La peor de las brujas

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Dudas y confusiones

Adiós, mi querido Inuyasha

Un regalo de amor/ Hermosa bruja

Te amo, Kagome...

Aquella miko de largos cabellos/ Juro que nunca más me sentiré menos que Kikyo

Una extraña sacerdotisa/ ¿Eres tú, Kagome?

Sabía que eras tú...

Kagome, ¿por qué me odias?

Adiós, querida mía...

Por favor, mi querida Kikyo...

La decisión de Kikyo

Kagome es Kagome

La peor de las brujas

La confesión de Inuyasha

El poder de un beso

La desesperación de Inuyasha

Desengaño

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En aquella pequeña cabaña todo era silencio, nadie decía ni una sola palabra, ninguno de ellos emitía ningún sonido, ni siquiera podían oírse claramente las respiraciones. Inuyasha miraba lo interesante de un pequeño polvillo pegado al suelo, Sango descansaba un poco por recomendación de Miroku, Shippo dormía en el regazo de Kirara y Kikyo miraba a Inuyasha de vez en cuando desde un lejano rincón, sentada mientras apoyaba su cuerpo contra la pared de madera. Un bostezo se escuchó en el aire, era Shippo quien había despertado recientemente de su pequeña siesta. Se oyeron los gemidos de Kirara mientras se desestresaba para después lamer un poco sus patas algo entumecidas. El pequeño Shippo, mirando un poco a Kikyo, se acercó a ella hasta quedar a cierta distancia y con algo de miedo se sentó a su costado. En aquellos dos largos años, había aprendido a acostumbrarse a su silencio y a aquella fría mirada que le dedicaba a todo el mundo, le agradaba un poco, solo un poco en realidad, en dos años que Kagome le hizo falta, él no tenía a quien aferrarse y solo estaba Kikyo a su costado. La sacerdotisa lo miró de reojo y volvió a su anterior estado, irritando un poco al kitsune. Con algo de temor, tiró un poco de su ropa para pasarle la voz. Al principio ella no hizo caso, pero después volteó a mirarle de una forma bastante fastidiada.

- D-Disculpa, ¿Qué haces?

Kikyo se quedó muda, no respondió ni siquiera con algún gesto. Dejó de mirarlo y cerró los ojos para intentar descansar, pero nuevamente sintió el tirón insistente del pequeño zorrito. No le desagradaba aquel gracioso personaje, pero a veces su extraña dulzura llegaba a irritarle de una manera inexplicable, ya que imaginaba que él también la estaba usando de reemplazo. Apartó suavemente la mano de Shippo y acomodó su ropa. Se volteó y le dio la espalda. Esto enojó al más pequeño, quien decidió ponerse de pie y darse la vuelta para, después, sentarse frente a ella, mirándola seriamente. Kikyo comenzó a hartarse y eso no era para nada bueno, si se enojaba no podría mantener más la compostura. Rendida, se decidió, finalmente, a dirigirle la palabra a aquel travieso zorro.

- ¿Qué quieres? -fue su fría pregunta.

- Tengo hambre…

- ¿Y qué tengo que ver yo con eso?

El pequeño bajó la cabeza.

- Solo te iba a pedir permiso para salir a buscar algo de comer.

¿Permiso? ¿Desde cuándo tenía él que pedirle permiso para salir? Ella no era su madre. Lo miró y este parecía acongojado…Ahora ¿qué es lo que haría?

- Shippo, deja de molestar a Kikyo -le dijo Inuyasha.

- Inuyasha, tengo mucha hambre…

El hanyou se puso de pie y cargó al pequeño, disculpándose, a la vez, con la ya adormecida Kikyo. La chica los vio salir de la cabaña hasta que desaparecieron de su vista. Suspiró. Nunca se acostumbraría a vivir aquel día a día. Por más que hubieran pasado dos largos años, nunca podría complementarse a aquella rutina que llevaba ese grupo. Cerró los ojos, tratando de hallar un poco de paz.

La partida sigilosa de KagomeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora