Capítulo II

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Liz buscó entonces con la mirada a Collette y a Mr. Thomas determinada a desentrañar la verdad de los sentimientos del último sobre la primera. En seguida advirtió que Jaremy Thomas sentía auténtica admiración por su hermana. Inicialmente se mantuvo en la distancia observándola hasta que finalmente se decidió a acudir a su lado. Juntos iniciaron lo que a Liz le pareció un animado y privado coloquio, que incluyó carcajadas varias, así como numerosos lapsos de silencio durante los cuales los interlocutores intercambiaron miradas exhibiendo amplias sonrisas en sus respectivos rostros. Y para cuando la velada estaba a punto de alcanzar su final, Liz no conservaba reserva alguna sobre los sentimientos de la pareja, y se sintió tremendamente feliz por su hermana. Además, por lo que había escuchado en el balcón, Mr. Thomas parecía tener una concepción del matrimonio similar a la de su hermana, lo que avivaba todavía más, si cabe, las esperanzas de en un futuro próximo se prometieran amor eterno. De este modo, Liz se disponía a abandonar la estancia sumida en sus pensamientos sobre el porvenir de Collette, cuando por capricho de la rueda fortuna, fue a encontrarse con los oscuros ojos de Mr. Arkwright.

- ¿Es posible que mi anciana vista me engañe? ¿Acaso la hermosa joven que se alza ante mí es la segunda hija de mi querido Mr. Newell? - preguntó este inclinándose en una reverencia, que Liz le devolvió - En efecto habéis de ser la pequeña Lizbeth. Nadie más en todo el imperio británico podría hacer gala de semejantes ojos verdes. Aunque me temo que examinándola con detenimiento he errado terriblemente en mi juicio. Si bien esta claro que aún conserváis muchos años de juventud, queda patente por vuestros modales y vuestras formas, que habéis abandonado el status de joven para adentraros en el de mujer - el anciano caballero se inclinó y suavemente le besó la mano - Dime querida, ¿se encuentra algún caballero ligado a vuestra vida?

- En absoluto Mr. Arkwright. Temo comunicarle que mi carácter no es el deseable en una esposa - dijo Liz, sintiendo la nula necesidad de guardar un secreto tan ampliamente conocido.

- No puedo creer vuestras palabras Miss Newell. Tengo a cualquier hombre que no la considere digna de su amor como un verdadero necio. Pero en tal caso, creo que es mi deber como fiel amigo de su padre, asumir la responsabilidad de presentarle a su futuro marido. Dígame, ¿ha considerado usted a alguno de los presentes?

- En ningún caso se me habría ocurrido señor. Para una dama sería verdaderamente incorregible asumir el cometido de presentarse a sí misma ante cualquier caballero.

- Oh, por supuesto. A menudo olvido que las competencias que les corresponden a las mujeres difieren de las que ostentan los hombres. En tal caso me atribuyo tal competencia. Y cumpliendo mi promesa me dispongo a presentarte a uno de los caballeros más prometedores de la noche.

Mr. Arkwright desapareció entre la multitud dejando atrás a una solitaria Liz. En ausencia del caballero, la muchacha reflexionó sobre las razones que habían llevado a Mr. Arkwright a interesarse por su vida sentimental. De acuerdo con sus recuerdos, el caballero pocas veces había mostrado interés por su familia, y únicamente había enviado alguna que otra misiva para felicitar a Mr. Newell y esposa el nacimiento de sus sucesivas hijas. Trató de esclarecer las causas que habían llevado a su padre y a Mr. Arkwright a desatender una amistad antaño sólida y férrea, y motivado a este último a entablar una conversación con la segunda hija de su remoto compañero, tras numerosos años sin haber establecido contacto. Finalmente, el anciano hombre emergió de entre el gentío, seguido de un muchacho cuya identidad no pudo reconocer debido a la distancia que los separaba. Pese a ello, conforme el individuo continuo en su avance, Liz pudo distinguir que se trataba de William Henderson. De haberse percatado antes de quien se trataba, pensó, habría retrocedido rápidamente y se habría camuflado entre los invitados, a fin de evitar la que, sospechaba, sería una de las conversaciones más incómodas de toda su existencia. Mr. Arkwright situó al caballero frente a la dama y se posicionó entre ambos.

Mr. HendersonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora