Borró con impaciencia el resultado que había escrito y trató de resolver aquel problema de matemática una vez más. Miró a su alrededor y notó el ambiente sereno que la rodeaba. Sus compañeros tecleaban hábilmente en la calculadora y no dudaban en anotar el resultado sobre su inmaculada libreta. Devolvió su vista al frente y mordió la punta de su lápiz intentando dar con la respuesta correcta, la misma que intentaba hallar desde hace diez tortuosos minutos. No entendía por qué no lograba avanzar en sus estudios.
El sonido de la puerta del salón al ser abierta la sacó de su pequeño aprieto y la obligó a mirar la entrada por la que se asomaba cierto ojidorado. El profesor lo regañó brevemente por no tocar la puerta antes de entrar y luego lo instó a tomar asiento en el lugar de siempre: detrás de ella. Lo vio caminar en su dirección y Kagome se apresuró a mover su bolso para que no chocara con él. No sabía si lo hizo para ser considerada con él o si simplemente prefería evitar cualquier tipo de confrontación.
—La próxima vez por lo menos intente llegar a tiempo, Taisho —reprendió y un incómodo silencio le siguió. Últimamente solo le dedicaban reprimendas al holgazán de la clase. La azabache ojeó su reloj de mano y comprobó que, efectivamente, el ojidorado había llegado casi una hora tarde. ¿Se habría quedado dormido?
Inuyasha procedió a sentarse sin dirigirle la mirada a nadie en especial y colocó los libros de texto sobre su escritorio en completo silencio. Kagome, que había olvidado los ejercicios que debía resolver, tiró levemente de la manga de la camisa del muchacho, recibiendo una mirada de pocos amigos en respuesta. Sin embargo, eso no la intimidó.
—Taisho, esos libros son de física.
—¿Y?
—Que estamos en matemática —corrigió.
—No me entendiste. Quise decir: ¿Y qué demonios te importa a ti si me equivoqué de materia?
Kagome retrocedió instintivamente al ver la inusual mirada que le dedicó. Se lo notaba claramente molesto, al igual que todos los días. No, mentía. Esta vez no estaba solo molesto. Había algo más... ¿Dolor tal vez? La azabache devolvió su atención al frente y suspiró casi inaudiblemente. Debía dejar de meterse en asuntos ajenos. Estaba viendo cosas erróneas. Seguramente Taisho solo se había quedado dormido y por eso su mal humor. No se debía a nada más.
El celular en su bolsillo comenzó a vibrar una, dos, tres veces y fue su turno de tensarse. Lo sacó tan pronto como pudo y lo puso en silencio para evitar ser sancionada, no sin antes entrar al chat de la persona que le había mandado un mensaje.
"¿Hoy tampoco vamos a hablar?"
"Esta semana finaliza la semana del torneo de clanes... Creo que no voy a participar."
"Espero que te encuentres bien. Te extraño."
Apretó el teléfono en su mano y sus ojos se entrecerraron con tristeza al no poder responder. Dejó los mensajes en visto y a su espalda pudo escuchar claramente el susurro que le siguió.
—Mierda.
Sí, por una vez, compartía el mismo sentimiento de Taisho: Mierda...
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Kagome respiró profundamente clamando aire para sus pulmones y dejó de trotar a lo largo de la extensa pista. Estaba agotada. Sin embargo, un pitido llamó su atención y supo que no le permitirían descansar.
—No debe detenerse, Higurashi. Continúe corriendo si quiere llegar a la meta.
La colegiala suspiró y, sin más, retomó la carrera de doscientos metros. Para el profesor era fácil decirlo, pues no eran sus pulmones los que sufrían. A duras penas conseguía poner un pie por delante del otro para seguir avanzando, pero sabía que debía hacerlo si no quería que su promedio comenzara a bajar lo suficiente como para que le prohibieran jugar videojuegos por un tiempo. Aunque, ahora que lo pensaba, eso no sonaba mal.
—Vamos, Kagome, ¡mueve esas piernas! —Sintió un empujón a su espalda y rio divertida al reconocer el animado tono de voz de la castaña.
—Ya no puedo —se quejó.
—¡Sí puedes!
Con los ojos en blanco y una nueva determinación, igualó rápidamente la velocidad del resto del alumnado y Sango continuó corriendo a su lado.
—¿Ya escuchaste los nuevos rumores?
—¿Qué rumores?
—Los del equipo de básquet. Dicen que elegirán a un nuevo capitán para el equipo.
—¿Estás hablando del equipo de Koga?
—¿Qué? No, hablo del equipo de Taisho.
—¿Por qué?
—¿Cómo que por qué? Es obvio que es por su desempeño. El rendimiento de Inuyasha en el equipo de básquet ha descendido de manera abismal.
El silbato interrumpió cualquier respuesta que pudiera darle a su compañera y el profesor se apresuró a enviar a todas a cambiarse. Kagome agradeció mentalmente aquella interrupción. No estaba segura de qué debía responder. ¿Debía sentirse mal? ¿Sería ella la responsable del decaímiento de Taisho? Trató de hacer memoria para ver si su compañero había tenido otra mala racha en algún momento. Pero no, no había nada, absolutamente nada. De hecho Taisho había sido reelecto como capitán durante tres años consecutivos sin siquiera esforzarse a la hora de las pruebas de aptitud. Ese deporte era lo suyo. Había nacido para ser el capitán que los llevaría a las olimpiadas de invierno... O al menos así había sido hasta que, repentinamente, dejó de prestarle atención a esas cosas. Definitivamente debía haber una razón que lo hacía sentirse disperso. Alguien le dio un codazo y rápidamente volvió a la realidad.
—¿Qué?
—Dije que si vamos a la cafetería —le lanzó una botella de agua a la azabache y comenzó a caminar sabiendo que la seguiría—. ¿O tienes miedo de verlo allí?
—Claro que no.
—Entonces vamos a comer porque me muero de hambre.

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Game "L"over
FanfictieEl amor es un juego donde pueden jugar dos, y ganar ambos. Kagome estará a punto de comprobarlo al jugar un videojuego online que está de moda, donde no solo la victoria estará en juego sino también su propio corazón, el cual ha sido robado por un e...