Prólogo

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Brisa, sol, mar y arena

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Brisa, sol, mar y arena.

La combinación perfecta para relajarse y estar en paz consigo mismo.

Caminé hacia la orilla de la playa, sintiendo como el agua mojaba mis pies. Me senté sin preocuparme de que mi cándido vestido se ensuciase a causa de la arena. Cerré mis ojos al empezar a dibujar un corazón en la arena como solíamos hacerlo cada vez que veníamos a este lugar.

—Lya.

Donde fuimos inmensamente felices.

—Él está saliendo con otra mujer.

—Qué bueno.

Donde nuestros momentos estarán presentes.

—Me comí tu frasco de Nutella.

Donde mi coraz...

—¿Qué tu hiciste qué? —detuve lo que estaba escribiendo y alcé la vista hacia el pelinegro frente a mí.

—¿De verdad eso fue lo único a lo que prestaste atención? —preguntó incrédulo.

—El frasco gigante de Nutella y sus frascos bebés son las cosas más sagradas que tiene la tercera gaveta de mi cocina.

—35 años y aún no cambias.

—38 años y aún piensas que cambiaré —cerré mi laptop y me levanté de mi escritorio para abrazarlo.

—Te tengo una sorpresa—dijo apenas me separé de él.

—No me gustan tus sorpresas—inquirí, tratando de que recordara la última que nos sorprendió, sobre todo a la persona que tenía en mente.

—Esta te va a encantar—hizo que diese media vuelta y se alejó.

—Eso espero, porque tú y esa frase tiene una relación muy toxica.

Esperé un momento y sentí sus pasos acercarse de nuevo.

—Cubre tus ojos con tus manos—hice lo que me pidió y me giré lentamente—. Ahora puedes abrirlo.

Seguí sus instrucciones y al quitar mis manos de mis ojos, lo vi allí de pie sin ningún cambio.

—Aún no entiendo como aguanto tus bromitas.

—Estás mirando en dirección equivocada—me tomó de los hombros y giró mi cuerpo hacia el ventanal.

En la mesa que colindaba con el gran jardín, vi dos tazas de lo que intuía era chocolate caliente y una caja de regalo.

—¿Qué es eso?

—Dímelo tú misma—caminamos hacia aquel lugar tranquilamente.

El día estaba perfecto para pasarlo en mi hermoso jardín. Era primavera y las flores estaban en su máximo esplendor. Al llegar y sentarme en la silla que me ofrecía, tomé la caja entre mis manos y abrí el moño con el que estaba cerrada. Quité la tapa al igual que el papel que estaba dentro, viendo en el fondo un libro. La portada tenía de fondo un lindo color azul menta y blanco estilo mármol, un frondoso y hermoso árbol que tenía en medio unas esposas de color café o bronce bastante viejas. Sonreí y lo miré, con mis ojos llenos de lágrimas al saber lo que todo esto significaba, además de los recuerdos buenos, malos y excelentes que venían a mi mente.

—Es precioso, en verdad precioso—cubrí levemente mi boca justo antes de que un sollozo saliera.

Sentí sus brazos envolverme y como dejaba un beso sobre mi cien.

—Feliz cumpleaños—me reí al verlo con la taza de chocolate en la mano, así que tome la mía y lo imité, colocando el libro sobre la mesa—. Recuerdo muy bien como inicio todo.

Dejé la taza tras beber un sorbo sobre el pequeño plato. Acaricié la portada y leí las primeras hojas, pero la que más me encantaba, era la que estaba previa al primer capítulo.

Hasta mi último aliento.

Toda esta historia comenzó así...

—Toda esta historia comenzó así

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Amor a primer accidenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora