"Querer y deber", palabras, acciones enemigas acérrimas, que chocan entre si en este mar que llamamos pensamientos, produciendo odio, produciendo dolor, amor, cariño, desesperación, y una guerra interna. En un mundo tan cruel el soldado debe protege...
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"Mis piernas en ese momento se movieron solas, como si un resorte se hubiese activado por si solo. Creo que fui la primera que había empezado a correr, como si toda mi vida me hubiese dedicado a hacer atletismo. Pero la realidad era muy distinta, una vez los demás se percataron de la situación en la que estábamos, comenzaron a huir despavoridos en la misma dirección que yo, y lo cierto es que me adelantaron sin pensárselo demasiado. Ver cómo los que son mis amigos simplemente me sobrepasaban en velocidad, y ni giraban sus cabezas a saber si yo sería la siguiente, creo... creo que eso me marcó de alguna forma. No los culpo, su instinto más humano se había activado, y nadie es capaz de frenar ese click que tu cerebro activa para protegerse. Sobrevivir. Eso era lo único que importaba en ese instante. No donde estábamos, no los compañeros, no ser moralista. Lo importante era salir con vida de aquellos terrenos. Pero me frustró saber que me podrían adelantar, y que muy posiblemente no fuese yo la que saldría viva. Pero en el momento en el que la cabeza de Luc se giró a mirarme, solo pude sentir que estábamos precipitándonos a un acantilado, que todos íbamos a morir si yo no iba más rápido. Entonces mis piernas aceleraron el paso, podía sentir como mis tendones crujían con cada paso, y que mi cuerpo tenía una carga tan pesada... era el sprint que la vida me estaba proporcionando y no lo podía desperdiciar. Y mientras corría en mi mente solo podía repetirme "No quiero. No quiero. No quiero. No quiero mor....""
-- MORIRAS ANTES DE LO QUE CANTA UN GALLO, PEQUEÑO ENCLENQUE. ¿TE CREES QUE ALGUIEN QUE NI SABE COMO HACER UN BUEN SALUDO PODRÁ OFRECER SU CORAZÓN A LA HUMANIDAD? Me das asco, mierdecilla -- La voz carrasposa de aquel hombre irrumpió la oleada de recuerdos de la jovencita con mirada perdida; el hombre que todos conocían como Keith Shadis o instructor, estaba presentándose a los nuevos cadetes pertenecientes a la Tropa del ciclo 104º. Sus malas palabras, calva y arrugas le caracterizaban casi tanto como su mal genio, que ahora mismo descargaba en un pobre joven, que la chica ni reconocía. Sintió lastima inmediatamente por él, ser tratado como una basura era un choque psicológico brutal, pero sabía que era necesario. En la época en la que se encontraba, en las circunstancias que les tocaba vivir, era necesario no pensar, era necesario que supieran quienes eran sus superiores, era necesario que olvidasen quienes creían ser para prepararse para lo peor. Y aun así muchos no lo asimilarían, abandonarían, o lo que es peor, la muerte los atraparían antes de lo que un gato caza a un ratón. Y eso la chica lo sabía a la perfección. Por ello soportaba ese insufrible sol, que impactaba de lleno en sus cabellos castaños y rubios, que como una cascada resbalaba sobre su frente, formando un flequillo de medio lado revuelto, todo ello sujetado con una pequeña coleta, que solo llegaba a estar un poco por debajo de su nuca. Soportando mirar al frente sin pestañear, dejando que sus ojos, de color verde fundido con marrón, se resecasen por las altas temperaturas. Y por ultimo permitiendo que ese aire arenoso, raspase su piel blanquecina, por falta de sol.
Era una muchacha agraciada, por suerte, con una buena figura, y unos rasgos delicados. Pequeñas pecas adornaban su cara, pasando esa constelación por sus mejillas redondeadas, y por encima de su pequeña, aunque puntiaguda, nariz, sin embargo sin llegar a tocar su mandíbula marcada. Aunque su aspecto no importaba demasiado en plena crisis "titánica", por llamarlo de alguna forma. La sangre, al igual que la de todos los demás. corría por sus venas, e iba a salpicar su rostro en cualquier momento. Con este último pensamiento en mente, no pudo evitar sentir un escalofrío recorrer su columna vertebral, haciendo que instintivamente mirarse a sus otros tres compañeros que a su lado se encontraban, como asegurándose que estuvieran bien. A su lado izquierdo estaba un joven castaño y de peinado atolondrado y corto; de estatura más bien baja, incluso más que la de la propia chica por unos pocos centímetros, dejando ya de por sí en claro que la muchacha solo media 1'60m, quizás su compañero mediría 1'55m. Su piel era pisoteada por la pubertad, y pequeños vellos sueltos. En su mejilla derecha una angustiosa cicatriz de su pasado. Y ojos azules como el mar. Era Luc Drop, su fiel acompañante. Dos puestos más a la izquierda estaba un apuesto muchacho rubio y alto, con ceño fruncido, de complexión atlética y estatura más bien alta, llegando al 1'87m. Jaret Fidem, era quien con mirada desafiante miraba al frente sin pestañear, frustrado pero inexpresivo. Y por último al lado de este se encontraba Ángel Asperrimam. Su cabello plata, combinaba a la perfección con su piel blanca, casi impoluta que se teñía del amarillento sol. Sin contar sus ojos calmados, y tranquilos de una tonalidad café. Su cara tenía una forma marcada, sobretodo por su mandíbula. Labios rosados, y nariz algo aguileña, sin llegar a ser desagradable a la vista. Él nombre de Ángel le venia como anillo al dedo, pues aquel rostro puro y suave desbordaba pureza, pureza que se notaba en el ambiente que iba a desaparecer.