Ya va a ser invierno, así que mis padres y yo salimos a cortar el follaje de nuestro árbol, antes de que él solo suelte todo y vuele a otros lados.
Yo preparo limonada mientras mis padres sacan las cosas de jardinería, hace ya bastante tiempo que no los veo tan felices, tal vez no fue tan malo haber explotado anoche. No, me arrepiento y siempre me voy a arrepentir de haberle hablado así a mi padre.
Salimos a el jardín y pongo la charola con la limonada y los vasos en la mesa de afuera, mi padre coloca la escalera y mi papá sostiene las tijeras de césped mientras él sube, yo me siento y sirvo la limonada en los vasos con hielo.
Esa tarde estuvimos riendo y jugando, ya hace bastante que no nos veía como una verdadera familia, extrañaba los días como este, cuando yo tenía 8 y mis padres estaban juntos siempre.
Aprovechamos para de una vez cortar el césped y sembrar semillas de manzanilla.Terminamos tarde, yo me fui directo a la cama, pero no me dormí, mi cabeza seguía dando vueltas, entonces escuche el timbre.
-Está bien? -escucho apenas a lo lejos, pero aunque es muy bajo el volumen, puedo reconocer la voz de Perth.
-Mucho mejor -contesta mi padre.
-Todavía... Todavía no quiere verme? -se escucha triste, y entonces entiendo que no puedo seguir retrasando esto.
-Lo siento
-Está bien, me alegro que esté mejor, gracias por seguir abriendo la puerta. Buenas noches.
Escucho la puerta cerrarse y me quedo dormido.
Perth no dejó de ir a esa casa, todos los días sin falta a las ocho de la noche a preguntar por el joven que le gusta y a el cual le causó tanto dolor.
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Hoy me preparo para hablar con Perth, me baño, me pongo unos jeans y una sudadera roja, una hora antes a la que acostumbra venir Perth, salgo de la casa y me siento o en la banqueta, en el mismo lugar en el que nos presentamos y me quedo ahí, viendo todo a mi alrededor, las personas pasar con sus perros y veo los autos cruzar la calle para llegar a sus destinos, es todo muy silencioso y relajante, me ayuda a pensar.
Un chico de baja estatura y piel morena sale de su casa, para hacer lo que acostumbra a hacer a esa hora, preguntar por el chico que le gusta, si su salud está bien y si está feliz, pero entonces, estando enfrente de la casa del susodicho, Perth se da cuenta que hoy su rutina va a cambiar, tal vez para siempre, el chico por el que va a preguntar está ahí, sentado frente a él, lo mira por un momento, su corazón da un vuelco de emoción y entonces, al instante la emoción se convierte en nervios, Perth respira hondo y en una actitud de derrota, camina hacia el chico y se sienta a un lado de él.
El chico más bajo mira a el otro a los ojos, pero este no le responde la mirada, se da cuenta que Saint está ahí sólo para escuchar y no para dialogar.
-Cuando era más joven -comienza a explicar Perth- Yo... cometí muchos errores, y uno de ellos fue ella... Por así decirlo...
Perth, sin apartar la mirada de los ojos de su receptor, anhelante de una mirada de él, toma una bocanada de aire, con los ojos llorosos y la nariz fría; se quita la chaqueta y la pone en los hombros de Saint, quien ni se inmuta, entonces, continúa.
-En la preparatoria hice de mi vida un desastre, doy gracias que puedo estar estudiando la universidad, mi padre me dio la oportunidad de hacerlo, siempre y cuando me hiciera cargo de mis desastres. Ella es la madre de mi hijo.
En el momento en el que esas últimas palabras salieron de la boca de Perth, como si estuvieran sincronizados, de los ojos de cada uno salió una lagrima.
-Lo amo y yo... Yo no podría dejarlo por nada... Pero no la amo a ella y ella no me ama a mi, no estamos casados, solo vivimos en la casa de nuestro hijo, ella está casada con el hombre que ama y yo... Yo, bueno
Perth toma la mano del chico con el que está hablando y mueve su rostro para que lo vea a los ojos, su rostro está mojado de los ojos a la barbilla, con su dedo pulgar, Perth seca las mejillas de Saint, a lo que él recibe su mano con cariño, cierra los ojos y acerca su rostro a la mano del otro chico, como si estuviera anhelando ese toque, lo cual hacia.
-Me gustas, me gustas mucho, en estos días en los que estuviste alejado de mi, me hiciste darme cuenta de ello, cada vez que vine a tu casa, lo único que quería era ver tu rostro una vez más, recordar tu olor por última vez, sentir tu cabello entre mis dedos, ver tus ojos y que me vieras a los ojos por lo menos para decir adiós. Cada noche, recostado en mi cama, lo único en lo que pienso eres tú, la vez que nos conocimos y yo... Te prometo que nunca, nunca voy a hacerte esto de nuevo, yo te prometo que nunca voy a hacerte llorar de esta forma y nunca dejare que nadie más lo haga.
En ese momento Saint abrió los ojos y vio a Perth frente a él, con el rostro mojado, viéndolo directamente a los ojos, con la nariz roja y su mano estirada para que él reposara su rostro y entonces sonrió y rió entre lágrimas. Para al fin decir...
-También me gustas.
Ambos chicos rieron, Saint sacó un pañuelo de la bolsa de sus jeans y secó el rostro de Perth y junto su frente con la suya.
Esa noche las estrellas brillaron más que nunca, el aire fue más fresco, una noche de luna llena en la que la luna se veía más hermosa que nunca ya que por fin tenía un significado.