"Querer y deber", palabras, acciones enemigas acérrimas, que chocan entre si en este mar que llamamos pensamientos, produciendo odio, produciendo dolor, amor, cariño, desesperación, y una guerra interna. En un mundo tan cruel el soldado debe protege...
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Era penetrante, tanto que quizás podía llegar a molestar a la vista. El sol de por la mañana, que se alzaba en el cielo, aporreaba las cabezas de los cadetes como si fuesen piñatas. Todos estaban posicionados en fila india, esperando a su turno. Parecían una panda de borregos, dirigiéndose hacia el matadero. O eso pensaba un rubio alto, con mirada fija en el frente, y semblante serio; más serio que la mayoría allí presentes, portando un ceño fruncido, observando como poco a poco el instructor despachaba a quienes él sabía que iban directos sus propias muertes, a un infierno con el nombre de exterior. Era un realidad que a Jaret Fidem no le agradaba estar allí, nunca le gustó la idea de alistarse en el "ejercito", y arriesgar su vida por unos ideales que no creía ciertos. No es que no le gustase la idea de la libertad, por el contrario la ansiaba con todas sus fuerzas, pero luchar por algo, o alguien que no le pertenecía era absurdo a su parecer. A él no le gustaba la violencia, no le gustaba la monarquía, ni nada con lo referente al ejercito. Pero tenía un buen motivo para estar allí, cosa que le desagradaba aun más.
-- Maya ¿te encuentras bien? -- escuchó el susurro de alguien a sus espaldas, voz que reconoció perfectamente. Su mirada se dirigió a los que hablaban detrás suya, por el rabillo del ojo. El cabello atolondrado, y su altura eran reconocibles a distancia. Luc, ese idiota, que a veces podía llegar a ser muy ingenuo, e impulsivo, tenía un tono de voz preocupado hacia una muchacha semi-rubia, de nombre Maya. Esa muchacha, que por algún motivo, Jaret podía llegar a soportar; era su amiga al fin y al cabo, aunque su bondad, simpatía y pesimismo llegaba a exasperar al más alto. Pero no todo el mundo es perfecto, y menos Jaret, quién era consiente de sus propios errores, fallos y manías. No podía replicarle nada a la muchacha, a pesar de que de vez en cuando le dieran ganas de darle un bofetón, para acallar su delgada y temblorosa voz. Era cruel, si, pero al menos sabía ser sincero.
-- Si tranquilo, estoy bien, solo no dormí bien -- Jaret en ese momento se fijó en las ojeras de la chica, demostrando así que era cierto que no había dormido; sin embargo sintió de alguna manera que no contaba toda la verdad. Cosa que frustraba aun más al rubio, pues siempre tuvo el pensamiento de que la verdad había que siempre decirla, olvidarse de la humildad, y de poder preocupar a alguien, y soltarlo todo. Pero Maya no era así, ella siempre ocultaba algo, aun más últimamente, respaldando se en esa estúpida sonrisa amable, fingiendo no querer preocupar a nadie, aunque sus acciones dijesen todo lo contrario. Cosa que frustraba aún más a quien escuchaba esa conversación sin ser visto. Su pecho ardía de impotencia, al no poder saber qué ocultaba la chica, apretando sus dientes con la boca cerrada, devolviendo la mirada al frente, mientras la cola avanzaba.
Jaret, nunca admitiría que sentía curiosidad, ni que podía llegar a comprender porque se ocultaba así, si solo se lo explicase. Y solo dejaría ver que le enfadaba, eso era todo. Era orgullo. El mayor pecado de este chico, el orgullo de su perdición.
Mientras divagaba en sus pensamientos llenos de odio hacía unas circunstancias que no llegaba a entender, pudo visualizar como Ángel, que estaba delante suya, avanzaba para examinarse. Su pelo plata destacaba sobre todos los demás, junto a esa piel tan limpia e impoluta. Él siempre destacaba de alguna forma, era ese tipo de chico que todo el mundo conocía, siendo popular por su amabilidad, e inteligencia. Jaret de cierta manera lo respetaba, era la única persona que respetaba en todo el jodido mundo 100%, sobre todo por algo más que no diría. Envidia. Jaret no podía ser tan amable como él, ni llegar a todo el mundo. Ni a nadie. Sintiendo envidia de Angel, y por ello mismo lo respetaba, viéndolo como una especie de superior o autoridad. Más aun cuando se percató de su buen dominio con el equipo. Si no era el mejor, podía llegar a serlo.