II

459 76 48
                                    

    El rostro femenino era parcialmente iluminado por la luz de su celular, el mismo que se esforzaba por ignorar. La notificación de un nuevo mensaje cesó y dejó a la adolescente nuevamente sumida en la penumbra nocturna. Estrujó la chamarra que caía sobre sus hombros tratando de darle calor y acercó sus rodillas a su pecho. Estar sentada en la cama, mirando un punto fijo y sin nada que hacer, comenzaba a acalambrarla, pero tampoco tenía ganas de cambiar de posición o meterse a la cama para dormir adecuadamente. Oyó un zumbido y sus tristes ojos miraron su teléfono en el momento exacto en que la pantalla de este se iluminó, mostrando un nuevo mensaje entrante.
   
"¿Estás bien?"
   
    Frunció los labios y miró la ventana de su cuarto. Llevaba horas, no, días ignorando con todas sus fuerzas los molestos mensajes que constantemente recibía de su ex-compañero de aventuras. Sí, ex, porque desde aquel día se había negado a tocar el ordenador, ni siquiera se atrevía a prenderlo para hacer sus deberes. Sus calificaciones claramente bajarían de ahora en más. Otro zumbido, otro mensaje, otro quejido de molestia que se escapaba entre sus labios apretados. ¿Es que acaso nunca se cansaría de hablarle? ¿No entendía su clara indirecta acerca de no hablarse jamás?
   
—Si no entiendes por las buenas, lo harás por las malas —tomó rápidamente su teléfono y entró al molesto chat con la clara intención de bloquearlo. Sin embargo, al entrar a la conversación, no pudo evitar fijarse en el último mensaje.
   
"¿Hice algo mal?"
   
    Su dedo se quedó estático sobre la opción "bloquear" y poco a poco lo fue retirando hasta quedarse mirando ese mensaje. Tres palabras que la hicieron dudar sobre si era alguien muy inmadura o si estaba bien lo que hacía. Simple, pero conciso, las palabras justas para hacerla sentir culpable. Salió del chat y volvió a su posición inicial donde la pared de su cuarto parecía ser lo más interesante del mundo. Su mente estaba hecha un revoltijo. No sabía quién esperaba que fuera su misterioso amigo en línea, o por qué le molestaba que esa persona terminara siendo su compañero con el que compartía más peleas que gustos, no sabía si deshacerse del juego o seguir jugando y pretender que nada había pasado. Releyó el último mensaje a través de la barra de tareas. Mierda, esa simple pregunta le había calado en lo más profundo. ¿Que si él había hecho algo mal? Sinceramente...
   
—No lo sé...

   
   
          ─────♡◦♡◦♡─────

   
Miró el emparedado frente a ella, trató de llevárselo a la boca por enésima vez y, por enésima vez, volvió a rechazarlo. Sentía una extraña presión en la garganta y un nudo en el estómago. La castaña frente a ella la miró con reproche y le ofreció un jugo en su lugar, tal vez le fuera mejor al intentar tomar algo. Sin embargo, la respuesta fue la misma. En el estómago de Kagome no había lugar para nada que no fueran orugas retorciéndose.
   
—¿De nuevo vas a negarte a comer?
   
—No es que no quiera —replicó—, es que no puedo —ese extraño sentimiento, el mismo que la había embargado aquella vez, la había poseído por completo hasta imposibilitarle comer. Se sentía enferma.
   
—Yo creo que estás ahogándote en un vaso de agua, Kagome —la mencionada la miró con recelo—. Y no me veas así. Sabes que es verdad. Taisho resultó ser el muchacho con el que jugabas, ¿y? Nadie se morirá por eso. ¿Al menos intentaste hablar con él?
   
—No —¿Por qué se molestaría en hablar con un chico que cree ser el rey del mundo? Esperaba que con ignorarlo fuera suficiente como para terminar esa especie de relación que comenzaba a surgir entre ellos.
   
—¿Volviste a jugar?
   
—No —y acto seguido se mordió el labio inferior con inseguridad. Se le revolvía el estómago de solo pensar que su pequeña aldea virtual podría haber sido saqueada en su ausencia.
   
—¡¿Me estás diciendo que han pasado casi dos semanas donde cortaste todo contacto con él y ni siquiera te has dignado a darle una explicación?!
   
—Es que no lo entiendes, Sango. Ya no es lo mismo.
   
—Y jamás volverá a serlo —concordó.
   
—¿Lo ves? Por eso mismo yo... Desinstalaré la aplicación. Ya no quiero saber nada de...
   
—¡No! —Interrumpió.
   
—¿Qué?
   
—No me malentiendas. Dije que no sería lo mismo, pero eso no quiere decir que de ahora en adelante no pueda ser mejor.
   
    La castaña sonrió con complicidad al ver una mueca extraña dibujarse en el rostro de su compañera. Kagome temía perder la amistad que había construído con GoldenWarrior porque, en la vida real, ella y Taisho difícilmente intercambiaban algo que no fueran caras de disgusto o palabras hirientes. Sin embargo, Kagome no había contemplado la opción de una verdadera amistad o, inclusive, un ferviente romance de adolescencia. La vio atragantarse con su propia saliva y se carcajeó con alegría al darse cuenta de que había dado en el clavo.

Game "L"overDonde viven las historias. Descúbrelo ahora