- 𝑪𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝑵𝒖𝒆𝒗𝒆: la muerte llama a mi puerta.

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𝑬𝒔𝒕𝒐𝒚 𝑴𝒖𝒆𝒓𝒕𝒂. No muerta. Re muerta.

¿Pero qué mierda?

El mundo giró, o solo era mi presión baja. Era consciente de que todas las miradas se centraban en nosotros dos. Me sentí completamente aturdida, tonta, soñada. Tal vez es un evento imaginario de mi cabeza, tal vez oí mal.

Voy a vomitar.

Un zumbido como de abejas enfurecidas comenzaba a llenar el salón. 

No podía moverme, pese que veía a mi alrededor agitarse. Mis oídos pitaban, ignorando el ruido, los enfados. Apenas sentí las manos en mi brazo y veía a Hermione hablar, pero no comprendía lo que decía.

—Yo no puse mi nombre —Fue lo primero que dije, cuando recuperé la cordura.

—Yo tampoco —oí a Harry decir confuso.

Ella solo me miró aturdida.

En la mesa de los profesores, Dumbledore se irguió e hizo un gesto afirmativo a la profesora McGonagall.

—¡Harry Potter! ¡Blair Rowling! —llamó—. ¡Harry! ¡Blair! ¡Levántense y vengan aquí, por favor!

—Vamos —les susurró Hermione, dándome un leve empujón.

Me mareé apenas me levanté. Me tambaleé un poco apenas avancé por el hueco que había entre mi mesa y la de los tejones. Ni siquiera tuve el valor de ver a Alex. El camino era larguísimo, era como caminar sobra la plancha directo a mi innegable muerte cruel. 

Podía oírlos, sentía sus miradas sobre mí. Fue como volver a ese día, mi primer año, cuando use mi poder de forma inconsciente y deje ver mi brillo escarlata. Todos juzgándome, diciendo que estoy maldita. Me sentí sofocada y el salón muy pequeño. Mi respiración se ralentizo, el sudor bañaba mi frente.

Pareció una hora, cuando finalmente llegué frente a Dumbledore. No me atrevía a ver nada, de lo contrario vomitoria o me desmayaría o ambos.

—Bueno... crucen la puerta, Blair y Harry —dijo Dumbledore.

Me moví lento, como un caracol. Apenas divise a Harry a mi lado. Pasamos la mesa de profesores y salimos de la mira, lo que me produjo cierto alivio. Entramos a una sala más pequeña decorada con retratos. Delante de ellos, en la chimenea, crepitaba un fuego acogedor.

Cuando entraron, las caras de los retratados se volvieron hacia nosotros. 

Viktor Krum, Cedric Diggory y Fleur Delacour estaban junto a la chimenea. Con sus siluetas recortadas contra las llamas, tenían un aspecto curiosamente imponente. Krum, cabizbajo y siniestro, se apoyaba en la repisa de la chimenea, ligeramente separado de los otros dos. Cedric, de pie con las manos a la espalda, observaba el fuego. Fleur Delacour los miró cuando entraron y volvió a echarse para atrás su largo pelo plateado.

SCARLET WITCHDonde viven las historias. Descúbrelo ahora