IV

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18 de septiembre, miércoles.

   
    La cuchara de metal se arrastró a lo largo del refrescante dulce y la castaña no tardó en llevarse el cubierto a la boca, suspirando de puro gozo al instante de sentir el helado derretirse en su boca.
   
—Sigue, sigue —animó—, quiero seguir escuchando sobre "Inuyasha" —enfatizó. Desde que Kagome se había animado a llamarlo por su primer nombre, no podía evitar emocionarse aún más que antes. Toda la situación parecía estar acomodándose a la perfección.
   
—¿Es necesario?
   
—Lo es si no quieres que le cuente cierto secretito a cierta personita —chantajeó, y la azabache rodó los ojos con gracia.
   
—Le encanta el ramen. Digo, muchas veces me dijo que le gustaba esa comida e inclusive lo comía mientras jugábamos, pero jamás pensé que... Realmente le gustaría tanto.
   
—¿Y? ¿Qué otra cosa? ¡Necesito saber detalles!
   
—Tiene un hermano.
   
—Pero eso ya lo sabías.
   
—Sí, lo que no sabía era que se llevan peor que perros y gatos. Por eso van a colegios diferentes. Ni siquiera toleran verse la cara.
   
—¿Qué más?
   
—Pues... Al parecer a ambos nos gusta la misma de música. El otro día recibió una llamada de su madre y tenía una de las canciones de mi banda favorita como tono de llamada. Fue genial. Y bueno, obviamente somos aficionados al mismo videojuego.
   
—¿Cómo es que sabe que te gusta ese...? Espera... ¡¿Se lo dijiste?! —La euforia colmaba su voz. ¿Kagome al fin se había abierto con su compañero?— ¡¿Y qué te dijo?!
   
—¡Claro que no se lo dije! No estoy tan loca.
   
—Pero... ¿Entonces? —Definitivamente se había perdido de algo.
   
—Un día se conectó a jugar mientras comíamos en la azotea.
   
   Recordaba perfectamente el escalofrío que recorrió su cuerpo en el momento en que, nuevamente, vio el usuario de GoldenWarrior en la pantalla del celular de su compañero. Como queriendo recordarle que realmente estaba allí, con él, con su antiguo compañero y enamorado misterioso. No sabía de dónde había sacado la fuerza para permanecer allí sin salir corriendo. Tuvo que disculparse y decir que iba al tocador a lavarse las manos, pero en realidad todo lo que quería era lavarse la cara con agua fría para comprobar que aquello no era un sueño sino más bien una realidad. Una que de vez en cuando lograba desconcertarla tanto o más que al principio.
   
—¿Y?
   
—Obviamente fingí no saber nada de ese videojuego. No fue muy difícil aparentar ser una niñita anticuada que jamás en su vida ha visto una consola o tan siquiera un joystick  —lo último que deseaba era levantar sospechas. No quería que notara que era toda una experta en la plataforma.
   
—Debiste ofrecerte a jugar con él.
   
—No lo haría nunca. Ni en un millón de años —estaba abierta a la idea de conocer y, eventualmente, conquistar al muchacho. Pero lograrlo por medio del juego no estaba en sus planes.
   
—Oh, por favor...
   
—¿Qué?
   
—¿En serio, Kagome? ¿Luego de "esto" —señaló los envases de helado a su alrededor, sus uñas pintadas y las revistas de maquillaje regadas en el suelo de la habitación— pretendes que no tienes ganas de volver a jugar con él? Pero si a ti te fascinaba.
    
    Kagome se introdujo una cucharada de helado en la boca, evitando así responder. ¿Habría sido mala idea invitar a Sango a una noche de chicas para cuchichear? ¿El afamado "código rojo" había sido activado en vano?
   
—Eso era antes de saber que GoldenWarrior era Inuyasha y que Inuyasha era GoldenWarrior.
   
    Quería dejar de lado esa etapa. Que Sacred_pearl desapareciera para siempre y fuera Kagome Higurashi quien entrara en escena. Tal vez incluso podría crearse un nuevo usuario para que Inuyasha le "enseñara" a jugar. Eso era todo lo que haría. No deseaba exponer su secreto de esa forma. Inuyasha podría tener una mala idea de ella y eso era lo último que quería. ¿Y si pensaba que se había aprovechado de su ignorancia?
   
—Si quieres compartir tiempo con él mientras están fuera de la escuela, como siempre dices, solo tienes que hacer una cosa: jugar con él. Ya no puedes seguir diciéndole que te dejo plantada todos los días y que no tienes con quién almorzar.
   
—¿Por qué?
   
—Porque me haces parecer una mala amiga.
  
—¿Solo por eso?
   
—Por eso, y porque su amigo no deja de perseguirme a la hora del almuerzo. Parece una mosca molesta. Dice que soy una "belleza divina" —soltó con gracia.
   
—Es un idiota —se carcajeó Kagome. ¿Qué clase de halago básico era ese?
   
—Son unos idiotas.
   
—Touché.
   
—Y tú también.
   
—¡Sango!
   
—¿Por qué no quieres hacerlo?
   
—Cuánta insistencia —se quejó.
   
—Ya descubriste que tienen cosas en común, han logrado permanecer en el mismo cuarto a solas sin insultarse o arrojarse papeles. Todo indica que pueden llevarse bien en la vida real.
   
—Exacto, pero... ¿Y si no? ¿Y si luego de que sepa la verdad decide ignorarme porque piensa que lo engañé y que todo fue para burlarme de él?
   
—Él no haría eso.
   
—¿Cómo lo sabes?
   
—Solo lo sé —y esperaba no equivocarse—. ¿Por lo menos se han mensajeado como "compañeros de curso" normales?
   
—Claro que no. Si hago eso, sabría al instante que "Sacred_pearl" y yo tenemos el mismo número de teléfono.
   
—Lo había olvidado —reconoció.
   
—Como sea. Acepté llevar una relación civilizada con Inuyasha porque tú insististe... Y también por el bien de los profesores —añadió—, pero jamás volveré a jugar con él. Al menos no con ese nombre.
   
—¿Nunca, nunca, nunca jamás?
   
—Nunca, nunca, nunca jamás. Esa etapa terminó para mí.
   
—Si tú lo dices...

Game "L"overDonde viven las historias. Descúbrelo ahora