Capítulo II (Actualización)

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El interior de Greever Manor era de unas dimensiones inconcebibles. Una hora había transcurrido desde que entraran a la mansión y Lilly no solo no había recorrido todas las habitaciones, sino que se había perdido varias veces.

No obstante, la estancia más impresionante era el salón de baile sin lugar a dudas. Su longitud era tal, que desde un extremo de la pista apenas se divisaba el final de la misma. El servicio había colocado en ambos flancos algunas sillas y unas cuantas mesas rectangulares donde reposaban aperitivos de aspecto delicioso y varias poncheras de cristal. La paredes estaban cubiertas por un papel floreado y del techo colgaban cuatro inmensas lámparas. Además, en un lado de la sala había una puerta que daba a una terraza desde la que casi se podía divisar Etwall.

Por supuesto, para cuando Lilly llegó a aquel cuarto, este ya estaba abarrotado de gente que su madre aseguraba, eran personajes extremadamente distinguidos: el duque de tal sitio, el heredero de la fortuna de cual benefactor y la condesa de cual. De un lado a otro caminaban sirvientes que se aseguraban de que todos los invitados tuvieran una copa llena.

La familia se dispersó rápidamente. Mrs. Newell pronto olvidó sus propios planes y se dio a la bebida como si esta fuera la fuente de la eterna juventud. Mientras tanto y por orden de su esposa, Mr. Newell se lanzó a hallar al célebre Mr. Arkwright. Arianne se escabulló del abrazo de su madre y se perdió en la multitud, probablemente en busca de algún cándido y acaudalado oficial al que poder encandilar con su gran don. Por su parte, Collette y Lilly se abrieron paso hasta la hilera de sillas y se sentaron.

- Me duelen los pies - protestó Collette - Estos zapatos son demasiado nuevos. Todavía no se han hecho a la forma de mis dedos.

- Oh, pobrecita Collette. Sus zapatos son demasiado nuevos - repitió Lilly con ironía - Debiste haberle dicho que no a mamá. A veces eres demasiado manipulable. En cuanto te dijo lo mucho que le costaron te olvidaste de todo lo demás.

- Es que de veras se gastó mucho dinero, Lilly. Pensé que habría sido una crueldad decirle que me hacían daño - replicó esta - No todas somos tan brutalmente sinceras como tú.

- Oh, ¿de veras? Dime, que es más cruel, ¿una mentira agradable o una verdad dolorosa?

- Verdad dolorosa... - murmuró Collette exasperada - Es solo un dolor de pies. Puedo aguantarme.

- Una mentira es una mentira Collette, sin importar su magnitud. Además, te recuerdo que estamos en un baile. ¿Qué planeas hacer? ¿Quedarte aquí todo el tiempo?

- ¿No es esa tu rutina habitual, querida hermana? - respondió Collette con una sonrisa.

- Touché.

Ambas observaron a los invitados, que ya habían comenzado a bailar. Arianne había encontrado pareja fácilmente, un muchacho de pelo negro y corto, tan pasmado por la belleza de su pareja de baile que se equivocaba constantemente en los pasos.

Al ver a las hermanas sentadas en aquella esquina, muchos hombres optaron por invitarlas a unirse al baile, pues consideraban que aquel era el deber de un caballero digno. Lilly desvió a la gran mayoría de las proposiciones a Collette, que aceptó con modestia. No obstante, sí que acepto la oferta de Gregory Pond, que era primo de su amiga Nancy, y al que conocía de cuando eran niños. No era un hombre demasiado alto, pero tenía un tamaño adecuado para Lilly, que no era demasiado alta. Después de que finalizara la pieza, conversaron un rato sobre los viejos tiempos y se despidieron.

Cuando retornaba a su añorado rincón, la interceptó un oficial, de nombre Sullivan Cavendish. Aceptó su invitación por pura cortesía, puesto que no tenía nadie que la sustituyera. Aquel hombre no resultó ser un bailarín muy diestro, pero sí un conversador bastante interesante. Descubrieron que tenían bastante en común, especialmente su amor por la lectura. Mr. Cavendish se deshizo en halagos hacia ella y nombró varios autores que eran objeto de su admiración. Emocionada, Lilly le devolvió los cumplidos y enumeró las obras que más habían captado su interés. El caballero se sentó a su lado y la charla se prolongó por un largo tiempo. Finalmente, Cavendish se despidió y expresó sus deseos de volverla a ver en otra ocasión.

Mr. HendersonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora