Air Crush (AU)

expectación o terror?

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Caminando a paso rápido alcancé a Pree casi en la zona donde los taxis esperaban la llegada de los viajeros. Pent iba justo detrás de mí con su usual aire indolente, despidiendo masculinidad y dejando bastantes cabezas giradas a su paso.

Pree entró al asiento trasero del primer taxi en la linea, los colores amarillo y verde de que estaba pintado indicaban la tarifa más baja, aún con la tasa aeroportuaria.

Sin ningún tipo de contemplaciones Pent me empujó a través de la portezuela hasta hacerme caer casi sobre el regazo de Pree que, afortunadamente, solo sonrío para no aumentar mi vergüenza, que por el calor de mis orejas, era evidente.

De nuevo miré con enojo a nuestro descarado compañero que, sin siquiera disculparse, ya estaba sentado demasiado cerca de mí.

Traté de relajarme, afortunadamente sólo habian 3 o 4 kilómetros hasta el hotel, aunque primero habría que salir de las instalaciones del aeropuerto, que era lo que más tiempo iba a invertir.

No debia haber pasado ni un minuto pero me sentía sofocado. El calor, el aroma de los dos hombres a mi lado, mis propios sentimientos, pensamientos y deseos, la mano de Pree, casualmente  apoyada en mi hombro, la de Pent, entre los dos, fuera del alcance de la vista, con la palma pegada a su muslo y el dorso al mío,  era demasiado.

Quería salir huyendo y al mismo tiempo dejarme llevar indefinidamente,  sin destino, sin propósito.

La mano fuerte de Pree tirando de mi brazo con suavidad me sacó de mis pensamientos, indicando que habíamos llegado al Sunee Grand Hotel.

Entramos juntos, los tres aún con nuestros uniformes color magenta. Algunos de nuestros pasajeros, que ya disfrutaban las instalaciones,  nos saludaron amablemente mientras nos dirigíamos al mostrador de Check-in.

La persona que nos atendió, una mujer en sus cuarenta, con peinado severo hacia atrás y rostro serio, esbozó una sonrisa cuando el desvergonzado Pent la llamó Phi (hermana mayor*) en lugar de Par (tía*).

Pree y yo mismo nos quedamos un paso por detrás mientras él hablaba en tono zalamero, entregaba nuestros documentos y firmaba el registro de entrada.
La sonrisa triunfal y el brillo de sus ojos eran tan evidentes que no sabía si alegrarme o salir corriendo de allí. 

-Vamos al restaurante y os contaré lo que he conseguido.

¿Aún estaba a tiempo de huir?

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