Capítulo 1:

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¿Quién se resiste a tal galán de telenovelas?


Libros, una palabra, 6 letras; 1 mundo.

En mi caso, una adicción podría decirse, o una obsesión.

Los libros son una forma fácil de viajar a otro lugar, cuando no quieres estar tan solo abres un libro y vives la vida de ese personaje. Sueñas lo que él sueña, vives su vida, sientes lo que le aflige o le alegra. Simplemente, maravilloso.

Aquellos artefactos místicos habían sido creados por los dioses, sin duda alguna.

Con un libro puedes transportarte a cualquier lado, comienzas en Londres, viajas a Australia y terminas en Sudáfrica. Es un escape de la realidad, un refugio del mundo.

A mí me gustaba, es más me encantaba leer. Pero no porque quisiera transportarme a otro sitio, sino porque no quería vivir mi vida; quería vivir la de alguien más.

Es difícil explicarlo, cuando quiero dar a entender lo que siento no encuentro las palabras, por lo que opto en aparentar que estoy bien.

Es mucho más fácil aparentar, que expresar la realidad ¿Sí me entienden?

Aquellas cosas no eran fáciles de explicar, ni menos dolorosas al contarlas. Así que opto por el silencio, como una guerrera silenciosa. El caso es que yo no luchaba con espadas, mi guerra era interna.

A veces las guerras internas son mucho más fuertes de lo que aparentan. A veces, las personas externas ni se dan cuenta de aquellas batallas y los tantos soldados que morían en ellas.

Es muy lindo ver como los personajes logran todo lo que se proponen, corrompen los esquemas, crean sus propias reglas, luchan contra todos sus problemas y son felices con una persona por toda la vida.

Pero demasiado irreal, muy alejado de la verdad.

El mundo no es como lo pintan, no hay caballeros de brillante armaduras ni siempre somos capaces de lidiar con nuestros problemas. No luchamos por la igualdad, el mujeriego no cambia por la chica ni tenemos la fuerza para detener a un abusivo que intenta atacarnos.

Allí estaba yo, recostada con los pies sobre el espaldar de la cama. Con un libro en mis manos,

mientras desvariaba creando una introducción a mi patética vida como si alguien me oyera.

Lo que me volvía aún más patética, de hecho.
Oí pasos acercarse, fingí rápidamente estar concentrada en la lectura, mentir se había vuelto fácil para mí.

-Que linda vista.

Joder, había olvidado que usaba shorts y mis piernas colgaban en el aire dejando a la vista mis muslos.

Odiaba que me observaran de aquella manera, como si me comieran con la vista.

-Me gustaría decir lo mismo de ti, pero no eres mi tipo Jeremy -dije dándole un repaso rápido, dirigiendo nuevamente mi vista al libro.

-Algún día caerás ante mí.- dijo con un tono arrogante.

Lo miré como diciendo: kisieras.

Baje mis pies del espaldar, y me senté en la cama acomodando mi cabello. Me levanté y apreté su mejilla derecha mientras desordenaba su cabello rubio uniformemente peinado.

-Diablos Danna, debes dejar de hacer eso -hizo un pequeño puchero que se veía adorable en su rostro.

Jeremy no era el estereotipo de adorable, si no más de rudeza. Todas sus facciones estaban bien marcadas. Desde su mandíbula, hasta la pequeña línea de su entrecejo. El cabello rubio y su iris negros. Todo eso en conjunto te daba ese aspecto de, "Te arrancaré el cuello con los dientes" eso claro, sin contar su cuerpo eso le daba aires de peligro. Pero si ya llegabas al punto de conocerlo era más como "Soy una linda florecita"

Danna.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora