenía serena pero mi subconsciente estaba en completo caos.

-[En diez segundos estoy ahí, más te vale que sepas explicar bien..] -Amenazó comenzando una cuenta regresiva para su transportación automática.

El ÁngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora