Capítulo 4:

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[Sin editar]

Soy comestible, y bajo en glúten.


Correr, ese sentimiento de libertad, sientes que todo fluye en ti.

Mi cabello ondeaba con el viento, era voluble y empática esta situación. Un momento armónico entre el viento, mi cabello y yo.

Rain on me sonaba en los parlantes de mis auriculares, la melodiosa voz de Ariana destacaba entre estos. Permití parar de correr para bailar justo la parte donde Lady Gaga cantaba. Un mínimo baile donde despejaba el miedo y las cosas que me habían mantenido tensa estos días, un respiro de la adversidad.

Un mínimo baile donde parecía una loca sacudiendo el cuerpo a mitad de calle.

Moviendo mis pies al ritmo de la música reanudé el trote.

Cerré mis ojos disfrutando de, nada en realidad, solo los cerré.

Jamás había pensado en la conexión que traíamos con la naturaleza, ese pequeño instante donde tu corazón y el soplido de la brisa se sincronizaban creando una sinfonía perfecta, justo ese instante donde te sientes completo.

Justo donde le pisas los zapatos blancos a un chico, tropiezas dramáticamente y caes. Sí, ese instante.

Qué bonito momento. ¿No creen?

—Demonios, ¿Estás bien?

Había caído sobre mi trasero, éste dolía un poco. Mis manos escocían asegurándome un par de raspones.

Me levanté sacudiendo mi trasero quitando todo rastro de suciedad que pudiese haber obtenido del suelo.

Oh mi trasero, mi bello y hermoso trasero.

—Sí, tan bien como quite las piedritas que están incrustadas entre mis piernas y mi pobre y desgraciado culo.

—Puedo ayudarte con eso si lo precisas.— Me sonrió el chico con picardía.

El sonrojo fue inevitable, para qué negarlo.

Alcé mi vista, y vaya pero que deleite. Si los Doritos fueran una persona, seria este chico.

Abdomen plano, alto y delgado, nada de músculos exagerados, nariz perfilada y cabello rojizo, con pequeños motes marrones que resaltaban. Si este tipo no es perteneciente a un libro, muero.

—Tranquila, si soy comestible y bajo en glúten.—Sonrió mostrando su perfecta dentadura. Con esa sonrisa hasta yo sonreiría.

El fuego en mis mejillas me delataba. Pero si así era el infierno que me lleve el diablo.

Ya deja de violarlo mentalmente.

Nunca, podría hasta envíarle fotografías de Chayanne con un "buenos días precioso, un beso"

A veces eres muy rara. Conste que pienso que no somos la misma persona.

Ya calla.

Apreté mis manos en un puño y las solté, relajé mi mandíbula y procedí.

—Hola, perdón por lo de tus zapatos. Si es mucha molestia, pagare su lavandería.

Dije eso mirando fijamente al suelo. Oh, que linda roca.

—Hey, tranquila. —Dijo hundiendo sus cejas en forma de contradicción. —Son un par de tenis, puedo lavarlos a mano.— levantó sus cejas mostrando que no estaba enojado.

Danna.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora