La 428
Estaba en la habitación 428, eran las 11:30 de la noche ya pasadas, salí de mi casa a las 19:45 de camino a urgencias. Aquel día, como era costumbre, no había merendado y antes de las siete mi madre ya me había empezado a insistir para cenar. Yo, saciada aún de la comida, empecé a sentir un leve dolor de pecho que minutos después se transformó en un ataque de ansiedad, mi madre entró al baño y me vio llorar, no dijo nada, simplemente me abrazó fuerte, tal y como solía hacer, estuvimos así un rato hasta que decidió tomarme la tensión pero... el tensiómetro no detectaba mi pulso, esa fue la razón de mi entrada en urgencias. Esperamos allí un buen rato hasta que un médico nos cogió, mi madre le explicó todo lo que me sucedía y el médico decidió que era conveniente hacer un electro. El electro confirmó que mis constantes vitales eran muy bajas y nos recomendó ir al hospital. Una vez allí, me hicieron una serie de pruebas donde no solo me detectaron una bradicardia sinusal, sino que tras varias preguntas, anotaron que podría tener una anorexia nerviosa.
Todo empezó a principios de verano. Mi familia y yo estábamos de vacaciones en la playa pero algo no iba bien, yo nunca sentía hambre y cada vez estaba más depre y desganada. Al principio, empecé con una mínima restricción en la cantidad de mis ingestas, las cuales poco a poco fueron disminuyendo. Más tarde empecé a apartar los alimentos que yo consideraba "alimentos basura" y quise solo comer cosas más sanas. A eso se le añadieron días de ayuno, de dolor de barriga, estado anímico bajo y otros síntomas que fueron empeorando a medida que pasaban los meses. Yo no supe que eran las calorías hasta,más o menos, septiembre, mes en donde comencé a obsesionarme con todo lo relacionado con la comida y peso.
Mi familia y yo sabíamos que algo iba mal, sabíamos que yo no era la misma Júlia que hacía 7 meses. Pero... ¿qué me estaba sucediendo? ¿Y por qué a mí?, una persona que tenía todo lo que necesitaba para ser feliz: amigos, una familia que me quería un montón, un deporte que me apasionaba,... incluso un cuerpo que apreciaba, quizás no era el perfecto, pero yo no había sentido la necesidad de cambiarlo en ningún momento. En conclusión, tenía una vida muy buena y no había tenido ningún problema capaz de causarme aquel malestar tan molesto al cual no conseguía vencer, pero sin embargo allí estaba, dentro de mí, sin querer marcharse, acompañándome en cada momento, desde que me despertaba hasta que me dormía. Siempre me hacían la misma pregunta: ¿qué te pasa?, una pregunta para lo que yo no tenía respuesta y simplemente respondía: no lo sé o a veces incluso rompía a llorar sin motivo.
En octubre, ya había perdido más de 10kg, y ese "bicho", así es como le llamaba mi madre, no se quería ir. Empecé a tener problemas de corazón y una sensación de cansancio fuera de lo normal, cosa que despertó una preocupación mayor en mis padres, que no dudaron ni un segundo en llevarme a algún médico capaz de ayudarme, pero nadie lo hacía, nadie daba un diagnóstico claro, cada especialista llegaba a una conclusión distinta y nunca conseguían ponerse de acuerdo. Dejé a un lado los médicos para empezar a visitar psicólogos, que al igual que los médicos, cada uno daba un diagnóstico distinto.
¿Qué problema tienes, Júlia?, ¿qué pretendes hacer con esto?, ¿cómo puedes parar a tu mente?, ¿existe alguna forma de mandar sobre alguien tan poderoso como tu propia mente?,... esas son preguntas para las cuales yo aún no obtenía respuesta.
Cada día era peor que el anterior, y no solo para mí, sino para todos mis seres queridos, cuando quise darme cuenta me había alejado de la mayoría de mis amigos, quedándome solo con dos de ellos, a los cuáles de todas maneras, les ocultaba mi problema. Por otra parte estaba mi familia, la cual sí que sabía que había un problema y también sabía que eso no podía significar nada bueno. Poco a poco fui siendo consciente del dolor, el tormento que les provocaba en su cabeza y del cansancio físico que les estaba causando y quise tomar la decisión de apartarme un poco de ellos y resguardarme en mi habitación todo el día. Seguí así durante mucho tiempo, peleando con mis padres en cada comida, ocultándole cosas a mis pocos amigos, sintiéndome cada vez peor y sin saber que hacer hasta el día que comenté antes, el primer día que estuve en el hospital de Xàtiva, más concretamente en la habitación 428, no es que estuviese mucho tiempo, pero es un número que seguiré recordando durante mucho tiempo debido a que fue un principio, el principio hacia algún final.
Los días allí dentro eran todos iguales, hacía 4 comidas al día a las cuáles les metía restricciones a cada una de ellas, pasaban médicos, enfermeras y psiquiatras cada dos por tres y ellos parecían estar cada vez más cerca de lo que iba a ser un diagnóstico claro. A pesar de que cuando entré mi IMC (índice de masa corporal) aún estaba dentro de lo normal, los doctores que me atendían consideraban que pudiese estar entrando en una anorexia. El psiquiatra, se puso serio, me miró a los ojos y me dijo que yo era la única que me podía sacar de ahí, estaba todo en mis manos, era mi decisión, mía y de nadie más. El problema llega ahí, ese momento en el que tú tienes toda la responsabilidad pero no sabes qué hacer, no sabes por dónde empezar ni cómo vencer, no te ves capaz, crees que careces de la fuerza y la voluntad necesaria para hacerlo, estas perdid@, bloquead@, solo quieres tumbarte en la cama y esperar que todo haya desaparecido cuando te levantes. Pero no es así, pasan los días y nada cambia, al contrario, sigue empeorando y tú no eres lo suficientemente consciente, solo la gente de tu alrededor lo es, tú tienes una imagen distorsionada de la realidad pero tu mente tiene la compañía de ese "bicho" y tu estas sol@. Por mucho que la gente te diga la realidad tu eres incapaz de verla, no queda ni una parte de tu antiguo túque sepa que es lo que estás haciendo y no importa cuantas veces te lo repitan porque es algo que no va a cambiar así porque sí.
Volviendo al tema principal, cuando salí de aquella habitación, después de haber estado 5 días sin prácticamente ver el sol, volví a casa, con la esperanza de estar bien, con la esperanza de que todo hubiera cambiado. Pero no era así, lo único que había cambiado era la disminución de la intimidad, quizás aumentó un poco la cantidad de ingesta de comida, insuficiente de todas formas, la preocupación de mis familiares incrementó más hasta un punto límite y obsesivo, pero es normal, ¿qué le está ocurriendo a mi hija?, ellos tampoco eran capaces deentender nada, ellos solo sabían lo que veían ya que no estaban dentro de mi mente y tampoco en mi cuerpo, solo podían crear teorías sobre qué es lo que te pasó, cómo y por culpa de quién o qué se formó, lo peor es cuando se echan a ellos mismos la culpa y se destrozan pensando que ellos te están haciendo daño ya que eso no es verdad, todo lo contrario, al menos en mi caso, ellos son los que me fuerzan cada día para que me levante de mi cama y siga luchando, aunque eso signifique peleas y llantos comunes, abundantes, día si día también. Porque así es esta enfermedad, una lucha constante contra ti mismo.
Aquí acaba el relato por ahora, volveré en un tiempo, quizás confundida, quizás siga manteniéndome en el límite o quien sabe, igual he encontrado una respuesta a qué es esta enfermedad y por qué me ha tocado a mí, puede que incluso haya empezado ya a correr por el camino correcto y esté a punto de salir de aquí, de arrancar a ese bicho que tanto ha querido alargar su estancia en mi o, por lo contrario, puede que me haya desorientado o tropezado contra un árbol y siga sin saber qué hacer o que, debido al choque, haya empeorado y retrocedido camino atrás.
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Historia de una anoréxica
CasualeEsta es parte de mi historia con un TCA, la historia irá continuando a menudo que las cosas cambien