Corazones sinconizados.

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No tengo ganas de levantarme, salgo y como, de vez en cuando me baño y vuelvo a la cama.

Las palabras "tu hijo" no paran de rodar en mi cabeza y conectándolas con lo que Perth me dijo la otra noche, sobre no querer separarse por miedo y costumbre.

Mis padres me traen mensajes de él sobre querer hablar, pero no me siento cómodo aún para hablarlo con él. Sé que va a llegar el día inevitablemente, pero quiero retrasarlo todo lo que pueda.

-Sabes, Saint -me dice mi padre mientras estamos comiendo- no sé que halla pasado entre tu y ese chico que viene todos los días, pero parece arrepentido y es mejor arreglar las cosas lo más pronto posible, así no te arrepientes después.

-Es verdad, no sabes lo que está pasando entre nosotros, y lo sabrías si hablaras... No, si quisieras hablar más con mi papa y conmigo!

-Saint! -volteo a ver los ojos de mi papá y me levanto, me doy la vuelta y con los ojos inundados en lágrimas corro de vuelta a mi habitación- A dónde crees que vas?

-Está bien, déjalo, tiene razón amor y lo se.

-No es verdad, haces mucho por nosotros y no nos damos cuenta, y aún más, te seguimos pidiendo, es injusto, y lo que acaba de pasar no es culpa de nadie más que mía, por ser egoísta y lo siento mucho. Te amo.

-Te amo.

Esa noche los padres de Saint volvieron a tener ese sentimiento intenso de amor, al igual que la primera vez que se profesaron amor mutuo, cuando no sabes si tu pareja va a responder tu amor, ese sentimiento de impulso y nerviosismo, pero después de hacerlo puedes sentir tu corazón, que hace unos segundos latía tan inimaginablemente rápido, ahora, de golpe, el pulso va lo más lento que nunca en la vida, juntándose y sincronizándose sus latidos con un abraso.

Mientras tanto, Saint en su cama estaba al borde del colapso, no solamente se había arruinado su relación vagamente recién comenzada con Perth, si no que ahora, él mismo se había encargado de destruir con sus propias manos, su relación de padre e hijo.

Mi cabeza está a punto de explotar, tengo dolor en las cienes, ganas de vomitar y lo único que quiero es desaparecer, me levanto de mi cama y corro a la puerta, la abro y mi padre está parado tras ella, lo abrazo lo más fuerte que puedo.

-Lo siento.

El Vecindario [Pinson] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora